Caballeros 1

miércoles, 2 de mayo de 2012

Leyendo La Serrana.

Gila puede recordarnos el mito de Diana. Antigua divinidad de Italia de la naturaleza salvaje y de los bosques. Más que en la diosa cazadora, los romanos veían en ella a la hermana gemela de Apolo. Algunos autores se apegan a la tierra, destacan su aspecto forzudo, salvaje y terminan convirtiéndola en una fiera. Dos visiones diferentes: la seducción frente a la fuerza física. O mejor la síntesis de la seducción perversa y la mujer fatal. Una seductora que tras ofrecer el cuerpo a sus amantes y permitir que gocen termina despreciándolos y sustituyéndolos. Reproduce el mito del Don Juan masculino que seduce a las mujeres, las utiliza sexualmente y después las abandona. Aunque con D. Juan pierden la honra pero conservan la vida. Como mujer fatal se convierte en una fiera salvaje con instinto depredador. Caza a la presa, abate a la víctima, se la lleva a su refugio y disfruta vengándose de ella.


En la literatura española son tradicionales las serranillas, poemas amorosos que cantaban el encuentro con una mujer de la sierra o serrana. Se destacan en El Libro del Buen Amor del Arcipreste de Hita y en las obras del Marqués de Santillana. Las serranas eran personajes de existencia casi legendaria y habitaban en escondidas sierras o pasos de montaña. Los caballeros perdidos por la dureza del camino o por climas adversos, se veían obligados a solicitar refugio, a cambio ellas pedían una especie de peaje, bien sexual, bien en forma de algún regalo. A algunas, incluso, se les atribuían crímenes o desapariciones de viajeros. El mismo contenido que en La Serrana de la Vera. Estos mitos, romances o leyendas iban en el siglo XV de boca en boca.

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