1.-
Explica las características del período Neoclásico en este texto de Larra.
El calavera
de buen tono es el tipo de la civilización, el emblema del siglo
XIX. Perteneciendo a la primera clase de la sociedad, o debiendo a su mérito y
a su carácter la introducción en ella, ha recibido una educación esmerada;
dibuja con primor y toca un instrumento; filarmónico nato, dirige el aplauso en
la ópera, y le dirige siempre a la más graciosa o a la más sentimental; más de
una mala cantatriz le es deudora de su boga; se ríe de los actores españoles y
acaudilla las silbas contra el verso; sus carcajadas se oyen en el teatro a
larga distancia; por el sonido se le encuentra; reside en la luneta al
principio del espectáculo, donde entra tarde en el paso más crítico y del cual
se va temprano; reconoce los palcos, donde habla muy alto, y rara noche se
olvida de aparecer un momento por la tertulia a asestar su doble anteojo a la banda opuesta.
Maneja bien las armas y se bate a menudo, semejante en eso al temerón, pero siempre con fortuna y a
primera sangre; sus duelos rematan en almuerzo, y son siempre por poca cosa.
Monta a caballo y atropella con gracia a la gente de a pie; habla el francés,
el inglés y el italiano; saluda en una lengua, contesta en otra, cita en las tres;
sabe casi de memoria a Paul de Kock, ha leído a Walter Scott, a D’Arlincourt, a
Cooper, no ignora a Voltaire, cita a Pigault-Lebrun, mienta a Ariosto y habla
con desenfado de los poetas y del teatro. Baila bien y baila siempre. Cuenta
anécdotas picantes, le suceden cosas raras, habla deprisa y tiene «salidas».
Todo el mundo sabe lo que es tener «salidas». Las suyas se cuentan por todas partes; siempre son originales; en los casos en que él se
ha visto sólo él hubiera hecho, hubiera respondido aquello. Cuando ha dicho una
gracia tiene el singular tino de marcharse inmediatamente; esto prueba gran
conocimiento; la última impresión es la mejor de esta suerte, y todos pueden
quedar riendo y diciendo además de él: «¡Qué cabeza! ¡Es mucho Fulano!».
No tiene formalidad, ni vuelve visitas, ni cumple palabras;
pero de él es de quien se dice: «¡Cosas de Fulano!». Y el hombre que llega a
tener «cosas» es libre, es independiente. Niéguesenos, pues, ahora que se
necesita talento y buen juicio para ser calavera. Cuando otro falta a una mujer, cuando otro es
insolente, él es sólo atrevido, amable; las bellas que se enfadarían con otro,
se contentan con decirle a él: «¡No sea usted loco! ¡Qué calavera! ¿Cuándo ha
de sentar usted la cabeza?»
Cuando se concede que un hombre está loco, ¿cómo es posible
enfadarse con él? Sería preciso ser más loca todavía.
Dichoso aquel a quien llaman las mujeres calavera, porque el bello sexo gusta
sobremanera de toda especie de fama; es preciso conocerle, fijarle, probar a
sentarle, es una obra de caridad. El calavera de buen tono es, pues, el adorno primero del
siglo, el que anima un círculo, el cupido de las damas, l’enfant gâtéde la sociedad y de las
hermosas.
Es el único que ve el mundo y sus cosas en su verdadero
punto de vista; desprecia el dinero, le juega, le pierde, le debe, pero siempre
noblemente y en gran cantidad; trata, frecuenta, quiere a alguna bailarina o a
alguna operista; pero amores volanderos. Mariposa ligera, vuela de flor en
flor. Tiene algún amor sentimental y no está nunca sin intrigas, pero intrigas
de peligro y consecuencias; es el terror de los padres y de los maridos. Sabe
que, semejante a la moneda, sólo toma su valor de su curso y circulación, y por
consiguiente no se adhiere a una mujer sino el tiempo necesario para que se
sepa. Una vez satisfecha la vanidad, ¿qué podría hacer de ella? El estancarse
sería perecer; se creería falta de recursos o de mérito su constancia. Cuando
su boga decae, la reanima con algún escándalo ligero; un escándalo es para la
fama y la fortuna del calavera un
leño seco en la lumbre; una hermosa ligeramente comprometida, un marido batido
en duelo son sus despachos y su pasaporte; todas le obsequian, le pretenden, se
le disputan. Una mujer arruinada por él es un mérito contraído para con las
demás. El hombre no calavera,
el hombre de talento y juicio se enamora, y por
consiguiente es víctima de las mujeres; por el contrario las mujeres son las
víctimas del calavera.
Dígasenos ahora si el hombre de talento y juicio no es un necio a su lado
2.-
Realiza un esquema de la prosa neoclásica.
3. A
partir del fragmento, contesta a las siguientes preguntas:
a.) Tema
del fragmento. Relaciónalo con la materia impartida esta evaluación.
b.) Rasgos
románticos de la historia de Quasimodo. Explica mediante un texto expositivo.
Quasimodo
era un niño jorobado que fue abandonado al nacer cerca de la catedral
de Nuestra Señora de París, y
habitaba en la catedral de Notre Dame, tocando las campanas. Supuestamente era
hijo de una gitana. Sólo podía utilizar un ojo, ya que el otro lo tenía casi
bloqueado por la deformidad de su rostro, y quedó casi sordo por el tañer de
las campanas de la catedral, de los cuales él se encargaba y las cuales
significaban todo para él, antes de conocer a la joven gitana Esmeralda, de
quien se enamora por ser ella la primera que le mostró bondad.
Quasimodo
era odiado por el pueblo de París por causa de su deformidad, por lo cual posee
un carácter tímido y retraído. Sin embargo, posee una gran valentía, astucia y
un corazón noble. Antes de Esmeralda, la única persona importante para él era
el archidiácono Frollo, quien lo adoptó cuando fue abandonado en la catedral
entre los niños expósitos.
Durante
las acciones más importantes de la novela, él aún no ha cumplido los veinte
años. Victor Hugo lo describe físicamente como un hombre de gran tamaño y
fuerza y una gran agilidad a pesar de sus defectos físicos, la cual podría ser
el producto del ejercicio que realiza constantemente trepando por las torres de
Notre Dame y los techos de los alrededores, si bien no sale mucho de la
catedral. Su cabello es muy rojizo y, si bien no se lo aclara en el libro, se
ha interpretado que sus ojos podían ser azules. Por esto se cree que tal vez no
era hijo de una gitana, sino que había sido raptado por una o, quizás, dejado a
su cuidado.
El
final de Quasimodo es sumamente dramático: cuando ve, desde lo alto de Notre
Dame, que Esmeralda es asesinada y él no podrá llegar a tiempo para salvarla,
su alma se entristece y decide morir junto a ella después de asesinar al cruel
archidiácono que la asesinó.
Una de
las características más importantes sobre él es el cariño que siente por la catedral
de Notre Dame de París, en donde vive. Victor Hugo describe esta relación como
si el campanero y la catedral fueran una sola alma unificada. Es allí en donde
Quasimodo tiene su refugio del mundo que lo repudia injustamente.
Es sin
duda uno de los personajes más importantes en la literatura francesa (y la
literatura en general). Su historia ha llamado la atención de diversos
directores que han adaptado Nuestra Señora de París al cine. Incluso Disney
hizo en los noventa su propia versión de la historia, llamada El jorobado de Notre Dame, en donde se resalta el lado sensible y el buen corazón del
personaje. Esta película infantil revela la pureza en el alma de Quasimodo,
adornando al personaje con buenas actitudes, además de modificar el final de la
obra, encontrándose Quasimodo y Esmeralda vivos.
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