El gran tema de La voz a ti debida es el AMOR, pero no un amor meramente anecdótico, sino EL AMOR COMO FUERZA PRODIGIOSA QUE DA PLENITUD A LA VIDA Y CONFIERE SENTIDO AL MUNDO; desde el comienzo Salinas nos presenta el amor como un IMPULSO COGNOSCITIVO PARA HACERSE CON LA REALIDAD ( en este caso, la de la amada). Da una visión antirromántica del hecho amoroso: la amada no es “la enemiga” que proporciona desdenes y frustración: el poeta nos presenta el amor como algo que enriquece al amante y a la amada: él intentará llegar al ser más íntimo, a la esencia femenina, desprovista de todo lo material o sensorial. En general, los poemas de La voz aluden a hechos o sensaciones vividas por el yo en época reciente, todas ellas gozosas o con la ambigüedad de placer/dolor propia del enamoramiento.
En esta fábula amorosa hay una “narración” en la que podemos distinguir tres tipos de poemas:
Los pertenecientes a la fábula, a lo acontecido en el terreno amoroso con una mujer real: “Ha sido, ocurrió, es verdad”, cuyo inicio es cronológicamente situable durante un mes de agosto en el que apareció “súbita, de pronto / porque sí, la alegría”.
En un segundo ámbito, hallamos la historia de un conocimiento a través del amor, en el que los sucesos permiten a sus protagonistas ir más lejos, saber y conocer más de sí mismos, aunque el amor puede entrar en crisis si la búsqueda es implacable: “Perdóname por ir así buscándote”.
Un tercer tipo de poemas se centra en la interpretación del sentido de la amada, del enamorado y del amor. Mientras ella es una mujer decidida, que no duda y se equivoca sólo al enamorarse del yo poético, éste duda, es misterio, sombra. Un ser cuya evolución se completa ante nuestra mirada desde que presagia la inminencia del amor, incrédulo ante su dicha: “No, no puedo creer / que seas para mí”; pasando por su felicidad en el gozo y la insatisfacción al comprobar que la posesión física no es suficiente por lo que reclama otra más espiritual que salve la experiencia cuando ésta termine.
En la obra vemos la lucha del amante para que la amada se transforme en el ser que él ha idealizado y, por otro, su constatación de la distancia psicológica que les separa: ella es plena actividad mundana; él, voz pasiva, anhelante de vivencias profundas. La felicidad del yo alterna con su desazón de verse ante un futuro incierto y en manos de una amada inconstante; ya que, salvando momentos de dicha en que la pareja alcanza el clímax de lo soñado, la inseguridad sume al enamorado en un estado de frustración, soledad y espera.
Según Dámaso Alonso, se observa en la obra una escala ascensional de doble vertiente: la que viene de la nada en donde estaba en potencia el amante antes del amor y le lleva a la gloria de la unión y la que cae desde esa altura a la desolación de las sombras. Bajo esta doble escala se entrecruzan otros temas como la preparación para la llegada de la amada, el júbilo de su encuentro, la búsqueda de la amante verdadera, el temor de la unión perfecta, el desasosiego del enamorado al comprobar la imposible totalización del amor, la sensación de fracaso al saber que no se podrá conocer a la mujer querida (totalmente espiritualizada, el poeta busca su alma, reflejada en el pronombre, despojada de actos y objetos materiales) y su dolorosa verdad: que ella es el simulacro de la otra, una falsificación. Proceso que se resume en tres fases: Gozo, Angustia en el gozo, Dolor y sombras.
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