
Este amor es pasión pura, aunque dolorosa, en el ánimo del pastor. Su componente físico está fustrado por la muerte, pero el amor permanece intacto, infinito y perfecto.Esa perfección se adivina en el carácter eterno de su amor, ya que es un sentimiento que sólo terminará con la muerte misma del pastor: “no me podrán quitar el dolorido/ sentir si ya del todo/ primero no me quitan el sentido” (vv. 26º-28º). Sólo un sentimiento de una intensidad extraordinaria, ajeno al paso del tiempo y a las influencias de la realidad, puede sobrevivir con la fuerza que anhela el pastor.
Esa misma perfección, la pureza de este amor, se aprecia en los adjetivos con que se describen los seres perdidos por el ruiseñor y el pastor, ya que estos adjetivos destacan más el valor sentimental que tenían para quienes los amaban que una cualidad física: “caro y dulce nido”, “tiernos hijuelos”, “amado ramo”, “dulce prenda”. Igual de subjetiva es la representación de los enemigos del amor, enfatizados por la personificación de la muerte: “duro labrador”; “la dureza de la muerte airada”.
La naturaleza, marco de este amor y de su trágico final, resulta idealizada, pues, personificada por el poeta, conmovida, aparece como única oyente de los cantos del ruiseñor y del pastor: cuando el ruiseñor se queja “(…) a su canto el aire suena,/ y la callada noche no refrena/ su lamentable oficio y sus querellas,/ trayendo de su pena/ el cielo por testigo y las estrellas” (vv. 10º-14º); y el pastor increpa a la muerte “¡Ay, muerte arrebatada,/ por ti m’estoy quejando/ al cielo y enojando/ con importuno llanto al mundo todo!” (vv.21º-24º).
Esta idealización de la naturaleza sobresale también porque se escogen de ella sus elementos más permanentes, aquéllos que destacan por su grandeza y eternidad sobre el resto de elementos que constituyen la naturaleza: el aire, la noche, el cielo y las estrellas. Dicho de otra manera, la naturaleza se concreta en el poema en sus elementos más puros, como si el poeta quisiera enfrentar la armonía imperturbable del cosmos al destino variable y doloroso del ruiseñor y del pastor. Acaso se sugiere en estos versos que, frente a un universo inalterable, la vida de los hombres está hecha de sufrimiento. Pero es posible que del poema se extraiga una idea muy distinta, puesto que hay que tener en cuenta que la naturaleza es “testigo” del canto y las palabras del pastor “por ti m’estoy quejando/ al cielo (…)” sólo indican quién escucha sus quejas, no al culpable de ellas. ¿No se dirige el pastor a la naturaleza porque ella es la única capaz de comprender su dolor, su canto?
Quizás, en conclusión, la idea que nos declaran los versos es que el amor del ruiseñor y del pastor, “el dolorido sentir”, supera el carácter terrenal y pasajero de los dos enamorados, para equipararse en armonía, eternidad y belleza a la naturaleza. El amor que sufre el pastor, en su pureza, sería tan perfecto como la propia naturaleza, sería un amor que, en su voluntad de permanecer siempre fiel a la amada muerta, sólo es comparable a esa naturaleza inmutable, pero humanizada, del poema.
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