Caballeros 1

miércoles, 20 de abril de 2022

Día do Libro 2022.


 



POBRE
Si yo pudiera excusarme
deste papel, me excusara,380
cuando mi vida repara
en el que has querido darme;
y ya que no declararme
puedo, aunque atrevido quiera,
le tomo, mas considera,385
ya que he de hacer el mendigo,
no, Señor, lo que te digo,
lo que decirte quisiera.
¿Por qué tengo de hacer yo
el pobre en esta comedia?390
¿Para mí ha de ser tragedia,
y para los otros no?
¿Cuando este papel me dio
tu mano, no me dio en él
igual alma a la de aquel395
que hace al rey? ¿Igual sentido?
¿Igual ser? Pues ¿por qué ha sido
tan desigual mi papel?
Si de otro barro me hicieras,
si de otra alma me adornaras,400
menos vida me fïaras,
menos sentidos me dieras;
ya parece que tuvieras
otro motivo, Señor;
pero parece rigor,405
perdona decir crüel,
el ser mejor su papel
no siendo su ser mejor.
AUTOR
En la representación
igualmente satisface410
el que bien al pobre hace
con afecto, alma y acción
como el que hace al rey, y son
iguales este y aquel
en acabando el papel.415
Haz tú bien el tuyo y piensa
que para la recompensa
yo te igualaré con él.
No porque pena te sobre,
siendo pobre, es en mi ley420
mejor papel el del rey
si hace bien el suyo el pobre;
uno y otro de mí cobre
todo el salario después
que haya merecido, pues425
con cualquier papel se gana,
que toda la vida humana
representaciones es.
Y la comedia acabada
ha de cenar a mi lado430
el que haya representado,
sin haber errado en nada,
su parte más acertada;
allí igualaré a los dos.
HERMOSURA
Pues decidnos, Señor, Vós,435
¿cómo en lengua de la fama
esta comedia se llama?



Obrar bien, que Dios es Dios.







XXXI

––Pero ¡por Dios!… ––exclamó Augusto, ya suplicante y de miedo tembloroso y pálido.

––No hay Dios que valga. ¡Te morirás!

––Es que yo quiero vivir, don Miguel, quiero vivir, quiero vivir…

––¿No pensabas matarte?

––¡Oh, si es por eso, yo le juro, señor de Unamuno, que no me mataré, que no me quitaré esta vida que Dios o usted me han dado; se lo juro… Ahora que usted quiere matarme quiero yo vivir, vivir, vivir…

––¡Vaya una vida! ––exclamé.

––Sí, la que sea. Quiero vivir, aunque vuelva a ser burlado, aunque otra Eugenia y otro Mauricio me desgarren el corazón. Quiero vivir, vivir, vivir…

––No puede ser ya… no puede ser…

––Quiero vivir, vivir… y ser yo, yo, yo…

––Pero si tú no eres sino lo que yo quiera…

––¡Quiero ser yo, ser yo!, ¡quiero vivir! ––y le lloraba la voz.

––No puede ser… no puede ser…

––Mire usted, don Miguel, por sus hijos, por su mujer, por lo que más quiera… Mire que usted no será usted… que se morirá.

Cayó a mis pies de hinojos, suplicante y exclamando:

––¡Don Miguel, por Dios, quiero vivir, quiero ser yo!

––¡No puede ser, pobre Augusto ––le dije cogiéndole una mano y levantándole––, no puede ser! Lo tengo ya escrito y es irrevocable; no puedes vivir más. No sé qué hacer ya de ti. Dios, cuando no sabe qué hacer de nosotros, nos mata. Y no se me olvida que pasó por tu mente la idea de matarme…

––Pero si yo, don Miguel…

––No importa; sé lo que me digo. Y me temo que, en efecto, si no te mato pronto acabes por matarme tú.

––Pero ¿no quedamos en que…?

––No puede ser, Augusto, no puede ser. Ha llegado tu hora. Está ya escrito y no puedo volverme atrás. Te morirás. Para lo que ha de valerte ya la vida…

––Pero… por Dios…

––No hay pero ni Dios que valgan. ¡Vete!

––¿Conque no, eh? ––me dijo––, ¿conque no? No quiere usted dejarme ser yo, salir de la niebla, vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme: ¿conque no lo quiere?, ¿conque he de morir ente de ficción? Pues bien, mi señor creador don Miguel, ¡también usted se morirá, también usted, y se volverá a la nada de que salió…! ¡Dios dejará de soñarle! ¡Se morirá usted, sí, se morirá, aunque no lo quiera; se morirá usted y se morirán todos los que lean mi historia, todos, todos, todos sin quedar uno! ¡Entes de ficción como yo; lo mismo que yo! Se morirán todos, todos, todos. Os lo digo yo, Augusto Pérez, ente ficticio como vosotros, nivolesco lo mismo que vosotros. Porque usted, mi creador, mi don Miguel, no es usted más que otro ente nivolesco, y entes nivolescos sus lectores, lo mismo que yo, que Augusto Pérez, que su víctima…






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