- Hola Montse ¿Qué tal?.
- Ahí andamos.
- ¿Y luego? ¿Qué fue?
- Nada que cargué las mates.
- -Bueno pues no es para tanto. Yo ya te tengo suspendido muchas veces y no acabó el mundo por eso
- Ya, pero es que fue por culpa de Yago.
- ¿Y luego qué hizo?.
- Pues nada que el profe lo cachó guichando por mi examen y nos suspendió a los dos. Yo ya le dijera que tuviera mucho cuidado ¿No sabes? Pero no me hizo caso ninguno. Después a la salida me dijo que no se diera de cuenta y que por qué no lo avisara yo de que venía el profe.
- ¡Aún por encima! ¡Vaya morro!
- -Eso fue lo que yo le dije ya medio mosqueada.
- ¿Y que te contestó él? Nada, se quedó mirando para mí con cara de parvo, se echó a reír y empezó a pintar el indio
- ¿Y tú que hiciste?
- ¿Yo? Marché toda cabreada para casa. Ahora mis viejos no me van dejar salir en todas las vacaciones.
- Anda, no seas exagerada.
- ¡Ay no! ¡Cómo si no lo supiera yo! Y para el año, veremos…
- Mira, te voy s dicir una cosa; con que sigas pensando en esto te vas a amargar la tarde.
- Es que no lo doy olvidado.
- Pues a mí ya me llego de escuchar desgracias así que no me rompas la cabeza y vámonos a junto de Carmen que hoy hacen una fiesta.
- No puedo.
- ¿Por qué?
- Porque ahí atrás caí y escordé un pie. Aún no lo doy apoyado del todo ¿No ves?
- Eso te da unas friegas un tío bueno y verás como te pone a andar.
- Que no tía, mira cómo está. Todo mazado. Y me duele de carai.
- ¡Mi madre! Es verdad…¿Oíste? ¿Y por qué no vamos entonces al cine? Invito yo.
- ¿Lo que?
- Que te invito al cine. Venga, voy quitar las entradas.
- Jo, tía…
- Que sí y si nos encontramos con el Yago ese le echas la lengua y lo dejas pampo.
- ¡Vale tía! ¡Qué guai!
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