
No se puede olvidar el importante capítulo que protagoniza Porthos, el perro de este gruñón amable. Se nos sugiere que el animal se transforma en un hombre y, al hacerlo, se encuentra con el ser humano desde la perspectiva del mismo. La decepción es enorme. Tanto, que decide volver a su estado canino anterior, forma en la que la fidelidad y el amor por su dueño son inquebrantables. Los juicios de valores de ese lanudo compañero son mucho más benignos, magnánimos en comparación con los de los hombres. Además de la condena moral a nuestra especie, el valor del capítulo reside en la forma que tiene el autor de hacernos pensar que esto es lo que sucede, aunque él no lo diga de forma explícita, que nos induzca a participar de la magia, del encantamiento de los cuentos de niños donde todo era posible, donde las explicaciones se volvían mucho más irrazonables y bellas, donde había que aceptar lo que se nos contaba sin planteamientos lógicos… y por tanto aburridos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario