Caballeros 1

sábado, 30 de enero de 2021

Las tres rimas de la semana.

 Rima X

Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman;
el cielo se deshace en rayos de oro;
la tierra se estremece alborozada;
oigo flotando en olas de armonía
rumor de besos y batir de alas;
mis párpados se cierran… ¿Qué sucede?
¡Es el amor, que pasa!

La rima pertenece al primer bloque de contenido, según la clásica división de su poemario en cuatro secciones 

1.- Metapoética o reflexiva sobre los fundamentos de la poesía.

 2.- Celebración del amor correspondido.

 3.- Expresión del fracaso amoroso.

4.- La certeza de la muerte y la disolución final.

El tema del poema es la expresión de la fuerza arrolladora e invisible del amor, que conmueve al mundo entero, hasta en sus más mínimos detalles, allí por donde pasa. El sujeto lírico lo ha captado y nos lo transmite en un tono confidencial y exaltatorio, al mismo tiempo.


Rima XI

-Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión;
de ansia de goces mi alma está llena;
¿a mí me buscas? -No es a ti, no.

-Mi frente es pálida; mis trenzas, de oro;
puedo brindarte dichas sin fin;
yo de ternura guardo un tesoro;
¿a mí me llamas? -No, no es a ti.

-Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible;
no puedo amarte. -¡Oh, ven; ven tú!

El poeta, en la rima XI, sitúa el amor romántico como un deseo inalcanzable dentro de los límites humanos,  solo se puede satisfacer en el territorio de los sueños y de lo ideal.




Rima XII


Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar te quejas:
verdes los tienen las náyades,
verdes los tuvo Minerva
y verdes son las pupilas
de las hurís del profeta.

El verde es gala y ornato
del bosque en la primavera.
Entre sus siete colores
brillante el iris lo ostenta.
Las esmeraldas son verdes,
verde el color del que espera
y las ondas del Océano
y el laurel de los poetas.

Es tu mejilla temprana
rosa de escarcha cubierta,
en que el carmín de los pétalos
se ve al través de las perlas.
Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean:
pues no lo creas,
que parecen tus pupilas,
húmedas, verdes e inquietas,
tempranas hojas de almendro
que al soplo del aire tiemblan.

Es tu boca de rubíes
purpúrea granada abierta.
que en el estío convida a
apagar la sed en ella.
Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean:
pues no lo creas,
que parecen, si enojada
tus pupilas centellean,
las olas del mar que rompen
en las cantábricas peñas.

Es tu frente que corona
crespo el oro en ancha trenza,
nevada cumbre en que el día
su postrera luz refleja.
Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean:
pues no lo eras,
que, entre las rubias pestañas,
junto a las sienes, semejan
broches de esmeralda y oro
que un blanco armiño sujetan.





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