El asalto al capitolio por parte de los seguidores de Trump obedece, sin duda, a un dantesco ejercicio de masculinidad.
La actitud de todos estos hombres (blancos) cabreados a los que se refiere Michael Kimmel es la de pensar que la idea del mundo, la realidad, les pertenece y que están obligados a defender un orden que otras personas con sus demandas, o sus simples existencias, están tratando de resquebrajar.
Ese argumento tan utilizado de que el mundo se va a la mierda.
Cuando lo que sucede es que el mundo ha sido, es y será diverso.
Por eso hablan de manera constante de traer de vuelta (bring back) determinadas cosas que sienten que se están perdiendo.
Hay que traer de vuelta una serie de valores que son los que configuran la identidad de una nación y por tanto también las identidades individuales.
Cuando dicen que hay que devolver algo a América lo que realmente están diciendo es que se les devuelva algo a ellos.
Algo debido.
Los seguidores de Trump cultivan la ira hacia todo lo que consideran una amenaza porque cuestiona sus privilegios.
Hacia las mujeres feministas, hacia la disidencia sexual, hacia las personas migrantes, hacia lo no blanco, hacia los animales y hacia el medio ambiente.
Todo lo que te quita poder porque te obliga a pensar tu lugar en el planeta.
Estos hombres se sienten interpelados a restituir algo y colocarlo donde estaba porque ese lugar es en el que todo tiene que estar.
Un lugar creado por unos cuantos sin contar con los demás.
Que Trump y sus seguidores se nieguen a aceptar una derrota porque perder, para los hombres, jamás es una posibilidad.
Reconocer que has perdido es reconocer que eres vulnerable.
Es una humillación y no hay nada más peligroso que un hombre humillado.
No tenemos que irnos a miles de kilómetros para ver estos ejemplos, aquí en España tenemos a la ultraderecha que, cual modelo y resorte, funciona de la misma manera.
Como ese amigo en el bar que te da la razón y te dice que la culpa de todo es de los otros, de esos que se quieren cargar la familia, de esas que quieren vengarse de los hombres, de aquellos que vienen a quitarte tu trabajo, de los que quieren acabar con la tradición de torturar animales, de los alarmistas que hablan del cambio climático.
En España tenemos al fascismo para el que la democracia es un impedimento para llevar a cabo sus intereses.
Por eso antifascistas siempre.
Nada que traer de vuelta.
Nada que admirar en estos hombres.
El futuro será libre.
O no será.
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