Caballeros 1

viernes, 9 de noviembre de 2018

La violencia de genero en la narrativa de finales del XIX.


En uno de sus relatos, Emilia Pardo Bazán cuenta la historia de una mujer de clase acomodada que plantó a su novio en el altar, ante el asombro y el escándalo de todos los invitados. Durante años, los vecinos especularon sobre las verdaderas razones por las que Micaela había tomado esta sorprendente decisión.
Mucho tiempo después contó a una amiga los auténticos motivos de su fuga. Micaela estaba ilusionada con su boda y avanzaba por el pasillo central hacia el altar ataviada con el clásico vestido blanco y un largo encaje que había pertenecido a la familia del novio. En mitad de su recorrido, el velo se enganchó con algún saliente y ella tiró levemente de él. El viejo encaje se desgarró y en el momento en que ella recobraba la compostura advirtió la mirada airada del novio y sus labios contraídos. Sintió en su pecho, mucho más que si la hubiese pronunciado, la completa desaprobación del que iba a ser su marido. En ese momento, Micaela, comprendió la vida que le esperaba y decidió pronunciar un rotundo no que dejó petrificados a los invitados
https://elpais.com/diario/2011/02/05/andalucia/1296861728_850215.html
Doña Emilia Pardo Bazán vivía su sexualidad y su apasionado amor como si fuera un hombre... pero había tenido la desgracia de nacer mujer. La coruñesa luchaba contra un enemigo invisible que no era siquiera el sexo que se opone, sino una sociedad entera, unida por los prejuicios y la falta de justicia, una presunción de oportunidad: hasta que no se demuestre lo contrario, la mujer merece lo mismo que el hombre. "Lo único que creo que se debe en justicia a la mujer es la desaparición de la incapacidad congénita con que la sociedad la hiere. Iguálense las condiciones, y la libre evolución hará lo demás". Esta frase bien podría servir para contestar los elogios de Clarín a la escritora, que aseguraba que era brillante ma la gloria non vedo, porque la gloria era un lugar reservado para los hombres; la mujer no podría igualarse al hombre nunca porque la inteligencia era también una condición del varón. "En este desgraciado país, incapaces los hombres de equipararse a las mujeres, se dedican a difamarlas", le confiesa Pardo Bazán a Pérez Galdó
https://elpais.com/elpais/2013/05/03/mujeres/1367558700_136755.html


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