Caballeros 1

martes, 18 de octubre de 2011

Siglo XV


Vista desde la perspectiva de los judíos, Sefarad aparece como un ideal imposible. Aislados en sus aljamas, recluidos en sus creencias religiosas, cerrados en su propia concepción de la realidad, los judíos sefardíes vivieron durante la Edad Media al margen de la vida política de sus propias ciudades, relacionándose con el resto de sus habitantes (cristianos y musulmanes) tan sólo por razones económicas, como prestamistas, mercaderes o arrendadores de fincas.
 Parece que los judíos sefardíes no hicieron nada por acercarse a las otras realidades religiosas, pero los cristianos, dueños del poder político, tampoco contribuyeron a favorecer unas relaciones fluidas y amistosas.
Lejos de la imagen idílica y novelesca que se ha dado de las relaciones entre las tres religiones, tanto en al-Andalus como en la España cristiana, lo cierto es que las tres religiones se toleraron y se soportaron mientras ello fue posible y en tanto la contradicciones que la acuciaban no fueron demasiado extremas. Pero cuando estallaron esas contradicciones, especialmente a causa de la profunda crisis económica y social que atravesó Europa y la Península Ibérica en la segunda mitad del siglo XIV y cuyas secuelas perduraron hasta el fin de la Edad Media, los enfrentamientos entre los miembros de las tres religiones estallaron con virulencia, y acabaron con la expulsión primero de los judíos (1492) y después de los moriscos (1610).
Sefarad era para la mayoría de los judíos hispanos una pura entelequia, una ficción que sólo existía en su ideal de un espacio vital imposible y utópico. La realidad era bien distinta: los judíos suponían una minoría marginal, aunque algunos de ellos disfrutaban de una vida acomodada gracias a sus lucrativas actividades económicas, que vivía recluida en un gueto cada vez más cerrado y autárquico, en un restringido universo en el que el ideal que significaba Sefarad era una válvula de escape a una historia de victimismo y a una mitología desatendida.
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