Quién sabe si en el fondo los humanos no vemos en las miniaturas
una réplica de nuestro mundo más tranquilizadora que el verdadero, un
empequeñecimiento en el que se concentra una solidez que a nuestro tamaño no
acabamos de comprender. Tal vez las casas de muñecas nos ayudan a entendernos
mejor, a no temer tanto ese misterio de la vida que no podemos alcanzar.
(…)
El bilingüismo de mis años infantiles permanece en mi recuerdo como
el primero de los grandes sueños de mi experiencia, dividido entre un doble
requerimiento que me obligaba también a mí a desdoblarme para mostrar dos
diferentes personalidades. Que aquello se produjera sin desgarraduras no impedía
una intuición secreta de que dentro de mí habitaban dos seres diferentes, una
especie de juego al que me complacía a veces entregarme mientras ejercía mi
habilidad idiomática, dos seres a los que podía también atribuir dones distintos
y hasta contrapuestos. "
El Heredero.
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