Venía tu cuerpo moreno En el agua rosada del río. Un viento, de pena callada, Retorcía los grises olivos. Venía tu cuerpo moreno, Inmóvil y frío. El agua, cantando, pasaba Por tus dedos rígidos. ¡Venías tan pálido, soldado, en el río! La boca cerrada, las manos heladas, La piel como el lirio; Y una herida roja, en la frente blanca, Y una luz de aurora, en los ojos limpios… ¡Qué muerte la tuya, soldado del pueblo, bravo miliciano, corazón amigo; qué muerte más dulce, cien brazos de agua ceñidos en torno de tu rostro lívido! No venías muerto sobre el agua clara; Sobre el agua clara, venías dormido: Un clavel granate, en la sien nevada, Y en los ojos quietos, dos luceros vivos. ¡Qué pálido y frío, venía tu cuerpo moreno sobre el agua rosada del río!
El viento
ResponderEliminarbate espadas de hielo.
-No abriré la ventana-
El viento
decapita luceros.
-No abriré la ventana-
El viento
lleva lenguas de fuego.
-No abriré la ventana-
En telegramas de sombra
que van llevando los vientos
se lee ya la Gran Noticia
que conmueve al Universo...
-Yo no abriré mi ventana-
Concha Méndez
Venía tu cuerpo moreno
ResponderEliminarEn el agua rosada del río.
Un viento, de pena callada,
Retorcía los grises olivos.
Venía tu cuerpo moreno,
Inmóvil y frío.
El agua, cantando, pasaba
Por tus dedos rígidos.
¡Venías tan pálido,
soldado, en el río!
La boca cerrada, las manos heladas,
La piel como el lirio;
Y una herida roja, en la frente blanca,
Y una luz de aurora, en los ojos limpios…
¡Qué muerte la tuya, soldado del pueblo,
bravo miliciano, corazón amigo;
qué muerte más dulce, cien brazos de agua
ceñidos en torno de tu rostro lívido!
No venías muerto sobre el agua clara;
Sobre el agua clara, venías dormido:
Un clavel granate, en la sien nevada,
Y en los ojos quietos, dos luceros vivos.
¡Qué pálido y frío,
venía tu cuerpo moreno
sobre el agua rosada del río!
Ana María Martínez Sagi