Una
de las características definitorias del estilo de esta novela es la combinación
de distintos registros lingüísticos.
Como
podemos observar en este fragmento, el lenguaje de los diálogos es directo y
coloquial: encontramos en ellos frases cortas (“Gracias por todo, madre”), un
vocabulario poco preciso, propio de la lengua conversacional (“tenían esa cosa rara de las malas noticias”),
vocativos (“Anda, niña”), palabras propias del castellano de Hispanoamérica
(“conduerma”), verbos en presente con valor actual (“Lo único que recuerdo…”),
etc. Sin embargo, el estilo del narrador es más culto, y, en ocasiones, roza lo
poético: “Lo buscó en las tinieblas, lo encontró a primera vista entre los
tantos y tantos nombres confundibles de este mundo y del otro, y lo dejó
clavado en la pared con su dardo certero, como a una mariposa sin albedrío cuya
sentencia estaba escrita desde siempre”. En este ejemplo encontramos una
anáfora (tres periodos encabezados por el pronombre anafórico “lo”, seguido de
un verbo en pretérito), una repetición expresiva (“tantos y tantos nombres”),
una metáfora (“lo dejó clavado en la pared con su dardo certero”) y un símil
(“como a una mariposa…”). También son más literarios los fragmentos
descriptivos que los narrativos: “vio a Bayardo San Román en el resplandor del
farol público, con la camisa de seda sin abotonar y los pantalones de fantasía
sostenidos con tirantes elásticos”.
Se
combinan en este fragmento, como en el resto de la novela, el pretérito
perfecto simple, predominante en el texto y propio de las secuencias narrativas
en que se suceden acciones puntuales y acabadas (“fueron”, “vio”, “dijo”,
“entró”, “habló”, “supo”, “volvieron”, “encontraron”, etc.), y el imperfecto,
que se utiliza en este caso para describir a los personajes (“tenía”, “estaba”.
“llevaba”, etc.), con alguna aparición esporádica del pluscuamperfecto (“se
habían dormido”, “había terminado de llorar”), con el que se hace referencia a
acciones pasadas anteriores a otras también pasadas.
Además,
se advierte también en este fragmento la presencia del realismo mágico típico
de la narrativa hispanoamericana. Contribuyen a darle realismo al texto la
referencia a horas concretas (“un poco antes de las tres”) y la objetividad y
desnudez con que se narran muchas de las acciones (“la agarró por el brazo y la
puso en la luz”). Sin embargo, lo sobrenatural asoma al comienzo del texto,
cuando Pura recuerda que Bayardo “tenía ese color verde de los sueños” y
confiesa que pensó que habían tenido un accidente y que estaban muertos. Pero
pese a ello, cree que están llamando a su puerta y se dirige a ellos,
demostrando que cree posible que se trate de dos fantasmas.
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