Antonio Rivero Taravillo acaba de traducir la ‘Poesía reunida’ de William Butler Yeats en Pre-Textos, que fue elegida por algunos como uno de los mejores libros del año 2010
I know that I shall meet my fate
Somewhere among the clouds above;
Those that I fight I do not hate,
Those that I guard I do not love;
My country is Kiltartan Cross,
My countrymen Kiltartan’s poor,
No likely end could bring them loss
Or leave them happier than before.
Nor law, nor duty bade me fight,
Nor public men, nor cheering crowds,
A lonely impulse of delight
Drove to this tumult in the clouds;
I balanced all, brought all to mind,
The years to come seemed waste of breath,
A waste of breath the years behind
In balance with this life, this death.
I know that I shall meet my fate
Somewhere among the clouds above;
Those that I fight I do not hate,
Those that I guard I do not love;
My country is Kiltartan Cross,
My countrymen Kiltartan’s poor,
No likely end could bring them loss
Or leave them happier than before.
Nor law, nor duty bade me fight,
Nor public men, nor cheering crowds,
A lonely impulse of delight
Drove to this tumult in the clouds;
I balanced all, brought all to mind,
The years to come seemed waste of breath,
A waste of breath the years behind
In balance with this life, this death.
UN AVIADOR IRLANDÉS PREVÉ SU MUERTE
ResponderEliminarEstoy seguro de encontrar mi fin
en un alto lugar sobre las nubes;
odio no tengo a aquellos que combato,
amor no tengo a aquellos que defiendo;
Kiltartan Cross es mi patria, los pobres
de Kiltartan mis compatriotas, nada
seguramente cambiará para ellos,
ni más pobre serán ni más felices.
No me obligó a luchar deber ni ley,
ni hombres públicos ni encendidas masas;
un solitario afán de plenitud
llevó a este fragor entre las nubes;
todo lo sopesé, recordé todo,
los años venideros parecían
un gasto de saliva en balde, un gasto
de saliva en balde los años idos
al lado de esta vida, de esta muerte.
LEDA Y EL CISNE
ResponderEliminarUn golpe repentino: las grandes olas baten
en la atónita joven, acarician sus muslos
las oscuras membranas, prende el pico su nuca,
su desvalido pecho pone el cisne en el suyo.
¿Cómo pueden sus dedos, leves, horrorizados,
apartar de sus muslos esa gloria emplumada?
¿Y qué puede su cuerpo, en esa blanca embestida,
sino oír el latido del corazón extraño?
Un temblor en el lomo allí entonces engendra
murallas destruidas, fuego en tejado y torre,
y a Agamenón muerto.
Estando así cautiva,
a merced de la sangre aérea de la bestia,
¿recibió su poder y su sabiduría
antes que la soltara el insensible pico?