Especulador inmobiliario, mormón no practicante y editor sensacionalista, Sam Brannan esperaba deshacerse de algunos pantanales en California en 1848 cuando oyó rumores de que se habían descubierto pepitas de oro cerca de Sutter’s Mill, a 193 km de San Francisco. Brannan, que pensó que la noticia le haría vender más periódicos y que dispararía el valor de sus propiedades, publicó el rumor como cierto. Al principio la noticia no causó mucho revuelo pero Brannan insistió con otra historia, esta vez confesada en secreto por mormones que trabajaban en Sutter’s Mill. Y Brannan mantuvo su palabra corriendo por las calles de San Francisco con un frasco con pepitas de oro en la mano encomendadas a él como pago del diezmo a la Iglesia mormona, gritando “¡Oro en el American River!”.
Otros periódicos no tardaron en publicar artículos sobre “montañas de oro” halladas cerca de San Francisco. En 1850, el año que California se incorporó como el 31º estado al país, su población no nativa había subido de 15 000 a 93 000 habitantes. La mayoría de los recién llegados eran peruanos, australianos, chilenos y mexicanos, pero también buscadores chinos, irlandeses, hawaianos y franceses.
En las llanuras, después de un día de marcha, se ponían los carromatos en círculo, un hombre con un violín tomaba su lugar cerca de la fogata y allí mismo, en la pradera, los tenaces pioneros, después de ofrecer una oración, se tomaban de la mano y se ponían a bailar y a disfrutar de un entretenimiento que fomentaba el espíritu del Evangelio.
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