Apolo quiso competir con Eros en el arte de lanzar flechas. Eros, molesto por la arrogancia de Apolo, ideó vengarse de él y para ello le arrojó una flecha de oro, que causaba un amor inmediato a quien hiriere. También hirió a la ninfa Dafne con una flecha de plomo, que causaba el rechazo amoroso. Así que cuando Apolo vio un día a Dafne se sintió herido de amor y se lanzó en su persecución. Pero Dafne, que sufría el efecto contrario, huyó de él. Y la ninfa corrió y corrió hasta que agotada pidió ayuda a su padre, el río Peneo, el cual determinó convertir a Dafne en laurel. Cuando Apolo alcanzó a Dafne, ésta iniciaba la transformación: su cuerpo se cubrió de dura corteza, sus pies fueron raíces que se hincaban en el suelo y su cabello se llenó de hojas. Apolo se abrazó al árbol y se echó a llorar. Y dijo: «Puesto que no puedes ser mi mujer, serás mi árbol predilecto y tus hojas, siempre verdes, coronarán las cabezas de las gentes en señal de victoria».
La transformación la relata Ovidio en Las metamorfosis. Este mito ilustra el origen de uno de los símbolos típicos del dios, la corona de laurel, con la que son agasajados poetas y deportistas.
Bermejazo platero de las cumbres,
A cuya luz se espulga la canalla,
La ninfa Dafne, que se afufa y calla,
Si la quieres gozar, paga y no alumbres.
Si quieres ahorrar de pesadumbres,
Ojo del cielo, trata de compralla:
En confites gastó Marte la malla,
Y la espada en pasteles y en azumbres.
Volvióse en bolsa Júpiter severo;
Levantóse las falda la doncella
Por recogerle en lluvia de dinero.
Astucia fue de alguna dueña estrella,
Que de estrella sin dueña no lo infiero:
Febo, pues eres sol, sírvete de ella.
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«Tras
vos un Alquimista va corriendo,
Dafne, que llaman Sol ¿y vos, tan cruda? Vos os volvéis murciégalo sin duda, Pues vais del Sol y de la luz huyendo. »Él os quiere gozar a lo que entiendo Si os coge en esta selva tosca y ruda, Su aljaba suena, está su bolsa muda, El perro, pues no ladra, está muriendo. »Buhonero de signos y Planetas, Viene haciendo ademanes y figuras Cargado de bochornos y Cometas.» Esto la dije, y en cortezas duras De Laurel se ingirió contra sus tretas, Y en escabeche el Sol se quedó a oscuras. |
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