Caballeros 1

sábado, 11 de diciembre de 2010

Las imágenes de la voz

La imaginería de la luz es característica, no solo de La voz a ti debida sino también de Razón de amor y de Largo lamento, obras que, juntas, completan la biografía amorosa de Salinas. En la primera composición de La voz a ti debida, el yo es una sombra solitaria que llegará a ver la luz con la amada; y, en la última, tras su experiencia, volverá a una existencia sombría esperando encarnarse de nuevo: “Y su afanoso sueño / de sombras, otra vez, será el retorno / a esta corporeidad mortal y rosa / donde el amor inventa su infinito”. La oposición sombra /luz enfrenta la ignorancia, la confusión, la incertidumbre a lo auténtico, a la verdad esencial. Observamos, por tanto, la imagen de los ojos luminosos de la amada: “De tus ojos, sólo de ellos, / sale la luz que te guía / los pasos” frente al amante que es identificado con las sombras, que espera la llegada del “tú” femenino visto como la luz; también la imagen tópica de la amada como luz emergiendo de lo oscuro: “Te conocí, repentina, / en ese desgarramiento / brutal de tiniebla y luz”; “y entonces viniste tú / de lo oscuro, iluminada”.
La sombra simboliza la incertidumbre de toda experiencia amorosa sobre la realidad del yo, del amor o la amada. Las sombras significan aspectos distintos según la evolución del proceso amoroso. Primero, el amante, antes de ser amado, es una sombra, sombra que llegará a ser luz (vida) sólo con la luz del amor de ella. Es decir, los dos antes de amarse, eran sombras que se encarnan al producirse el encuentro. Pasado un tiempo, el enamorado desechará el cuerpo de la amada y anhelará su alma. Dicha etapa se supera cuando el amante, cansado de abrazar sólo sombras, llama a la amada para de nuevo darles vida en una realidad palpable.
Salinas no sólo identifica a la amada con la luz sino que también la identifica con la Idea suprema de Belleza que se refleja en la hermosura de las cosas: “estás alta, ¡qué arriba”. Procede de J. Ramón Jiménez la visión de la amada como mujer superior, ideal, estilizada…, que Salinas completa al sensualizarla y superar el conflicto cuerpo-espíritu.
Otras imágenes que hacen su aparición son: la idea del sueño aparece como imagen de lo intangible de la realidad engañosa; la imagen de un elemento circular – anillo/reloj de pulsera- cuya presión hace sentir el paso de la sangre como fuerza del amor; lo horizontal que simboliza lo armonioso en el amor frente a lo perturbador de las verticales: “Horizontal, sí, te quiero”, pero también la muerte: “tendida ya, paralela, / en la muerte o en le beso”. El amor corresponde a momentos de máximo espacio vital: está en relación directa con el horizonte. Salinas prefiere la imagen de la horizontalidad como expresión del amor humano, frente a Fray Luis de León y San Juan de la Cruz que son “poetas de espiritualidad vertical”; el uso del espejo, símbolo negativo como instrumento que ofrece la imagen externa, superficial y falsa de la amada; la dualidad de la amada elige el símbolo de la careta o máscara: “se caerá por el suelo, / ingrávida careta / inútil ya la risa”. Debemos mencionar también, el uso abundantísimo de los pronombres personales, como esencia de la personalidad. Los pronombres son, para el poeta, lo que está por debajo de los nombres. En nuestra terminología, el alma: lo más íntimo de un ser. El poeta subraya el dualismo existencial de la amada designando a la verdadera con el tú pronominal. La otra, nominal, es una falsa tú.
Además, aparecen una serie de símbolos personales: el desnudo (que representaría lo esencial, lo verdadero); la oposición alto /hondo, en relación con el mundo ideal frente al real, más superficial. Con el fin de mostrar este símbolo de lo hondo, muy grato para él, utiliza locuciones como detrás, más allá, al otro lado, que son reminiscencias de Proust, y son indicativas de la búsqueda de lo más esencial, de lo desconocido que hay detrás de los seres; ya que el amor es un proceso intencional que va más allá de lo que se ama.

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