Caballeros 1

lunes, 6 de junio de 2022

Una costilla sobre la mesa: Erinias.

 Las Erinias o Euménides eran diosas castigadoras que perseguían a los culpables de ciertos crímenes. Son fuerzas primitivas anteriores a los dioses olímpicos, por lo que no se someten a la autoridad de Zeus.

Son hijas de la sangre derramada por el miembro de Urano cuando su hijo Cronos lo castró.

Se representa a estas hórridas deidades vengadoras como mujeres con serpientes enroscadas en sus cabellos, portando látigos y antorchas, y con sangre manando de sus ojos en lugar de lágrimas. También se decía que tenían grandes alas de murciélago o de pájaro.

  • Alecto, que castiga los delitos morales.
  • Megera, que castiga los delitos de infidelidad.
  • Tisífone, que castiga los delitos de sangre.




El cuadro se titula «Las Erinias», realizado en 1862 por William Adolphe Bouguereau, y trata sobre Orestes perseguido por las Erinias después de matar a su madre con un cuchillo. En este cuadro podemos observar a Orestes desnudo, tapándose los oídos para así no escuchar a las Erinias que señalan la trágica muerte.

Las Erinias son espíritus femeninos de la Justicia y de la Venganza, personifican un antiquísimo concepto de castigo. Los romanos las identificarían más tarde con sus Furias.

Nacidas de las gotas de esperma y sangre que cayeron sobre Gea cuando Crono mutiló a Urano, se las considera primitivas divinidades ctónicas del panteón helénico y en este sentido pueden compararse a las Moiras, ya que no tienen otras leyes que las propias y no reconocen la autoridad de los dioses olímpicos.

Principalmente las Erinias son tres: Alecto (la implacable) perseguía sin descanso a los mortales hasta conseguir que murieran de locura; Tisífona (la vengadora del asesinato) castigaba los delitos de sangre; y, por último,  Megera (la celosa) se encargaba de hacer nacer el odio y la discordia entre los mortales, castigando los delitos de infelicidad. Las tres se representaban como genios femeninos alados con los cabellos entreverados de serpientes y blandiendo antorchas o látigos. Su morada es el Érebo, las tinieblas infernales. A menudo comparadas con “perras”, vuelven locas a sus víctimas, a las que persiguen sin descanso.

Protectoras simbólicas del orden del cosmos (el universo organizado frente al Caos) y del orden religioso y cívico característicos del pensamiento helénico, opuestos a las fuerzas desestabilizadoras de la anarquía, persiguen a todo aquel que haya cometido una falta susceptible de turbarlos, desde las cometidas contra la familia hasta el pecado de la  hibrisCastigan especialmente a los asesinos, ya que su crimen es tanto una mancha de tipo religioso como una amenaza para la estabilidad del grupo social. Expulsado de su ciudad, el culpable errará de ciudad en ciudad, víctima de la persecución de las terribles Erinias, hasta que encuentre una autoridad caritativa que consienta en purificarlo de su crimen. Las Erinias se convierten entonces en las Euménides, “las bondadosas”, eufeminismo con el que se pretendía halagarlas para desviar su cólera y conseguir que fueran propicias.

Desde los poemas homéricos, la función esencial de las Erinias es la de vengar el crimen y castigarlo, especialmente los cometidos contra la familia, encabezados por el parricidio. La tradición trágica les otorga este papel fundamental a través de la historia ejemplar de dos familias míticas perseguidas por una maldición implacable: los Labdácidas, en torno a la figura de Edipo y los Atridas, en torno a la de Orestes, ambos parricidas irresponsables que obtendrán la redención de su crimen después de la purificación. La maldición divina original cede así su lugar a un nuevo orden cívico.

En la obra de Sófocles, Edipo en Colono, es significativo que llega a su última morada en el bosque dedicado a las Erinias. Esto demuestra que ha pagado su penitencia por sus crímenes de sangre haciendo una ofrenda a las Erinias. De esta manera,  Edipo consigue redimirse de su desgracia y desaparece bajo el suelo divino, en una especie de apoteosis misteriosa y serena.


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