Caballeros 1

viernes, 11 de diciembre de 2015

Daniel Sánchez Carneiro: Altgea

https://altgea.wordpress.com/2015/11/20/puppeteer-cancion/?fb_action_ids=10206674318909608&fb_action_types=news.publishes


El corazón de los gigantes
-Fuertes.
El gigante río.
-Venga hombrecillo, puedes hacerlo mejor que eso.
Y tenía razón: nada más decirlo se había arrepentido, pero al ver al gigante allí, levantando esa enorme roca como un niño alza un guijarro, había parecido tan claro que no pudo sino decirlo, aunque fuera una estupidez. El gigante movió la roca hacia un lado, despejando el camino entre montañas, y comenzó a caminar. Mientras avanzaban, sentado en el hombro de aquel ser, se puso a pensar acerca de lo que le había llevado hasta allí. Él era un estudioso, una rata de biblioteca como solían llamarle, y ahora estaba sobre los hombros de un gigante. Había sido su curiosidad. Desde siempre había estudiado a cientos de criaturas y seres en los archivos de la gran biblioteca en la escuela de magia, pero nunca ninguna le había llamado tanto la atención, le había atraído tanto, como los gigantes.
Llevaba años estudiando a esos seres a través de los libros: sus costumbres, su cultura y los distintos tipos. Le fascinaban. Con el tiempo se dio cuenta de que no había ningún libro que profundizara en ellos, algunos mostraban algún secreto, algún dato, pero ninguno profundizaba. Así que había decidido escribir su propio libro. Había investigado, preguntado a mercenarios y aventureros, leído volúmenes antiquísimos y gastado una fortuna en datos insignificantes, y por fin lo había terminado. Allí estaba, su gran obra. Sin embargo, necesitaba saber si estaba en lo correcto y, ¿Quién mejor para decírselo que un gigante? Por primera vez en su vida había abandonado los libros y los pergaminos y se había adentrado en las montañas en busca de uno de los seres que le obsesionaban. Y lo había encontrado…
Al principio casi echó a correr, pero aquel libro había sido su objetivo durante años. Cuando habló al gigante éste se sorprendió muchísimo y, quizá movido por la misma curiosidad que le había llevado a él hasta allí, aceptó  leer el libro. Cuando se lo entregó temblaba de la emoción. La enorme criatura cogió el libro, que parecía una miniatura en sus enormes manos, y comenzó a leer… para pocos minutos después estallar en carcajadas.
-“¿Cómo pretendes escribir sobre nosotros, si no conoces el secreto que guarda el corazón de los gigantes?”
-El secreto que guarda…
-Sí, nuestro corazón, yo te lo enseñare. Cómo se siente un gigante realmente, qué secreto guarda su corazón.
Y allí estaban, caminando en busca del corazón de un gigante, o de un sentimiento o de un secreto. A decir verdad ni siquiera lo tenía muy claro. Lo que sí sabía era que se sentía increíblemente estúpido; decir aquello era como haber insultado a aquel ser a la cara, como decirle que no podía guardar nada más en su interior aparte de lo que estaba a simple vista. El gigante siguió caminando entre montañas hasta llegar a una pared de piedra casi vertical con salientes afilados como cuchillas.
-Será mejor que te agarres, hombrecillo.
La enorme criatura asió dos salientes con ambas manos y, dándose impulso, comenzó a escalar. Trepaba por la pared igual que un tornado pasaba por un bosque, abriéndose camino. Se agarraba en los salientes y muchos se soltaban a su paso debido al enorme peso; allí donde no encontraba asidero golpeaba la roca varias veces hasta hacer un hueco lo suficientemente grande; casi parecía que toda la montaña se doblegase ante el gigante y, ante semejante demostración, no pudo evitar pensar que el poder era lo que más definía a los gigantes.
-Poderosos, así os sentís.
-Un poco mejor, hombrecillo, pero sigues igual de lejos de nuestro corazón que cuando me viste por primera vez.
El gigante continuo trepando por la descomunal pared de roca y los minutos pasaron mientras él seguía pensando qué podría ser a lo que el gigante se refería. Después de cerca de una hora cometió el error de mirar hacia abajo y el resto de la escalada la pasó con los ojos cerrados, con sus manos aferradas a las ropas del gigante igual que un náufrago a un trozo de madera a flote. Cuando por fin llegaron a la cima había perdido la noción del tiempo y tenía las manos entumecidas. El gigante lo cogió con una de sus manazas y lo depositó en el suelo.
-Aquí lo veras, veras nuestro corazón.
Cuando abrió los ojos se le cortó la respiración. Se encontraba en la cima mas alta de las montañas circundantes y el mundo se extendía a sus pies como un cuadro de mil colores. Podía ver la nieve bajo sus pies y en la montañas cercanas, podía ver el color gris de la roca más abajo, y el marrón de la tierra más allá. El marrón se convertía en verde en el horizonte, dónde la tierra daba paso a bosques enormes que desde allí no eran más que una pincelada en un enorme tapiz, y las ciudades más grandes que conocía allí no eran más que diminutas motas de polvo, mientras en el horizonte un sol mas grande que ninguno que hubiera visto anteriormente se ponía tras las montañas. Sobre aquella cima, con todo el mundo a sus pies, se sintió mas poderoso de lo que nunca se había sentido, se sintió glorioso, se sintió…
-Un dios… Vosotros….sois dioses.
El gigante le miró con el ceño fruncido un segundo y luego estalló en carcajadas.
-Algunos de los nuestros lo creen, sobre todo los mas jóvenes, pero están tan equivocados como tú.
-Pero entonces…
-Tan sólo sigue mirando y lo descubrirás.
Cansado de buscar algo que aparentemente no podía encontrar se sentó sobre la nieve y contempló el mundo a sus pies. Las horas pasaron y la noche cubrió el cielo con un manto oscuro; y las ciudades a sus pies se iluminaron con el fuego de las antorchas, de las velas, de las hogueras. Desde allí arriba era como contemplar otro cielo estrellado, y a él seguía sin ocurrírsele otra cosa que ser un dios gobernando sobre el mundo. Y entonces sucedió: las hogueras empezaron a apagarse, las velas se guardaron y las antorchas desaparecieron, y poco a poco una negrura impenetrable se fue apoderando de ese segundo mar de estrellas. Al principio no lo notó, pero a medida que más luces se apagaban, que más ciudades desparecían en la oscuridad, comenzó a notar una terrible ansiedad en su pecho. Todo se marchaba, ese mundo a sus pies desaparecía segundo a segundo; él seguía allí, subido a esa montaña, observando, pero al mundo no le importaba, se marchaba igualmente. Las luces se fueron apagando y la ansiedad creció en su corazón mientras empezaba a entenderlo: podía ser un dios, observar el mundo entero, pero era un mundo que no le conocía a el, no sabía de su existencia, ni le importaba; era el dios de un mundo que no le adoraba…
Y asi, la noche se hizo dueña de la tierra también, y la ultima llama a la vista se apagó. Y cuando la última de las luces se desvaneció, un suspiro surgió de entre sus labios y, en medio de la oscuridad, se sintió vacío, abandonado, olvidado…
-Dime, hombrecillo-la voz del gigante sonaba triste, distante.-¿Cuál es el secreto que guarda el corazón de los gigantes?
-Solos… Os sentís solos.
El enorme rostro se torció en una sonrisa que no mostraba felicidad. El gigante separó la vista de él y miró hacia la inmensidad oscura a sus pies.
-Ahora, hombrecillo, ya puedes terminar tu libro.

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