Caballeros 1

martes, 26 de octubre de 2010

Connotación y denotación

#187 - El 26/10/2010 José C. Carvajal dijo:
Estimado Señor Pérez-Reverte:

Me llamo José C. Carvajal. Ante todo, y para que quede claro, quiero señalar que considero que tengo ciertas nociones de Historia y que no hablo gratuitamente, aunque habrá quien opine lo contrario. También quiero señalar que en ocasiones sigo sus escritos y he leído algunos de sus libros; no comparto todas sus opiniones, pero en general respeto su forma de expresarse y su experiencia. Sin embargo, creo necesario responder ante su último post.

Verá, a mí me fastidia la corrección política como a cualquier hijo de vecino, igual que a cualquiera que no sea muy estirado se siente oprimido por cualquier disciplina impuesta socialmente (por buena o mala que ésta sea). Pero creo necesario defender, al menos en cierto sentido, la postura de esta profesora que es colega mía. No por corporativismo (que tengo algunos colegas malísimos), sino porque creo que comete usted un error. Y soy muy consciente de decirle esto desde la posición de aficionado, porque de palabras hablamos, y de eso sabe sin duda más usted que yo.

Empiezo con dos ejemplos: “puta/prostituta/ramera/meretriz” y “bárbaro”. En el primer caso, está claro que todos hablamos de lo mismo al usar cualquiera de las alternativas, pero eso no significa que podamos usarla todas sin consecuencias en todas las situaciones. “Puta” resulta claramente más malsonante que “prostituta”. ¿Conocer esto no es parte de la educación? Al menos, si yo tuviera un hijo, se lo enseñaría, así como le enseñaría a usar “hijo de puta” y por qué no se dice “hijo de prostituta”. Sin duda también le enseñaría a usar “ramera” y “meretriz”, pero le advertiría de que, si está en una situación coloquial, no son palabras que probablemente vayan a ser comprendidas por todos los participantes y, en caso de que lo sean, sonarán como mínimo extrañas.

Pero quizás más cercano al ejemplo que nos ocupa es la palabra “bárbaro”. Como usted bien sabe, tiene diferentes acepciones, y la primera que viene en la RAE es precisamente la relativa al extranjero al Imperio Romano. Y sin embargo, creo que son más famosas a pie de calle otras acepciones que van desde “fiero y cruel” hasta “grande bordeando lo excesivo” (estoy resumiendo, ojo, no citando). Me atrevería a sugerir, aunque no tengo pruebas, que la primera acepción fue rescatada por los historiadores, pero que la popular es otra con rasgos ciertamente más negativos o al menos derivados de cierta negatividad.

La palabra "moro" en la acepción de la que hablamos ha sido desterrada de la mayoría de los trabajos del medievalismo español hace tiempo. Eso no significa que haya sido desterrada de la lengua, que es nada menos de lo que usted acusa a esta profesora. Significa sencillamente que, en el contexto de los estudios históricos, la palabra conlleva unos valores que no son los que se quieren transmitir por el que escribe. Usted puede tirar lo que quiera de diccionario, pero los valores negativos de la palabra están ahí, y no se los han puesto los historiadores. Como usted mismo señala, “el habla la determinan quienes la usan”. Las connotaciones y valores también. Nadie ha prohibido su uso, ni siquiera recomendado su abandono. Sencillamente, en un contexto de trabajos históricos, es mejor usar palabras con una carga más neutra. Forma parte de un vocabulario técnico, que pugna por ser lo más preciso posible.

Podemos preguntar por qué “bárbaro” y “moro” han tenido diferentes destinos en español. Por suponer, yo imagino que tiene que ver con el hecho de que los historiadores que rescataron a los bárbaros fueron probablemente alemanes o ingleses, y en esas lenguas se puede distinguir claramente entre unos gentilicios más “amables” (“barbar” y “barbarian”) y unos adjetivos que denotan características (“barbarisch” y “barbarous”; ojo: nótese el inglés “barbaric”, que es relativo a “barbarian”, no a “barbarous”). En español no tenemos esa diferencia, y “moro” hace referencia tanto al gentilicio como a las características peyorativas de las que se se habla. No sé cuando se desarrollan las características negativas. Supongo que podría tener que ver con nuestra época de obsesión con la limpieza de sangre, o quizás con el comportamiento de las tropas norteafricanas (con perdón) del bando nacional en la Guerra Civil. El caso es que por mi propia experiencia veo que ese valor negativo se ha transmitido a otras lenguas, donde las traducciones directas de “moro” se ven cada vez menos. No sé si la palabra “moro” se ha introducido en otras lenguas europeas a través del español, diría que sí, pero de lo que sí estoy seguro es que sus valores negativos vienen de nuestro idioma. Creo que, por desgracia, hay pocas cosas tan españolas como la equivalencia de “moro” con “moromierda”. Me gustaría muchísimo que no fuera así, pero, Señor Pérez-Reverte, me temo que los “moros” son las primeras víctimas de los “nacional-católicos”. Si usted quiere recuperar el uso de la palabra con mejores fines, tiene toda mis simpatías, pero creo que habría que empezar reconociendo los usos de ahora. En ese sentido, me gustaría que los académicos de la lengua como usted reflexionaran si necesitan actualizar los sentidos de esta palabra. Creo que la gente que reclama su uso tiene muy claro para qué lo quieren usar; lo que me asusta es que ustedes no quieran verlo y se escondan en los valores arcaicos de la palabra (válidos, quizás, pero también arcaicos).

Para terminar, quisiera decir que en todo caso reprobaría la acción de una profesora que pidiera al alumno que borrara de su vocabulario la palabra “moro”, pero también reprobaría que no le advirtiera la diferencia que hay en su uso con respecto a otras posibilidades. En este caso, podemos desconfiar de la profesora o de la interpretación del alumno. Lo que sí que me parecería apropiado es que suavizara usted su llamada a las barricadas al alumno considerablemente y que concediera un poco de margen de duda a la profesora.

Si ha llegado hasta el final, le agradezco su atención y paciencia. También, conociendo el poder de su pluma y siguiendo el ejemplo del “moro” (con perdón) Ibn Jaldun, solicito su amabilidad en cualquier posible respuesta.

Espero poder leer pronto otro libro del Capitán Alatriste.

Atentamente

José C. Carvajal

http://www.perezreverte.com/prensa/patentes-corso/

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