Caballeros 1

viernes, 10 de noviembre de 2017

Examen Romanticismo, 4º de ESO

Todas las preguntas se valorarán sobre 2`5 puntos.
 1.- Explica que características del período neoclásico encontramos en el siguiente texto dramático.
EL SÍ DE LAS NIÑAS de Leandro Fernández de Moratín
DON DIEGO.-   ¿Qué siente usted?  (Siéntase junto a DOÑA FRANCISCA.) 
DOÑA FRANCISCA.-   No es nada… Así un poco de… Nada… no tengo nada.
DON DIEGO.-   Algo será, porque la veo a usted muy abatida, llorosa, inquieta… ¿Qué tiene usted, Paquita? ¿No sabe usted que la quiero tanto?
DOÑA FRANCISCA.-   Sí, señor.
DON DIEGO.-   Pues ¿por qué no hace usted más confianza de mí? ¿Piensa usted que no tendré yo mucho gusto en hallar ocasiones de complacerla?
DOÑA FRANCISCA.-   Ya lo sé.
DON DIEGO.-   ¿Pues cómo, sabiendo que tiene usted un amigo, no desahoga con él su corazón?
DOÑA FRANCISCA.-   Porque eso mismo me obliga a callar.
DON DIEGO.-   Eso quiere decir que tal vez soy yo la causa de su pesadumbre de usted.
DOÑA FRANCISCA.-   No, señor; usted en nada me ha ofendido… No es de usted de quien yo me debo quejar.
DON DIEGO.-   Pues ¿de quién, hija mía?… Venga usted acá…  (Acércase más.)  Hablemos siquiera una vez sin rodeos ni disimulación… Dígame usted: ¿no es cierto que usted mira con algo de repugnancia este casamiento que se la propone? ¿Cuánto va que si la dejasen a usted entera libertad para la elección no se casaría conmigo?
DOÑA FRANCISCA.-   Ni con otro.
DON DIEGO.-   ¿Será posible que usted no conozca otro más amable que yo, que la quiera bien, y que la corresponda como usted merece?
DOÑA FRANCISCA.-   No, señor; no, señor.
DON DIEGO.-   Mírelo usted bien.
DOÑA FRANCISCA.-   ¿No le digo a usted que no?
DON DIEGO.-   ¿Y he de creer, por dicha, que conserve usted tal inclinación al retiro en que se ha criado, que prefiera la austeridad del convento a una vida más…?
DOÑA FRANCISCA.-   Tampoco; no señor… Nunca he pensado así.
DON DIEGO.-   No tengo empeño de saber más… Pero de todo lo que acabo de oír resulta una gravísima contradicción. Usted no se halla inclinada al estado religioso, según parece. Usted me asegura que no tiene queja ninguna de mí, que está persuadida de lo mucho que la estimo, que no piensa casarse con otro, ni debo recelar que nadie dispute su mano… Pues ¿qué llanto es ése? ¿De dónde nace esa tristeza profunda, que en tan poco tiempo ha alterado su semblante de usted, en términos que apenas le reconozco? ¿Son éstas las señales de quererme exclusivamente a mí, de casarse gustosa conmigo dentro de pocos días? ¿Se anuncian así la alegría y el amor?  (Vase iluminando lentamente la escena, suponiendo que viene la luz del día.) 
DOÑA FRANCISCA.-   Y ¿qué motivos le he dado a usted para tales desconfianzas?
DON DIEGO.-   ¿Pues qué? Si yo prescindo de estas consideraciones, si apresuro las diligencias de nuestra unión, si su madre de usted sigue aprobándola y llega el caso de…
DOÑA FRANCISCA.-   Haré lo que mi madre me manda, y me casaré con usted.
DON DIEGO.-   ¿Y después, Paquita?
DOÑA FRANCISCA.-   Después… y mientras me dure la vida, seré mujer de bien.
DON DIEGO.-   Eso no lo puedo yo dudar… Pero si usted me considera como el que ha de ser hasta la muerte su compañero y su amigo, dígame usted: estos títulos ¿no me dan algún derecho para merecer de usted mayor confianza? ¿No he de lograr que usted me diga la causa de su dolor? Y no para satisfacer una impertinente curiosidad, sino para emplearme todo en su consuelo, en mejorar su suerte, en hacerla dichosa, si mi conato y mis diligencias pudiesen tanto.
DOÑA FRANCISCA.-   ¡Dichas para mí!… Ya se acabaron.
DON DIEGO.-   ¿Por qué?
DOÑA FRANCISCA.-   Nunca diré por qué.
DON DIEGO.-   Pero ¡qué obstinado, qué imprudente silencio!… Cuando usted misma debe presumir que no estoy ignorante de lo que hay.
DOÑA FRANCISCA.-   Si usted lo ignora, señor Don Diego, por Dios no finja que lo sabe; y si en efecto lo sabe usted, no me lo pregunte.
DON DIEGO.-   Bien está. Una vez que no hay nada que decir, que esa aflicción y esas lágrimas son voluntarias, hoy llegaremos a Madrid, y dentro de ocho días será usted mi mujer.
DOÑA FRANCISCA.-   Y daré gusto a mi madre.
DON DIEGO.-   Y vivirá usted infeliz.
DOÑA FRANCISCA.-   Ya lo sé.
DON DIEGO.-   Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien a una niña: enseñarla a que desmienta y oculte las pasiones más inocentes con una pérfida disimulación. Las juzgan honestas luego que las ven instruidas en el arte de callar y mentir. Se obstinan en que el temperamento, la edad ni el genio no han de tener influencia alguna en sus inclinaciones, o en que su voluntad ha de torcerse al capricho de quien las gobierna. Todo se las permite, menos la sinceridad. Con tal que no digan lo que sienten, con tal que finjan aborrecer lo que más desean, con tal que se presten a pronunciar, cuando se lo mandan, un sí perjuro, sacrílego, origen de tantos escándalos, ya están bien criadas, y se llama excelente educación la que inspira en ellas el temor, la astucia y el silencio de un esclavo.
DOÑA FRANCISCA.-   Es verdad… Todo eso es cierto… Eso exigen de nosotras, eso aprendemos en la escuela que se nos da… Pero el motivo de mi aflicción es mucho más grande.
2.- Realiza un esquema de la lírica romántica.
3.- A partir de este fragmento de una entrada de la Wikipedia, contesta a las siguientes preguntas :
                a.) Tema del fragmento. Relacionalo con la materia impartida esta evaluación.
                b.) ¿Ves alguna relación entre el Don Juan de zorrilla y la construcción romántica del vampiro? Explícla mediante un texto expositivo.
La presencia de los vampiros en la literatura abarca un campo literario centrado en torno a la figura del vampiro y los elementos asociados a la misma, con diversas variantes. Aunque figuras y personajes vampíricos con diversos rasgos han aparecido en la mitología, la cultura oral y la literatura desde la antigüedad la primera aparición del vampiro literario moderno se produjo en las baladas góticas del siglo XVIII, saltando al ámbito de la novela con The Vampyre de Polidori (1819) y posteriormente se popularizaría como figura de los relatos de terror. La historia de Carmilla (1872) de Sheridan Le Fanu resultó muy influyente en el género, así como para perfilar la imagen del vampiro gótico, pero sin duda la obra maestra y completa del género es Drácula de Bram Stoker (1897). Desde el siglo XX las historias de vampiros se han diversificado, no sólo aportando elementos nuevos, sino también introduciendo elementos de otros géneros como las novelas de suspenso, fantasíaciencia ficción y otros géneros menos habituales. Además de las tradicionales criaturas no muertas bebedoras de sangre, el vampirismo se ha extendido a otro tipo de seres como alienígenas o incluso animales. Otros “vampiros” de ficción se alimentan de energía vital en lugar de sangre.


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