Caballeros 1

viernes, 27 de septiembre de 2019

Margaret Atwood. Cli-Fic


Margaret Atwood nació en Ottawa en 1939 y está considerada como una de las mejores escritoras contemporáneas. Fue Premio Príncipe de Asturias en 2008 y su nombre suena constantemente para el Nobel.
Margaret Atwood  vivió su infancia entre los bosques umbríos del norte de Canadá, en la temporada cálida del año, y la ciudad, en la temporada fría. Su padre era zoólogo y se había especializado en entomología forestal. La madre, que era nutricionista, y los tres hijos le seguían del bosque a la ciudad y de la ciudad al bosque. En esa doble vida está el germen de algunas constantes de su literatura: el amor por la naturaleza, la preocupación por la supervivencia del planeta, su inquietud por el destino del hombre. ¿Qué le está pasando a nuestro mundo? ¿Qué podemos hacer para detener el daño? ¿Cuánto tiempo nos queda?
Atwood  es una de los referentes del Cli-Fi (ficción climática), el género literario ambientado en mundos devastados por las catástrofes naturales. En ‘El año del diluvio’, publicada en el 2009, narra la historia de Ren y Toby, dos mujeres que cuentan su lucha por sobrevivir en un mundo devastado por los abusos de las industrias farmacéuticas.Crítica con los problemas actuales, Atwood narra aquí la epopeya de quienes sobreviven al desastre y deben emprender una nueva vida en un mundo sumido en la decadencia moral y que se debate entre sectas y religiones.
El año del diluvio empieza en el año 25, tras el estallido de una epidemia que casi aniquila a la humanidad. Entre los escasos supervivientes hay dos mujeres, Toby y Ren, antiguos miembros de una secta religiosa llamada Los Jardineros de Dios. Aunque no se especifica la época ni el lugar, el escenario parece ser Estados Unidos o Canadá y el tiempo, un futuro no demasiado lejano. La novela intercala el presente de ambas mujeres, extremadamente vulnerables en un mundo de depredadores desconocidos y genéticamente manipulados, con flashbacks de sus vidas durante los 20 años que precedieron al desastre y con los asombrosos sermones de los Jardineros de Dios.
Los ricos viven en lujosas urbanizaciones cerradas y protegidas, mientras que las ciudades se han convertido en una sucesión de guetos habitados por mafias, bandas y extremistas religiosos. El hombre destruye el planeta al mismo tiempo que crea nuevas especies, como ovejas con pelo humano de colores, cerdos con tejido cerebral humano e híbridos como el leonero, que con sus ojos de cordero y sus afilados colmillos de león, simboliza el mundo diseñado por las Corporaciones.
En vísperas de los cataclismos proliferan las religiones que anuncian el Fin del Mundo. Entre ellas destaca la de Los Jardineros de Dios, que cultivan jardines en las azoteas y predican una interpretación "verde" de la Biblia. Ya no son pescadores quienes siguen al Mesías, sino ecologistas veganos. Los Jardineros poseen un líder -a quien se refieren como Adán Uno-, apóstoles -Adanes y Evas con sucesivas numeraciones- y fieles. Tienen su santoral -San Jacques Cousteau, Santa Dian Fossey, San Chico Mendes...-, y también sus Madalenas y sus Judas Iscariote.
Al leer El año del diluvio es imposible no pensar en otras profecías literarias apocalípticas: La carretera, de McCarthy; Un mundo feliz, de Huxley; 1984, de Orwell; Fahrenheit 451, de Bradbury... Y, por supuesto, la Biblia con su gran libro sobre la destrucción que aniquilará a la humanidad como castigo a sus pecados: el Apocalipsis. Cada una de estas obras aporta una visión única sobre el fin del mundo: nihilista y cruel, la de McCarthy; hedonista, la de Huxley, totalitaria, las de Orwell y Bradbury. La gran aportación de Margaret Atwood en El año del diluvio es su teología del futuro, una ecoteología extrema y extravagante, rica en símbolos, que ha convertido la defensa de la naturaleza en la única vía posible para evitar la destrucción del ser humano. Los Jardineros de Dios, dibujados con burla y afecto, son una invención memorable.


E

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