Malaherba, capítulo 2
No ayudaba que se llamase Elvis. Tampoco, realmente, que fuese el amigo del repetidor y el repetidor insistiese a los profesores en que se llamaba Míster Tamburino. Nada en la vida nos ayudaba, y eso hizo que en dos días fuésemós inseparables. La suerte fue que Martiño Iglesias Pernas nos cogió cariño. En algún momento del curso decidió que formaríamos parte de sus posesiones, como sus libros o su pupitre, y eso significababa que nadie nos podía tocar, o que nos tocase bajo su responsabilidad.
La casa de Elvis era una casa acogedora y a medio hacer, supongo que por la mudanza. Las casas ya amuebladas y decoradas y convertidas en un hogar no acogen a nadie más que a esa familia. En la de Elvis había hueco para dos o tres más, y Rebe y yo estábamos primero. De hecho, no es que faltasen muebles, es que faltaba hasta su madre, que se había quedado en Lugo, su anterior ciudad «acabando un contrato», según nos dijo Armando. Me parecía.impresionante que Elvis y Claudia pudiesen vivir solo con su padre; si mi madre llegase a faltar de casa un día, yo creo que hubiera venido la policía a preguntar qué pasa.
Eso se lo dije esa tarde a Armando mientras hacíamos los deberes en\ la cocina, y Armando soltó una carcajada. Mi frase fue aprovechada rápidamente por él para hacer «una pausa» y empezar a contar una historia sin pies ni cabeza. Elvis corrió por el pasillo a avisar a Claudia y Rebe, que estaban en la habitación de Claudia cotilleando de niños del cole (Rebe me lo contaba todo, ahora no me cuenta nada; ni recuerdo la última vez que la vi). Fue entonces cuando supe que la madre de Elvis y Claudia era de Pontevedra y que Armando era de Castromundo, una aldea de Lugo que ahora debe de tener unos treinta vecinos, pero que cuando nació Elvis podría tener por lo menos cincuenta. Sus casas se levantan entre montañas, a veces se queda incomunicada por la nieve y, en líneas generales, es perfecta, nos dijo Armando
. -Perfecta para qué -pregunté.
-Cuando decimos que un lugar es perfecto, nos referimos a que es perfecto para vivir -contestó.
-Puede ser perfecto para otras cosas. Para estudiar o para jugar al fútbol.
-Para cosas que se hacen viviendo, eso es. Ningún sitio es perfecto para morir.
Armando y yo nos caíamos bien. En eso de que ningún sitio es perfecto para morir mentía, porque mi padre había encontrado en un piso sin luz lleno de cenefas, cuadros de marcos horribles y lámparas, chatarrería variada y armarios gigantes, una especie de amanecer en un paraíso de corales en el que no Parar de morirse. Pero entonces eso aún no lo sabíamos; sólo había muerto una vez, y ni siquiera .
Armando hablaba mientras nosotros mojábmos galletas con nocilla en el colacao. La cocina el lugar en el que mis padres también hablaban cuando se ponían a echar cosas de menos. Ahora estábamos los cuatro niños y Armando, y Armando hablaba y hablaba mientras se servia vino y más vino; esto me lo dijo luego Rebe, porque yo la verdad es que no me enteraba. Entendí que entre las ventajas de trabajar en casa había que contar la de poder beber lo que uno quisiera todo el día , no solo agua. Así pues Armando era de un pueblo "mitológico" . dijo , con el nombre más bonito del mundo: Castromundo; uno de esos lugares de los que hay que escapar para querer volver todo el rato.
En Pontevedra Armando era amigo del padre de una niña de nuestra clase, Olallita Sueiro, que vino ese día a tomar café con él y repetiría visita varias veces, algo que, por lo que fuera, a Armando le incomodaba, porque decía que no se podía trabajar «tranquilo» en casa. Su familia era ganadera y él repartía leche por las casas de allí y las de alrededor; era lechero, Armando. Se fue a estudiar a la universidad de Santiago, y allí se enamoró de la madre de Elvis, que era una mujer «altísima», «delgadísima», y «morenísima», que se quedó embarazada de Claudia tan pronto que no pudo seguir estudiando. Hablaba con verdadera locura de su mujer, era de esa gente tan enamorada que en lugar de dar ternura daba un poco de miedo. «Somos hijas no deseadas» interrumpió Claudia el relato mientras miraba a Rebe.
TEMA 4, del libro de texto. Actividades de ampliación y afianzamiento de los contenidos adquiridos.
Primero lee de modo activo (comprendiendo) la teoría de la parte de gramática de este tema y después soluciona este ejercicio.
Relaciona las siguientes oraciones con los distintos tipos de futuro: imperfecto, imperativo, de probabilidad y de cortesía.
¡Qué le vamos a hacer, buscaremos otro sitio!
¿Podrá atenderme un momentito?
No matarás, no robarás, no mentirás.
Esa casa costará mucho dinero, ¿no es verdad?
Imperfecto.
Cortesía.
Imperativo.
Probabilidad.
Malaherba, (continuación). Tambu se llama a si mismo "el repetidor" y remarca su carácter singular con el apodo autopuesto Mr Tamburino. Hay muchos más datos en estos fragmentos que nos hablan de familias en situaciones frágiles. Menciona algunas.
Me dolió en el alma que dijese eso de Rebe; no había nadie más deseado en el mundo que ella. Quise ser yo también no deseado.
-¿Yo también fui no deseado?
-No, pero estás a tiempo aún. Un chico de mi pueblo fue no deseado a los catorce años -Armando soltó una carcajada. No hay cosa más espantosa que un adulto rodeado de niños riéndose solo por algo que acaba de decir.
Entonces sonó el timbre de la puerta. Por el susto, se debían de haber olvidado todos menos yo, que sí estaba atento al ruido del ascensor, al ruido de las pisadas en las escaleras por si le daba por hacer ejercicio a Daisy, a cualquier ruido que identificase a alguien acercándose a casa; cosas que, aún no lo sabía, manejaría muy bien a las pocas semanas.
Claudia corrió a abrir la puerta -Claudia era al mismo tiempo la señora y la ama de llaves de aquella casa-y desde la cocina oímos la voz de Daisy, pero no la voz de Dani Ojitos. Aunque a esas alturas no sabíamos ni siquiera si Dani Ojitos tenía voz.
Claudia lo hizo pasar a la cocina. Dani tenía el pelo despeinado y gracioso, un poco húmedo porque estaba lloviendo. Nos quedamos todos en silencio un buen rato, esos silencios de los niños que son peores que los de los mayores, porque ni siquiera pueden hablar del tiempo. Entonces Elvis se levantó con muchísima ceremonia y yo fui detrás, como si de repente se hubiesen establecido unas categorías, y dijo Elvis que fuésemos todos a la habitación, y fuimos. Empezaba a oler a hogar aquello, a plástico de juguete y a Nocilla. Caminamos en silencio por el pasillo, y al llegar al cuarto cerró la puerta (siempre lo hacía, aunque su padre no le dejaba·pasar el cerrojo) y le empezó a enseñar los juegos y los clicks de_Playmobd a Ojitos, contándole las mismas historías que me había contado a mí dos horas antes.
Yo me acerqué a la ventana, que daba a una calle estrecha llena de coches y de gente apurada; llovia, pero ya no mucho, y se empezaba a hacer de noche. En gallego hay una palabra que me gusta mucho, «lusco e fusco». Vale para el amanecer y el anochecer, así que si alguien te dice que es el «lusco e fusco» no sabes si se está haciendo de día o haciendo de noche. Papá siempre decía que un reloj estropeado da dos veces bien la hora, no sé si lo decía por él mismo; pues bien, hay dos momentos del día en que el cielo la puede dar mal.
De golpe se hizo de noche. No fuera, sino dentro. Me volví hacia el interior del cuarto, asustado, y vi dos sombras pequeñas. Sólo tras unos segundos escuché la vocecita torpe de Elvis diciendo que había apagado la luz, como si nadie se hubiese dado cuenta. Ordenó que nos escondiésemos por el cuarto porque íbamos a jugar a las tinieblas.
Me puse muy nervioso. No por estar a oscuras en un cuarto que era tan pequeño como una baldosa y en donde nos tendríamos que esconder pegados al techo, sino por estar a oscuras con gente alrededor; gente que respiraba, que yo suponía estiraba las manos para_no chocar y que tenía un cuerpo que no se podía evitar ni esquivar si se ponían en medio. Asi que me quedé atontado, allí pegado a la ventana con la ciudad al otro lado, y luego pensé en cómo estaría el pobre Dani Ojitos y qué pensaría de nosotros. Nos creería dos locos o dos capullos, dos niños a los que no acercarse nunca más.

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