JUAN LOSA
En Publico. (http://www.publico.es/culturas/emilia-pardo-bazan-puta-planto.html)
Puta,
marimacho, gorda, fea… estas son sólo algunas de las lindezas que desde sus
tribunas maceradas en humo de pipa y ranciedad dedicaron nuestros ilustres
académicos a la inefable Emilia Pardo Bazán.
La gallega fue declarada culpable por sus señorías, como lo oyen, culpable de
ser mujer, escribir y —tremenda osadía se viene— querer ser reconocida por
ello. Hasta en tres ocasiones fue rechazada su candidatura para ingresar en la
Real Academia de la Lengua, hasta en tres ocasiones recibió un portazo como
respuesta por parte de los Clarín, los Zorrilla o los Valera, este último,
por cierto, en un alarde de agudeza machirula denegó
su ingreso porque "su trasero no cabría en un sillón de la
RAE".
¿Amedrentó esto a la autora de Los Pazos de Ulloa? ¿Disuadió su anhelo de significación? ¿Se arredró acaso? Si dudan es que no conocen a la Pardo Bazán. “Ella era como le daba la gana”, despacha Noelia Adánez, responsable del texto de Emilia, y que cuenta con la dirección de Anna R. Costa y la interpretación de Pilar Gómez. Una obra que da inicio a la trilogía Mujeres que se atreven con la que el Teatro del Barrio rinde tributo y reivindica la figura de mujeres relevantes que lucharon porque la sociedad les reconociera como iguales.
¿Amedrentó esto a la autora de Los Pazos de Ulloa? ¿Disuadió su anhelo de significación? ¿Se arredró acaso? Si dudan es que no conocen a la Pardo Bazán. “Ella era como le daba la gana”, despacha Noelia Adánez, responsable del texto de Emilia, y que cuenta con la dirección de Anna R. Costa y la interpretación de Pilar Gómez. Una obra que da inicio a la trilogía Mujeres que se atreven con la que el Teatro del Barrio rinde tributo y reivindica la figura de mujeres relevantes que lucharon porque la sociedad les reconociera como iguales.
“No me explico de dónde sacaba la fuerza
moral para enfrentarse a todos ellos”
La faceta como
feminista De Emilia Pardo Bazán es uno de los rasgos más progresistas de la
trayectoria personal de la autora, pues en este terreno se alejó notoriamente
del conservadurismo de su ideología político-social. Ella misma se autocalificaba
en 1915 como “radical feminista” y realmente ese tipo de planteamientos, tan
poco comunes y tan rompedores en la España de la Restauración, la escritora no
solamente los defendió en su obra, sino que también los puso en práctica
inequívocamente a lo largo de su vida. En primer lugar porque consiguió, de
forma fundamentalmente autodidacta, una formación intelectual totalmente
inusual en las mujeres de su época. De extraordinaria energía fue una voraz
lectora y tuvo una curiosidad intelectual enorme y aunque básicamente hoy se la
recuerda por su obra de ficción, ya se trate de novelas o cuentos, también
practicó otros muchos géneros: periodismo, crónicas de viajes, crítica e
historia literaria, biografías de personajes históricos o santos, libros de cocina,
al margen del teatro y la poesía. A fuerza de trabajo y perseverancia consiguió
hacerse un espacio en un terreno exclusivamente masculino, el de las letras
españolas. No obstante, su condición femenina le acarreó no pocas
discriminaciones, como el rechazo a su candidatura a la Real Academia de la
Lengua en 1889, o las feroces críticas que recibió en determinados momentos.
Además, fue una convencida cosmopolita y, junto con el francés que adquirió
durante su infancia en el Colegio Francés de Madrid, aprendió el inglés y el
alemán para poder leer en su propia lengua a diversos autores. Sus continuos
viajes y estancias en el extranjero le permitieron entrar en contacto con la
intelectualidad y los círculos literarios de otros países (Francia, Italia,
Alemania, Austria,…) y difundió en España la mejor literatura de su época12.
También fue una divulgadora de alguna de las grandes corrientes intelectuales
del momento.
A lo que en el siglo XIX se llamó la “cuestión de la mujer”
la Pardo Bazán dedicó un buen número de páginas en varios trabajos teóricos y
diversos artículos periodísticos15. Según doña Emilia la mujer española estaba
anclada en un modelo tradicional, de total inferioridad y dependencia con
respecto al varón. A la mujer se le había hurtado los derechos y libertades
logrados por el hombre con el liberalismo y se la había apartado de todas las
facetas relacionadas con el ámbito público. Carecía de destino propio, pues su
función primordial era cuidar del padre, hermano, esposo e hijos y si éstos no
existiesen de la “entidad abstracta del género masculino”. Toda la educación
femenina se encaminaba al cumplimiento de esta misión, con lo que se convertía
a las mujeres en seres sin ninguna formación. De hecho, la ignorancia femenina
no se consideraba un demérito, sino más bien todo lo contrario. La falta de
instrucción tenía consecuencias muy negativas tanto en el ámbito privado como
en el público. No sólo no permitía que las mujeres pudiesen valerse por sí
mismas, consiguiendo una independencia económica, sino que impedía una relación
plena de pareja, dada la imposibilidad de comunicación intelectual entre los
cónyuges. Al mismo tiempo, el inmovilismo en el que se mantenía a la mujer era
para la condesa una de las razones fundamentales del atraso español16 . La
situación era especialmente grave en el caso de las mujeres de la burguesía o
clase media, grupo social que según Pardo Bazán era difícil de definir, dada la
imprecisión de sus límites. En él cabía desde: “la mujer del opulento
fabricante –que es clase media sólo porque no es aristocracia- hasta la mujer
del telegrafista o del subteniente –que es clase media sólo porque no es
pueblo. Se necesita para precisar algo la clasificación (aunque sea basándose
en circunstancias externas), decir que pertenece a la burguesía la mujer que no
viste como el pueblo, que paga un criado o criada que la sirva, posee una
salita donde recibir a quien la visite etc., etc. El menor cargo oficial en la
familia, el pretexto más leve, basta a la mujer española para ingresar en el
número de las señoras o señoritas y salir de las filas del pueblo propiamente
dicho”17 . Hacia este grupo social la condesa dirigió sus críticas más feroces,
pues consideraba que la mujer burguesa no servía “para cosa alguna”. Su
horizonte mental no pasaba más allá de conseguir un “buen marido”, que a ser
posible le permitiese escalar socialmente. A las “señoritas” se las mantenía en
una “perpetua infancia” y nunca lograban alcanzar una auténtica madurez
personal, pues primero dependían del padre y más tarde del marido o hermano. Su
incultura llegaba a extremos ridículos, hasta el punto de que no sabían valerse
por sí mismas en la situación más elemental. Mucho más benevolente fue su
descripción sobre los miembros femeninos de la aristocracia. Aunque no dejó de
denunciar la frivolidad de algunas de las mujeres de la clase alta, también
salió en la defensa de este grupo cuando determinados escritores como Pereda
las desacreditaron en alguna de sus novelas –Las Montálvez-. Deseaba que se les
fomentase una mayor preparación intelectual, pues consideraba demasiado
superficial su educación, pero en general la balanza se inclinaba a su favor y
en su obra hay numerosos homenajes hacia mujeres de la clase social con la que
se identificaba doña Emilia. De igual forma fue bastante benevolente con las
mujeres de las clases populares, ya viviesen en la ciudad o en el medio rural.
Las presentó como ingenuas e ignorantes, pero su pobreza les había conducido a
algo muy positivo para doña Emilia: su dedicación al trabajo. La condesa
siempre defendió el trabajo femenino en cualquier ámbito, pues como convencida
feminista pensaba que la mujer podía realizar las mismas funciones que el
varón. Únicamente factores culturales se lo impedían. El remedio para acabar
con la inferioridad femenina y convertir a la mujer en un sujeto pleno, con
destino propio, pasaba por proporcionarle una educación, había que acabar con
la dualidad de principios que regía la instrucción de los dos sexos18. Estos
argumentos fueron expuestos en varias conferencias y ensayos y aparecen también
de forma más indirecta en su obra de ficción19. Sin confesar expresamente su
propósito, en las protagonistas femeninas de algunas novelas incluso llegó a
dibujar cómo había de ser la nueva mujer por la que ella abogaba20. En sus
cuentos básicamente lo que se observa es una crítica a la situación en la que
se mantiene a la mujer, se denuncia la desigualdad de la que es objeto y la
dependencia sicológica y económica que sufre con respecto al varón.
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