¿No llamáis bárbara la costumbre de los antiguos griegos, que premiaban la
belleza y la fuerza física? Si la fuerza moral y el talento son las únicas cosas
por que el hombre debe ser alabado y respetado; si el hombre más raquítico y
horrible debe ser acatado y venerado cuando su frente cobija pensamientos
gigantes, nosotras podemos ser en esto tanto como vosotros (Castro 1983b:
364)
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