TEXTO
( MAYO DE 2014)
Se había dormido a
fondo cuando tocaron a la puerta. “Fueron tres toques muy despacio –le contó a
mi madre–, pero tenían esa cosa rara de las malas noticias”. Le contó que había
abierto la puerta sin encender la luz para no despertar a nadie, y vio a
Bayardo San Román en el resplandor del farol público, con la camisa de seda sin
abotonar y los pantalones de fantasía sostenidos con tirantes elásticos. “Tenía
ese color verde de los sueños”, le dijo Pura Vicario a mi madre. Ángela Vicario
estaba en la sombra, de modo que solo la vio cuando Bayardo San Román la agarró
por el brazo y la puso en la luz. Llevaba el traje de raso en piltrafas y
estaba envuelta por una toalla hasta la cintura. Pura Vicario creyó que se
habían desbarrancado con el automóvil y estaban muertos en el fondo del
precipicio.
–Ave María Purísima.
–dijo aterrada–. Contesten si todavía son de este mundo.
Bayardo San Román no
entró, sino que empujó con suavidad a su esposa hacia el interior de la casa,
sin decir una palabra. Después besó a Pura Vicario en la mejilla y le habló con
una voz de muy hondo desaliento pero con mucha ternura:
–Gracias por todo,
madre. –le dijo–. Usted es una santa.
Sólo Pura Vicario
supo lo que hizo en las dos horas siguientes, y se fue a la muerte con su
secreto. “Lo único que recuerdo es que me sostenía por el pelo con una mano y
me golpeaba con la otra con tanta rabia que pensé que me iba a matar”, me contó
Ángela Vicario. Pero hasta eso lo hizo con tanto sigilo, que su marido y sus
hijas mayores, dormidos en los otros cuartos, no se enteraron de nada hasta el
amanecer, cuando ya estaba consumado el desastre.
Los gemelos volvieron
a la casa un poco antes de las tres, llamados de urgencia por su madre.
Encontraron a Ángela Vicario tumbada bocabajo en un sofá del comedor y con la
cara macerada a golpes, pero había terminado de llorar. “Ya no estaba asustada
–me dijo-. Al contrario, sentía como si por fin me hubiera quitado de encima la
conduerma de la muerte, y lo único que quería era que todo terminara rápido
para tirarme a dormir.” Pedro Vicario, el más resuelto de los hermanos, la
levantó en vilo por la cintura y la sentó en la mesa del comedor:
–Anda, niña –le dijo
temblando de rabia–: dinos quién fue.
Ella se demoró apenas
el tiempo necesario para decir el nombre. Lo buscó en las tinieblas, lo
encontró a primera vista entre los tantos y tantos nombres confundibles de este
mundo y del otro, y lo dejó clavado en la pared con dardo certero, como a una
mariposa sin albedrío cuya sentencia estaba escrita desde siempre.
–Santiago Nasar–
dijo.
Crónica
de una muerte anunciada
1.- Temas
de la obra y relación con los que aparecen en el texto
2.-
Estructura de la obra y valor del fragmento dentro de ella.
3.-
Analiza los personajes que aparecen en el fragmento.´
4.- Las
técnicas narrativas en este fragmento.
5.-
Rasgos lingüísticos característicos en el fragmento.
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