Caballeros 1

lunes, 11 de mayo de 2020

3º de ESO, semana del 11 al 15. 1ª jornada.




Leemos Malaherba.

Capítulo II
  Papá siempre contaba una conversación seguramente falsa entre un padre y su hijo pequeño en la que el padre le preguntaba al niño en qué pensaba cuando sólo tenía un año, y éste le respondía: «En lo mucho que te quería, y que no podía decírtelo». Pero qué va a saber lo que pensaba un chaval cuando tenía un año, eso si pensaba. Y si con un año se te ocurre esa tontería, es mejor-que dejes de pensar una buena temporada. En cualquier caso, a Rebe le gustaba la historia, porque Rebe admiraba tanto a papá que se imaginaba a ella queriéndolo sin freno desde que era embrión, desde la concepción misma. Yo si fuera mamá no la hubiera dejado salir.
 Por otro lado, una de las obsesiones de mi padre era el momento en que las personas dejan de hablar entre ellas, y muchas veces lamentaba que fulanito o menganito le hubiesen retirado la palabra, porque se. la retiraban mucho.
 Ya sé que eso es una tontería que no tiene nada que ver con el niño que no puede decir que quiere a su padre, porque una cosa es perder la comunicación y otra muy distinta no haberla ganado. Pero es verdad que el niño sí conoce cosas que no puede nombrar, desde un juguete hasta un coche, y puedo sospechar su frustración por nombrarlas mal; es decir, por  tener que oír las risitas de los mayores cuando quiere nombrar algo y le sale una palabra ridícula, a veces animado por los propios mayores, como eso de  llamarle «popó» a la caca. Puede conocer algo y usarlo, pero no está preparado para saber qué es. Y cuando ya puede hablar y caminar y todo eso, sigue ocurriendo que el niño vive cosas que no está listo para vivir, porque no sabe exactamente en qué consisten y, por tanto, tampoco puede entenderlas.
 A mí, si me preguntan, diré que me pasaron cosas que no sabía explicar, y sentimientos a los que no sabía poner nombre, e hice algo que simplemente no sabía si era bueno o malo, y cuando lo supe ya era muy tarde. El daño es como un tumor: si uno lo identifica pronto y lo ataca quizá pueda salvarse, pero si no lo reconoce y sigue como si nada, cuando se dé cuenta ya es tarde para cualquier cosa. Es como meterse dentro de una hoguera; si no sientes calor, habrá un momento que incluso puedas sentir gusto, quizá en el momento justo antes de arder.
 Yo sólo ahora he empezado a odiar, y ni siquiera estoy muy convencido. Eso es lo peor de todo. Lo peor es que te pasan cosas cuando eres niño que tú no sabes qué son, y cuando te lo dicen ya no te queda odio, sólo una pena enorme. Y bien sabe Dios que es más peligrosa la pena que el odio, porque el odio puede destruir lo que odias, pero la pena lo destruye todo.

TEMA 4, del libro de texto. Actividades de ampliación y afianzamiento de los contenidos adquiridos.
Primero lee de modo activo (comprendiendo) la teoría de la parte de gramática de este tema  y después soluciona este ejercicio.
Cuando aprende a hablar, el niño regulariza todos los verbos. Dice *yo sabo en lugar de yo sé. Estos son los diez verbos que ofrecen mayor dificultad cuando adquirimos el idiomaver, saber, poner, volver, jugar, venir, caber, romper, devolver, volar
Escribe oraciones correctas con cada uno de ellos.



  Malaherba, capítulo 2. Hasta lo que hemos trabajado en el blog ¿Qué diferencias encuentras entre la relación de Tambú con su padre y la de Rebe?

(continúa)
 Al día siguiente nos enteramos de que papá había sufrido un «colapso». El doctor Iglesias, que era el padre de Martiño Iglesias Pernas, un niño alto Y gordo que daba bofetadas como panes, dijo «colapso» con el gesto sufrido de querer decirnos a Rebe y a mí algo más fuerte. Eso es algo que se nota en los médicos: tratan a los niños con tacto muy en contra de su voluntad. En realidad, querría habernos hablado de algo durísimo que demostrase que lo sabe todo. El infierno de los mayores con profesiones complicadas es tener que explicar cosas que pueda entender cualquiera. El doctor Iglesias no se había pasado media vida estudiando mientras sus amigos ·salían de noche para acabar resumiendo lo que sabe Dios pasa en el cuerpo de mi padre con un «colapso».
 -¿Confuso? -pregunté. Mamá me fulminó con la mirada.
 -No te entiendo -respondió el doctor.
 -Si papá está colapsado, confuso.
Se dio la vuelta sin contestarme y salió de la habitación agitando la bata como la cola de un pajari- to. Lo imaginé llegando a casa lo suficientemente soliviantado como para darle a Martiño Iglesias Pernas la orden de que me partiese la boca en el recreo. Papá estaba dormido. Supongo que el doctor habría querido decir «sedado», pero. nos dijo «dormido» casi escupiéndonos. Fue la primera vez que aprecié que mi padre era un hombre guapo y joven a su manera. Ya nos habían dicho que no sufriría secuelas, al menos no más de las que tenía de serie, y que en unos días regresaría a casa. Una de las cosas que más me impresionaban era el alivio de mi madre, mucho más tranquila que la tarde anterior, cuando Armando nos subió a Rebe y a mí al hospital. Estaba triste de una manera que solo puedo describir ahora, cuando sé lo que ocurre de verdad en los hospitales. Yo no he vuelto a pisar uno desde ese día, y si me pongo malo de verdad prefiero mil veces que me lleven a curarme a un cementerio, de donde al menos sé que no voy a tener quevolver.
 -Hay que cuidar a vuestro padre Y obligarlo a que se cuide -dijo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario