Hughes vio a Plath por primera vez cerca de Charing Cross mientras se comía un melocotón. Entre las chicas que aparecían en la fotografía de los becarios Fullbright se fijó en los ondulados cabellos rubios de Plath, en su exagerada sonrisa norteamericana, en el flequillo a lo Veronica Lake. Él era un poeta prometedor, ella se casó convencida de que no tardarían en ser famosos. Un par de viajes juntos, nacieron dos hijos, compartían la máquina de escribir, elogios para los poemas de Hughes. Después viene una variación de la conocida secuencia de adulterio y fuga masculina, con un final contundente: el suicidio de Plath.
Hasta aquí la historia exterior.
La historia interior se bifurca en las versiones de los dos cónyuges, la de Plath se perdió con los diarios que su marido destruyó minuciosamente; Hughes se inclinó por esconder su relato durante décadas y sólo unos meses antes de morir publicó Cartas de aniversario, donde con la mano firme despellejaba su primer matrimonio sobre las páginas.
Los poemas-carta reflejan a una Plath vacía de energía creativa, incapaz de trasladar a la realidad su anhelo de convertirse en una poeta prestigiosa. Hughes se retrata como un héroe sofocleo, atrapado en un conflicto de fuerzas psicológicas ante las que no puede ofrecer otra resistencia seria que soportarlas. Entre las grietas de esta estilizada versión de un conflicto doméstico puede verse la caliente, acre, naturaleza humana de un varón enamorado ,incapaz de detener (¿contribuyendo a?) la caída de su pareja en un vacío depresivo donde al final sólo capaz de girar el resentimiento .
Aunque le gustaba imaginarse pescando solo bajo un fino aguacero, conviene no olvidar que Hughes sobrevivió a Sylvia Plath, a las hordas de periodistas culturales que se pasaron décadas ladrando en la puerta de su casa, al suicidio de su segunda esposa (que se llevó por delante a su tercer hijo), para recoger honores de estado y convertirse en el poeta inglés más relevante de su tiempo; conviene recordar que en su particular visión del universo los hombres emergen como animales más perceptivos que se mueven en el mismo juego de fuerzas grotescas e irreflexivas que orientan a las aves en el provecho las corrientes; y conviene recordar que al escoger un animal totémico Hughes dejó los peces (delgados y ágiles y suaves) para Plath y se inclinó por el búho de mirada nocturna, el halcón y el inquietante cuervo. Quizá de estos animales extrajo la energía para clavar al final de Cartas de aniversario una advertencia dirigida a sus hijos contra los curiosos que se acercaban a los restos de su primer matrimonio: “Los perros se están comiendo la tumba de vuestra madre”.
muy práctico quemar los diarios para que la única versión que sobreviviera fuera la suya. Este Ted, qué listo...
ResponderEliminarMurguía se cargó casi toda la correspondencia de Rosalia de Castro . Al fin de cuentas la historia es una construcción subjetiva.
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