Caballeros 1

viernes, 25 de mayo de 2012

homosexualidad femenina en los siglos aureos.

En La Diana de Jorge de Montemayor;


–“Graciosa pastora, soy yo tan vuestra que como tal me

atreví a hacer lo que hice. Suplícoos que no os escandalicéis, porque en

viendo vuestro hermoso rostro no tuve más poder en mí”. Yo entonces muy

contenta me llegué más a ella y le dije medio riendo: - “¿Cómo puede ser,

pastora, que siendo vos tan hermosa os enamoréis de otra que tanto le falta

para serlo, y más siendo mujer como vos?”. –“¡Ay pastora!”, respondió ella,

“que el amor que menos veces se acaba es éste, y el que más consienten

pasar los hados, sin que las vueltas de Fortuna ni las mudanzas del tiempo les

vayan a la mano”.

No nos dejemos conducir por nuestra visión contemporanea es el

amor en versión neoplatónica busca la trascendencia de la belleza del cuerpo,

resplandor y eco de la belleza sublime, inherente a la divinidad, siempre que

los amantes asciendan desde la mera apariencia física a un estadio más

elevado, que representaría el cenit espiritual. De ahí la distinción, común en

las teorías de corte neoplatónico y en buena parte de la filografía renacentista,

que Montemayor establece entre el amor honesto frente al deshonesto, inferior

por su apego a la materia.

En la literatura de María de Zayas

- Señora mía: yo sé que te merezco y mereceré toda la merced que me

hicieres, como lo conocerás con el tiempo; porque te aseguro que desde el

punto que vi tu hermosura, estoy tan enamorada (poco digo: tan perdida), que

maldigo mi mala suerte en no haberme hecho hombre.

- Y a serlo –dijo Laurela-, ¿qué hiciera?

- Amarte y servirte hasta merecerte, como lo haré mientras viviere; que el

poder del amor también se extiende de mujer a mujer, como de galán a dama.

Dióles a todo gran risa oir a Estefanía decir esto, dando un lastimoso suspiro,

juzgando que se había enamorado de Laurela



- Cierto Estefanía, que si fueras, como eres mujer, hombre, que dichosa se

pudiera llamar la que tú amaras.

- Y aun así como así –dijo Estefanía-, pues para amar, supuesto que el alma

es toda una en varón y en la hembra, no se me da más ser hombre que mujer;

que las almas no son hombres ni mujeres, y el verdadero amor en el alma

está, que no en el cuerpo; y el que amare el cuerpo con el cuerpo, no puede

decir que es amor, sino apetito, y de esto nace arrepentirse en poseyendo;

porque como no estaba el amor en el alma, el cuerpo, como mortal, se cansa

siempre de un manjar, y el alma, como espíritu, no se puede enfastiar de nada.

- Sí; mas es amor sin provecho amar una mujer a otra- dijo una de las criadas.

- Ése –dijo Estefanía- es el verdadero amor, pues amar sin premio es mayor

fineza



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