Caballeros 1

martes, 18 de marzo de 2014

La novela de Cela.

Camilo José Cela cultivó una gran variedad de géneros literarios. En efecto, aunque es más conocido por sus novelas, entre las que destacan Viaje a la Alcarria, La familia de Pascual Duarte y La Colmena, es autor también de obras de teatro, poesía, memorias, cuentos e incluso entró en el campo de las traducciones.
Novelas: La familia de Pascual Duarte (1942), Pabellón de reposo (1943), Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes (1944), La colmena (1951), Mrs. Caldwell habla con su hijo (1953), La catira (1955), Tobogán de hambrientos (1962), San Camilo 1936 (1969), Oficio de tinieblas 5 (1973), Mazurca para dos muertos (1983), Cristo versus Arizona (1988), El asesinato del perdedor (1994), La cruz de San Andrés (1994), con la que obtuvo el Premio Planeta de ese año, y Madera de boj (1999).

Poesía: Pisando la dudosa luz del día (1936; 1ª ed. 1945), El monasterio y las palabras (1945), Cancionero de la Alcarria (1948), Tres poemas galegos (1957), Reloj de arena, reloj de sol, reloj de sangre (1989) y Poesía completa (1996).

Novela corta: Timoteo el incomprendido (1952), Santa Balbina 37, gas en cada piso (1952), Café de artistas (1953), El molino de viento (1956), La familia del héroe (1965) y El ciudadano Iscariote Reclús (1965).

Memorias: La rosa (1959) y Memorias, entendimientos y voluntades (1993).

Libros de viajes: Viaje a la Alcarria (1948), Ávila (1952), Del Miño al Bidasoa (1952), Judíos, moros y cristianos (1956), Primer viaje andaluz (1959), Páginas de geografía errabunda (1965), Viaje al Pirineo de Lérida (1965), Madrid (1966), Barcelona (1970), Nuevo viaje a la Alcarria (1986) y Galicia (1990).
La colmena tuvo que ser publicada en Buenos Aires —también la segunda edición de La familia de Pascual Duarte— por describir sin eufemismos lo que los lectores veían a diario. A través de más de doscientos personajes, Cela hace una crónica explícita y aparentemente objetiva, sin defensa de tesis alguna ni concesiones al lirismo.
La posguerra en una capital humillada produce desesperanza, pobreza, miedo o aburrimiento. Todo ello y mucho más, es retratado como es vivido, siendo lo cotidiano, lo anodino o lo vulgar la materia poética que el lector descubre tras la cortina de la sencillez. Él mismo explicaba que para retratar a todos aquellos personajes no era preciso inventar nada, que bastaba observar porque «en cada mesa había una novela». De tantas por contar, Camilo José Cela se quedó con las menos plácidas y las pintó según el lado amargo de un costumbrismo que algunos llamaron «tremendista» y que él definió simplemente como «honesto», un trabajo peligroso que consistía en ejercer de conciencia colectiva del lugar.
El andamiaje oculto permite que la neutralidad de la historia se convierta en discurso literario a través de un juego de perspectivas y de voces. Con la multiplicidad de las mismas, la alternancia en el tipo de discursos y la utilización de diferentes niveles de lengua, Cela lo consigue.
Decía Torrente Ballester que La colmena «estaba construida en tumulto y progreso de rotación» y efectivamente, los personajes y las escenas se suceden, se alternan en una transición fluida marcada por los contrastes, el equilibrio entre la fragmentación y la continuidad se configura con una variedad de situaciones y personalidades realmente esclarecedoras. A través del contrapunto y la técnica conductista, Cela propone en La colmena un modelo de novela con espacio y tiempo reducido y protagonista colectivo que tendrá repercusión y continuidad en las novelas del realismo social que a partir de entonces se irá desarrollando.
Estructurar y cuadrar el enjambre supuso a Cela cinco años laborales y tan conflictiva le llegó a resultar la faena que echó el manuscrito al fuego en un acto que lo podría identificar con alguno de sus personajes, pero como ellos, el texto se salvó de esas y otras llamas de la única manera que Cela comprendía: «El que resiste, gana». Esa era la receta que a menudo repetía posiblemente aprendida de los personajes de su colmena, que soñaban el deseo de un joven escritor de provincias gracias al cual ganaron su batalla más importante: sobrevivir a la posteridad.

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