1.- Explica que
características del período neoclásico encontramos en el siguiente texto
dramático.
EL SÍ DE LAS NIÑAS de Leandro Fernández de Moratín
DON DIEGO.- ¿Qué siente usted?
(Siéntase junto a DOÑA FRANCISCA.)
DOÑA FRANCISCA.- No es nada… Así un
poco de… Nada… no tengo nada.
DON DIEGO.- Algo será, porque la
veo a usted muy abatida, llorosa, inquieta… ¿Qué tiene usted, Paquita? ¿No sabe
usted que la quiero tanto?
DOÑA FRANCISCA.- Sí, señor.
DON DIEGO.- Pues ¿por qué no hace
usted más confianza de mí? ¿Piensa usted que no tendré yo mucho gusto en hallar
ocasiones de complacerla?
DOÑA FRANCISCA.- Ya lo sé.
DON DIEGO.- ¿Pues cómo, sabiendo
que tiene usted un amigo, no desahoga con él su corazón?
DOÑA FRANCISCA.- Porque eso mismo
me obliga a callar.
DON DIEGO.- Eso quiere decir que
tal vez soy yo la causa de su pesadumbre de usted.
DOÑA FRANCISCA.- No, señor; usted
en nada me ha ofendido… No es de usted de quien yo me debo quejar.
DON DIEGO.- Pues ¿de quién, hija
mía?… Venga usted acá… (Acércase más.) Hablemos
siquiera una vez sin rodeos ni disimulación… Dígame usted: ¿no es cierto que
usted mira con algo de repugnancia este casamiento que se la propone? ¿Cuánto
va que si la dejasen a usted entera libertad para la elección no se casaría
conmigo?
DOÑA FRANCISCA.- Ni con otro.
DON DIEGO.- ¿Será posible que usted
no conozca otro más amable que yo, que la quiera bien, y que la corresponda
como usted merece?
DOÑA FRANCISCA.- No, señor; no,
señor.
DON DIEGO.- Mírelo usted bien.
DOÑA FRANCISCA.- ¿No le digo a
usted que no?
DON DIEGO.- ¿Y he de creer, por
dicha, que conserve usted tal inclinación al retiro en que se ha criado, que
prefiera la austeridad del convento a una vida más…?
DOÑA FRANCISCA.- Tampoco; no señor…
Nunca he pensado así.
DON DIEGO.- No tengo empeño de
saber más… Pero de todo lo que acabo de oír resulta una gravísima
contradicción. Usted no se halla inclinada al estado religioso, según parece.
Usted me asegura que no tiene queja ninguna de mí, que está persuadida de lo
mucho que la estimo, que no piensa casarse con otro, ni debo recelar que nadie
dispute su mano… Pues ¿qué llanto es ése? ¿De dónde nace esa tristeza profunda,
que en tan poco tiempo ha alterado su semblante de usted, en términos que
apenas le reconozco? ¿Son éstas las señales de quererme exclusivamente a mí, de
casarse gustosa conmigo dentro de pocos días? ¿Se anuncian así la alegría y el
amor? (Vase iluminando lentamente la escena, suponiendo que
viene la luz del día.)
DOÑA FRANCISCA.- Y ¿qué motivos le
he dado a usted para tales desconfianzas?
DON DIEGO.- ¿Pues qué? Si yo
prescindo de estas consideraciones, si apresuro las diligencias de nuestra
unión, si su madre de usted sigue aprobándola y llega el caso de…
DOÑA FRANCISCA.- Haré lo que mi
madre me manda, y me casaré con usted.
DON DIEGO.- ¿Y después, Paquita?
DOÑA FRANCISCA.- Después… y
mientras me dure la vida, seré mujer de bien.
DON DIEGO.- Eso no lo puedo yo
dudar… Pero si usted me considera como el que ha de ser hasta la muerte su
compañero y su amigo, dígame usted: estos títulos ¿no me dan algún derecho para
merecer de usted mayor confianza? ¿No he de lograr que usted me diga la causa
de su dolor? Y no para satisfacer una impertinente curiosidad, sino para
emplearme todo en su consuelo, en mejorar su suerte, en hacerla dichosa, si mi
conato y mis diligencias pudiesen tanto.
DOÑA FRANCISCA.- ¡Dichas para mí!…
Ya se acabaron.
DON DIEGO.- ¿Por qué?
DOÑA FRANCISCA.- Nunca diré por
qué.
DON DIEGO.- Pero ¡qué obstinado,
qué imprudente silencio!… Cuando usted misma debe presumir que no estoy
ignorante de lo que hay.
DOÑA FRANCISCA.- Si usted lo
ignora, señor Don Diego, por Dios no finja que lo sabe; y si en efecto lo sabe
usted, no me lo pregunte.
DON DIEGO.- Bien está. Una vez que
no hay nada que decir, que esa aflicción y esas lágrimas son voluntarias, hoy
llegaremos a Madrid, y dentro de ocho días será usted mi mujer.
DOÑA FRANCISCA.- Y daré gusto a mi
madre.
DON DIEGO.- Y vivirá usted infeliz.
DOÑA FRANCISCA.- Ya lo sé.
DON DIEGO.- Ve aquí los frutos de
la educación. Esto es lo que se llama criar bien a una niña: enseñarla a que
desmienta y oculte las pasiones más inocentes con una pérfida disimulación. Las
juzgan honestas luego que las ven instruidas en el arte de callar y mentir. Se
obstinan en que el temperamento, la edad ni el genio no han de tener influencia
alguna en sus inclinaciones, o en que su voluntad ha de torcerse al capricho de
quien las gobierna. Todo se las permite, menos la sinceridad. Con tal que no
digan lo que sienten, con tal que finjan aborrecer lo que más desean, con tal
que se presten a pronunciar, cuando se lo mandan, un sí perjuro, sacrílego,
origen de tantos escándalos, ya están bien criadas, y se llama excelente
educación la que inspira en ellas el temor, la astucia y el silencio de un
esclavo.
DOÑA FRANCISCA.- Es verdad… Todo
eso es cierto… Eso exigen de nosotras, eso aprendemos en la escuela que se nos
da… Pero el motivo de mi aflicción es mucho más grande.
2.- Realiza un esquema de la lírica romántica.
3.- A partir de este fragmento de una entrada de la
Wikipedia, contesta a las siguientes preguntas :
a.)
Tema del fragmento. Relacionalo con la materia impartida esta evaluación.
b.)
¿Ves alguna relación entre el Don Juan de zorrilla y la construcción romántica
del vampiro? Explícla mediante un texto expositivo.
La presencia de los vampiros en la
literatura abarca un campo literario centrado en torno a la figura
del vampiro y los elementos
asociados a la misma, con diversas variantes. Aunque figuras y personajes
vampíricos con diversos rasgos han aparecido en la mitología, la cultura oral y
la literatura desde la antigüedad la primera aparición del vampiro literario
moderno se produjo en las baladas góticas del siglo XVIII, saltando al ámbito
de la novela con The Vampyre de Polidori (1819) y posteriormente se popularizaría como figura de
los relatos de terror. La historia de Carmilla (1872) de Sheridan Le Fanu resultó
muy influyente en el género, así como para perfilar la imagen del vampiro
gótico, pero sin duda la obra maestra y completa del género es Drácula de Bram Stoker (1897).
Desde el siglo XX las historias de vampiros se han diversificado, no sólo
aportando elementos nuevos, sino también introduciendo elementos de otros
géneros como las novelas de suspenso, fantasía, ciencia ficción y otros géneros menos habituales. Además de las
tradicionales criaturas no muertas bebedoras de sangre, el vampirismo se ha
extendido a otro tipo de seres como alienígenas o incluso animales. Otros
“vampiros” de ficción se alimentan de energía vital en lugar de sangre.
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