Doña Ana de Pantoja
La Ana de Pantoja del Tenorio procede de la Ana de Ulloa
del Burlador. Es la prometida de don Luis Mejía, amigo-enemigo de don
Juan, con el cual ha de casarse al día siguiente, aunque es objeto de una nueva
apuesta entre los hombres (parte I, acto I, escena XII):
Don Luis: mi boda comprometida
con doña Ana de Pantoja.
Mujer muy rica me dan,
y mañana hay que cumplir
los tratos que hechos están [...] (vv. 619-623)
con doña Ana de Pantoja.
Mujer muy rica me dan,
y mañana hay que cumplir
los tratos que hechos están [...] (vv. 619-623)
Don Juan: que a la novicia uniré
la dama de algún amigo
que para casarse esté. [...]
mañana pienso quitaros
a doña Ana de Pantoja. (vv. 673-695)
la dama de algún amigo
que para casarse esté. [...]
mañana pienso quitaros
a doña Ana de Pantoja. (vv. 673-695)
Doña Ana no puede ser protegida por don Luis desde dentro de su
casa, puesto que se empañaría su honor, pero como don Luis desconfía de las
mujeres -igual les ocurría a todos los antagonistas de don Juan en El
burlador- acuerda con Pascual, un criado de la casa, pasar allí la noche
para vigilar a Ana: (parte I, acto II, escena II):
Don Luis: Que de esta casa, Pascual,
quede yo esta noche dentro.
quede yo esta noche dentro.
Pascual: Mirad que así de doña Ana
tenéis el honor vendido.
tenéis el honor vendido.
Don Luis: ¡Qué mil rayos! ¿Su marido
no voy a ser yo mañana? (vv. 131-136)
no voy a ser yo mañana? (vv. 131-136)
Don Luis: mas yo fío en las mujeres
mucho menos que en don Juan. [...]
mucho menos que en don Juan. [...]
Pascual: Mirad bien lo que decís,
porque yo sirvo a doña Ana
desde que nació, y mañana
seréis su esposo, don Luis. [...]
porque yo sirvo a doña Ana
desde que nació, y mañana
seréis su esposo, don Luis. [...]
Don Luis: yo sabré ser su marido
y la haré ser bien casada. [...]
y la haré ser bien casada. [...]
Pascual: Yo os conozco desde niños,
y sé lo que son cariños, [...]
nos quedaremos en vela
y sé lo que son cariños, [...]
nos quedaremos en vela
Don Luis: Y se salvará doña Ana. (vv. 151-176)
Doña Ana y don Luis se aman. La diferencia entre ambos es que
ella no teme a Tenorio, está tranquila y segura de su amor, (parte I, acto II,
escena III y IV):
Don Luis: Por Dios que nunca pensé
que a doña Ana amara así,
ni por ninguna sentí
lo que por ella... (vv. 201-204)
[...] Un empeño
por tu beldad con un hombre
que temo.
que a doña Ana amara así,
ni por ninguna sentí
lo que por ella... (vv. 201-204)
[...] Un empeño
por tu beldad con un hombre
que temo.
Doña Ana: ¿Y qué hay que te asombre
en él, cuando eres tú el dueño
de mi corazón? [...]
Será vana
su buena suerte conmigo;
ya ves, sólo horas nos faltan
para la boda, y te asaltan
vanos temores. [...]
que su audacia y su prudencia
nada lograrán de mí,
que tengo cifrada en ti
la gloria de mi existencia. (vv. 222-244)
en él, cuando eres tú el dueño
de mi corazón? [...]
Será vana
su buena suerte conmigo;
ya ves, sólo horas nos faltan
para la boda, y te asaltan
vanos temores. [...]
que su audacia y su prudencia
nada lograrán de mí,
que tengo cifrada en ti
la gloria de mi existencia. (vv. 222-244)
Ana consiente en que Luis pase la noche con ella, pues antepone
la sinceridad de su amor y la tranquilidad de su prometido a la pérdida cierta
de la honra, que parece difuminarse por la proximidad de la boda (parte I, acto
II, escena VI):
Don Luis: ¿Me das, pues, tu asentimiento?
Doña Ana: Consiento.
Don Luis: ¿Complácesme de ese modo?
Doña Ana: En todo.
Don Luis: Pues te velaré hasta el día. [...]
Páguete el cielo, Ana mía,
satisfacción tan entera.
Páguete el cielo, Ana mía,
satisfacción tan entera.
Doña Ana: Porque me juzgues sincera,
consiento en todo, Mejía. [...]
Sí, a las diez. [...]
La llave, pues te daré.
consiento en todo, Mejía. [...]
Sí, a las diez. [...]
La llave, pues te daré.
Don Luis: Y dentro yo de tu casa,
venga Tenorio. (vv. 307-324)
venga Tenorio. (vv. 307-324)
La mala suerte que acompañaba a doña Ana de Ulloa acompaña ahora
a doña Ana de Pantoja. Así don Luis es capturado por Ciutti y los compinches de
don Juan, por lo cual no podrá acudir a su cita de las diez (parte I, acto II,
escena VII).
Si Brígida es reflejo de Celestina, Lucía también lo es con doña
Ana, pues le abre la puerta de la casa Tenorio. Estas mujeres resultan ser menos
fieles a sus señoras que los criados varones, pues recordemos que Pascual estaba
dispuesto a dejar entrar a don Luis con un buen fin: guardar a su señora y velar
por su honor, sin previo pago. Así pues, vendida doña Ana por Lucía (parte I,
acto II, escena XI) suponemos que don Juan entrará en la casa a sustituir a don
Luis, igual que en el Burlador.
Ya nada sabemos de ella hasta que Mejía acuda a la quinta de
Tenorio junto al Guadalquivir a exigir venganza por la pérdida de la honra de
doña Ana y la imposibilidad del matrimonio con don Luis (parte I, acto IV,
escena VI):
Don Luis: Me habéis maniatado,
y habéis la casa asaltado
usurpándome mi puesto;
y pues el mío tomasteis
para triunfar de doña Ana [...]
y lo que tardo me enoja
en lavar tan fea mancha. [...]
mas con lo que habéis osado,
imposible la hais dejado
para vos y para mí. (vv. 452-470)
y habéis la casa asaltado
usurpándome mi puesto;
y pues el mío tomasteis
para triunfar de doña Ana [...]
y lo que tardo me enoja
en lavar tan fea mancha. [...]
mas con lo que habéis osado,
imposible la hais dejado
para vos y para mí. (vv. 452-470)
A diferencia de la Ana de Ulloa que don Juan no llega a burlar,
pues que le descubren antes, en el Tenorio si triunfa el burlador
sobre la mujer y su amigo. Ahora no habrá bodas reparadoras para Ana, ni criado
que desempañe su honor públicamente confesando que don Juan no la gozó.
Además la Ana de Pantoja pierde al amado dos veces, primero porque ya no
cabe la boda y segundo, porque le matan al novio (parte I, acto IV, escena X
).
La diferencia entre las dos Anas es que la del Burlador
pone en peligro su honor por despecho de un matrimonio que no quiere
celebrar, para lo cual se salta todas las normas del decoro y usa una
intermediaria inepta que le entrega su carta a don Juan. La del Tenorio
pone en peligro su honra para tranquilizar a su futuro marido, que es quien
la ha apostado. Todo se ha decidido fuera de su esfera de influencia, si en el
burlador las mujeres eran decisivas en la acción, pues don Juan aprovechaba las
oportunidades que se le brindaban, ahora es don Juan quien decide como actuar, y
para ello cuenta con la ayuda de sus secuaces, las dos criadas que venden a sus
amas por dinero, y con la ineptitud de los guardianes de la honra femenina: el
convento, el padre y el prometido.
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