Huye sin percibirse lento el día,
Y la hora secreta y recatada
Con silencio se acerca, y despreciada,
Lleva tras sí la edad lozana mía.
La vida nueva que en niñez ardía,
La juventud robusta y engañada,
En el postrer invierno sepultada
Yace entre negra sombra y nieve fría.
No sentí resbalar mudos los años;
Hoy los lloro pasados, y los veo
Riendo de mis lágrimas y daños.
Mi penitencia deba a mi deseo,
Pues me deben la vida mis engaños,
Y espero el mal que paso y no le creo.
2. En el primer cuarteto el yo poético describe cómo pasa la vida en su transcurso hacia la muerte y subraya su carácter engañoso, pues se percibe lenta y actúa en silencio, llevándose su juventud. En el segundo cuarteto se nos presenta la consecuencia de lo expuesto en el primero: vemos a la muerte vencedora, que ha sepultado en la vejez del emisor toda la lozanía de la niñez y de la juventud (engañada, v. 6) de que un día disfrutó (robusta). Esa vitalidad yace inerte; ha sido aniquilada. Si en los cuartetos la voz poética se distancia, que asoma en los determinantes mía (v. 4) y mi (v. 5), evitando aparecer ante juventud y postrer invierno para dejarle el protagonismo al tiempo, en los tercetos se alza ya como sujeto. En el primero se confiesa engañado («No sentí resbalar mudos los años») y se lamenta por el tiempo ya ido («Hoy lloro los pasados») mientras contempla la risa del tiempo traidor que le engañó («y los veo / riendo de mis lágrimas y mis daños»). Y en el terceto asoma claro su arrepentimiento por haberse dejado engañar y pide una penitencia igual a su pecado: la paradoja de saber y no creer; seguir en el engaño, lo que implica su rebeldía, su falta de resignación ante esta ley inapelable. Los temas que desarrolla este soneto son la fugacidad de la vida y el paso inexorable del tiempo (tempus irreparabile fugit), la consideración de vida como muerte (cotidie morimur), el engaño a que nos somete el tiempo y el arrepentimiento de la voz poética por no haber reparado en él, así como su falta de resignación ante la llegada irremediable de la vejez y de la muerte.
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En este soneto reconocemos el motivo del cotidie morimur (la vida como un ir muriendo desde el nacimiento). Quevedo desarrolló este tema en sus poemas metafísicos y morales, así como en sus obras en prosa de carácter filosófico y en el Sueño de la muerte.
Se trata de un soneto, poema compuesto por dos cuartetos y dos tercetos de versos endecasílabos, los cuales riman en consonante según el siguiente esquema: 11A 11B (hiato en la/ho-ra; sinalefa en se-cre-ta ∪ y). 11B (sinalefas en se ∪ a-cer-ca ∪ y) 11A (sinalefa en la ∪ e-dad) 11A (sinalefa en que ∪ en) 11B 11A (sinalefas en ya-ce ∪ en y som-bra ∪ y) 11C 11D 11C (diéresis en ri-en-do) 11D (sinalefa en de-ba ∪ a) 11C 11D (sinalefas en y ∪ es-pe-ro y en pa-so ∪ y) En el barroco se cultivaron otras estrofas y poemas renacentistas italianizantes e, importada también de Italia, se introdujo la silva. Además, se revalorizaron las estructuras de arte menor en sus distintas combinaciones: seguidillas, villancicos Y ,ESPECIALMENTE, LOS ROMANCES.
Los recursos expresivos más destacados son los siguientes: Metáforas: el día se identifica con la vida; y «la hora secreta y recatada» (v. 2) y la «negra sombra y la nieve fría» (v. 8) aluden a la muerte. El postrer invierno (v. 7) designa la vejez. Además, subyace una metáfora en el verbo ardía (v. 5), relacionado con la pasión y con la máxima efusión de vida; en resbalar (v. 9), que indica la idea de rapidez, de fugacidad; y en el adjetivo mudos («mudos los años», v. 9), que remite al carácter traicionero y engañoso de la vida. Emparejamientos, como los de secreta y recatada (v. 2); robusta y engañada (v. 6); negra sombra y nieve fría (v. 8), mis lágrimas y daños (v. 11). Poliptoton: deba (v.12), deben (v. 13). Paradoja: «espero el mal que paso y no le creo» (v. 14).
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