Caballeros 1

domingo, 15 de diciembre de 2019

Poeta maldita: Marceline Desbordes-Valmore

Los dos amores.
Era el Amor más alocado que hondo;
su débil flecha el corazón rozando,
ligera fue como un gran embuste.
Ofrecía el placer sin hablar de ventura.
En tus ojos fue donde vi que había otro amor.
Ese olvido completo de sí mismo,
ese afán del amor por sólo amar,
y que el vocablo amar nunca puede expresarse,
está en tu corazón y el mío lo adivina.
Siento en tus arrebatos y en mi fidelidad
que a la vez significa dicha y eternidad
y todo el poderío de la fuerza divina.




Dice la poeta;
Soy madre, dejadme pasar,
 pediré de nuevo a la surte
los frutos de una flor al azar, 
 niños robados por la muerte.
 Creador de sus tiernas gracias,
 tú que cuentas los lamentos,
 dime si con un mar de lágrimas, 
 ¡mis hijos me serán devueltos!
 El gran Rimbaud, que no dejó nada escrito sobre la poeta, siempre le mostró admiración. Así lo recuerda Verlaine, que reconoce que llegó a la poesía de Marceline gracias al autor de Una temporada en el infierno. Verlaine no solo será lector de la poesía de Marceline, sino uno de sus principales valedores, al incluir un texto sobre su poesía en Los poetas malditos, donde Marceline destaca por ser la única mujer. 
"Y pedantes, ya que es nuestro lamentable oficio, proclamamos en voz alta e inteligible que Marceline Desbordes Valmore es sencillamente –con George Sand, tan diferente, dura, no sin encantadoras indulgencias, dotada de un alto sentido común, de arrogante y hasta podríamos decir de viril continente– la única mujer de genio y de talento de este siglo, y de todos los siglos, en compañía de Safo, quizá, y de Santa Teresa​ (Verlaine, Los poetas malditos)."
La poesía de Desbordes-Valmore se define, por un lado, por el carácter elegiaco y amoroso y, por el otro, por el interés social e, incluso, político. Lo amoroso dialoga, en su obra, con su mirada política, pues en ambos tipos de poemas encontramos el interés por el otro, en muchas ocasiones un ser desclasado o marginal. En sus poemas el sentimiento de amor es muchas veces entendido no solo como expresión de afecto entre dos amantes, sino como muestra de empatía, amistad y comprensión.
Hay dos Amistades como hay dos Amores.
Una se parece a la imprudencia; 
hecha para la edad feliz que la ignora, 
 es un niño que siempre ríe.
Ruidosa, cándida, ligera, 
 es un estallido de alegría./
A los prejuicios del mundo indócil, ajena,
 confunde clases y juega con ellas”.


CINCO POEMAS DE DESBORDES-VALMORE.
SEPARADOS
No me escribas. Estoy triste, desearía morirme.
Los veranos sin ti son como noche sombría.
He cerrado los brazos, que abrazarte no pueden,
invocar mi corazón, es invocar la tumba.
¡No me escribas!
No me escribas. Aprendamos únicamente a morir en nosotros.
Pregunta sólo a Dios…, sólo a ti mismo, ¡cómo te amaba!
Desde tu profunda ausencia, escuchar que me amas
es como oír el cielo sin poder alcanzarlo.
¡No me escribas!
No me escribas. Te temo y temo mis recuerdos;
han guardado tu voz, que me llama a menudo.
No muestres agua viva a quien beberla no puede.
Una caligrafía amada es un retrato vivo.
¡No me escribas!
No me escribas dulces mensajes: no me atrevo a leerlos:
parece que tu voz, en mi corazón, los vierte;
los veo brillar a través de tu sonrisa;
como si un beso, en mi corazón, los estampara.
¡No me escribas!
LAS ROSAS DE SAADI
Quise hoy de mañana regalarte unas rosas
pero tantas me puse en mi traje ajustado
que los nudos apenas pudieron contenerlas.
Y saltaron los nudos. Y volaron las rosas
con el viento hacia el mar: me habían abandonado.
Y siguieron y el agua no quiso devolverlas.
Volviese roja el agua, pareció llamarada.
Esta noche mi ropa sigue aún perfumada…
Ven y respira en mí su fragante llamada.
EL ALMA ERRANTE
Soy la plegaria que cruza
este mundo donde nada es mío:
soy la paloma en el cielo,
amor, por donde te voy buscando.
Rozando la ruta fecunda,
espigando la vida a cada paso,
he ganado los dos flancos del mundo,
Ppendiente del soplo divino.
Ese soplo depuró la ternura
que fluía de mi canto herido
y vertió su santo entusiasmo
sobre el pobre y sobre el cautivo.
Y heme aquí, sigo alabando
mi única posesión, el recuerdo,
recorriendo, de aurora en aurora
el interminable porvenir.
Voy al desierto lleno de agua viva
a lavar las alas de mi corazón,
pues sé que hay otras orillas
para aquellos que os buscan, ¡Señor!
allí veré subir las falanges
de los pueblos que el hambre ha aniquilado,
y veré cómo regresan los ángeles,
desterrados, pero más tarde invocados…
Dejadme pasar, soy madre;
al hado volveré a pedirle
los dulces frutos de una flor amarga,
mis hijos, que la muerte me ha robado.
Creador de sus jóvenes encantos,
vos, que contáis los gritos fervientes,
os daré tantas lágrimas
¡Que me devolveréis a mis hijos!
LA AMIGA
Cuando mi sombra al sol tiembla sola y se inclina,
cuando busco unos pasos en torno a los míos,
cuando escucho atenta, y digo muy bajito:
“¡No hay nadie!”, una eterna sombra joven, divina
se eleva y responde: “¡Estoy aquí, Marcelina!”
“Nunca digas: ¡no hay nadie!: o te vence el abandono.
Si subes hacia Dios, estoy en la colina;
y si bajas envuelta en llanto, yo bajo llorando!
Y mi amiga que exclama: “¿Cómo estás? Albertina!”
LOS DOS AMORES
Era el Amor más alocado que hondo;
su débil flecha el corazón rozando,
ligera fue como un gran embuste.
Ofrecía el placer sin hablar de ventura.
En tus ojos fue donde vi que había otro amor.
Ese olvido completo de sí mismo,
ese afán del amor por sólo amar,
y que el vocablo amar nunca puede expresarse,
está en tu corazón y el mío lo adivina.
Siento en tus arrebatos y en mi fidelidad
que a la vez significa dicha y eternidad
y todo el poderío de la fuerza divina
La poesía de Desbordes-Valmore, aparte de constituir un gran ejemplo de emociones íntimas y puras que proceden de lo más hondo de un corazón humano, es un caso insólito y extraordinario de obra literaria femenina al margen de cualquier movimiento de su época:

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