alrededor hubiese sentido, desde la cuna ya, el ruido de las cadenas que
debían aprisionarme para siempre, porque el patrimonio de la mujer son los
grillos de la esclavitud.
Yo, sin embargo, soy libre, libre como los pájaros, como las brisas, como los
árboles en el desierto y el pirata en la mar. Libre es mi corazón, libre mi
alma, y libre mi pensamiento, que se alza hasta el cielo y desciende hasta la
tierra, soberbio como el Luzbel y dulce como una esperanza (Castro 1983c:
285)
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