Caballeros 1

lunes, 7 de mayo de 2012

Entre polacos y chorizos

El día 24 de enero de 1806 cuando una estruendosa ovación premió, en el teatro de la Cruz, la obra maestra de Don Leandro Fernández de Moratín: “El sí de las niñas, triunfaba  el “melodrama” populachero y el público madrileño estaba dividido en públicos irreconciliables, según el teatro que frecuentasen: los “chorizos” (público del teatro del Príncipe) arremetían contra los “polacos” (fieles al teatro de la Cruz, y éstos se las ingeniaban para devolverles el guante, sin dejar por ello de atacar a los “panduros” (concurrentes al coliseo Carlos del Peral).

Las inocentes víctimas _ escritores y actores_ se veían envueltas, mal de su grado, en tremolinas que arruinaban obras y reputaciones en un periquete. Los “polacos” hundieron “La comedia nueva”, estrenada en el Príncipe; los “chorizos”, por no ser menos que aquellos, zarandearon “El barón”, representada en el de la Cruz. Así las cosas subió a escena “El sí de las niñas”, cuyo bautismo se suponía nada auspicioso, en vista del escándalo que los diabólicos rivales del teatro de la Cruz habían proyectado.
Los méritos de la obra no dejaron lugar a dudas sobre el talento de don Leandro, cuyo concepto acerca de la comedia (único género dramático que cultivó) era muy estrecho. Él mismo dijo: “La comedia debe ser la imitación dialogada de un suceso ocurrido entre personas particulares, en el mismo lugar y en pocas horas, empleando en su desarrollo la pintura apropiada de efectos y caracteres, ridiculizando las faltas más comunes y las preocupaciones sociales, y haciendo resaltar y recomendando al auditorio la verdad y la virtud”. Era, pues, partidario de las unidades y del arte docente y sólo admitía un género limitado de comedia.
El sí de las niñas”, por el interés de su tema, por la coherencia de sus partes, por su diálogo ágil, pleno de colorido y de intención, y por su empeño moralizante, es una verdadera joya del teatro español”.*
Mientras la tragedia que tan grandes creaciones había dado en los siglos anteriores, se fue reduciendo a simples imitaciones neoclásicas, frías, carentes de vigor, en el siglo XVIII la comedia adquirió brillantez, y consiguió dar la imagen amable r irónica de una sociedad que se iba transformando al compás de los tiempos. Se formuló en Francia la teoría del drama burgués, género intermedio entre la tragedia y la comedia, escrito en prosa y cuyos personajes son siempre de clase media y se caracterizan por unas virtudes ejemplares: “El padre de familia”, “El hijo natural” de Diderot son algunos ejemplos.
Mientras tanto en Italia aparecía un nuevo género, el melodrama, es decir, la tragedia con música: “Dido abandonada”, “La clemencia de Tito” de Metastasio.
Hasta mediados de siglo, la producción escénica española siguió la técnica barroca, pero a partir de este momento el clasicismo francés sería el modelo preferido. El resultado fue de una notable mediocridad; sólo la obra de Leandro Fernández de Moratín (1760 – 1828) alcanza un alto nivel de corrección. Admirador devoto de Molière, de quien tradujo algunas obras, Moratín preconizó un tipo de comedia que deja al descubierto los vicios y errores de la sociedad, para conseguir con ello que triunfe la verdad y la virtud. Los asuntos de sus comedias se reducen a temas de orden moral. “El sí de las niñas” y “La Comedia Nuevao “El Café” son sus obras más importantes. **

Sobre el estreno de El viejo y  la niña; AQUÍ

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