2. Tan torpemente, dentro
3. De ti.
4. Perdóname el dolor, alguna vez.
5. Es que quiero sacar
6. De ti tu mejor tú.
7. Ese que no te viste y que yo veo,
8. Nadador por tu fondo, preciosísimo.
9. Y cogerlo
10. Y tenerlo yo en alto como tiene
11. El árbol la luz última
12. Que le ha encontrado al sol.
13. Y entonces tú
14. En su busca vendrías, a lo alto.
15. Para llegar a él
16. Subida sobre ti, como te quiero,
17. Tocando ya tan sólo a tu pasado
18. Con las puntas rosadas de tus pies,
19. En tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
20. De ti a ti misma.
21. Y que a mi amor entonces, le conteste
22. la nueva criatura que tú eras.
Primer segmento. Conformado por los doce primeros versos. Título: “Deseo de obtener de la amada lo mejor de su interioridad”.
Segundo segmento. Formado por los ocho versos siguientes. Título: “Encuentro de la amada consigo mismo por medio del otro”,
Tercer segmento. Constituido por los dos últimos versos. Título: “El redescubrimiento de la esencia gracias al amor”.
A nivel retórico figurativo, el poema se estructura sobre la base de lo que Lakoff y Jhonson han denominado metáforas de recipiente[3]. La mujer es un espacio que penetra el sujeto de la enunciación en búsqueda de ella: “Perdóname por ir así buscándote/ Tan torpemente, dentro/ De ti (...) Es que quiero sacar/ de ti tu mejor tú”. Creemos que se trata de una metáfora de recipiente en la medida de que no sólo se delimitan los espacios dentro – fuera, sino que además el espacio corporal de la amada tiene un fondo: “Ese que no te viste y que yo veo/, Nadador por tu fondo, preciosísimo”.
Una de las características de la poesía moderna alude al cambio de funciones de las palabras. Es decir, las palabras no tendrán un significado intrínseco, sino que el poeta las manipulará libremente, atribuyéndole una significación particular. En Salinas se da este caso, ya que para el poeta el “tú” no es sólo un pronombre, sino que va más allá y lo emplea como un sustantivo, lo cosifica dentro de la amada: “Es que quiero sacar/ de ti tu mejor tú”. Leo Spitzer se ha pronunciado al respecto:
“...son los pronombres que, para el gramático místico que es Salinas “no reemplazan a los nombres”, sino que son substantivos, llenos de Substancias más concentradas: el tú “irreductible”, “el yo desnudo”. Por rebote, ahora, esta frase curiosa vivir en los pronombres se transforma en un “vivir entre las Esencias, las Ideas preexistentes del “Yo” y el “Tú”[4].Otro recurso retórico importante en el poema es la paradoja, figura inmersa en el campo figurativo de la antítesis. Por medio de la oposición, asistimos a una suerte de desdoblamiento del otro amado: “Y entonces tú/ en su busca vendrías, a lo alto. / Para llegar a él/ subida sobre ti/ como te quiero”. La esencia de la amada se encuentra dentro de ella, es su yo trascendente. Lo que conoce el sujeto de la enunciación es sólo una superficie. Es por ello que el hablante básico se introduce en el otro para sacar esa esencia que la amada deseará conocer. Ahora, este conocimiento de la esencia individual por la mirada de amor del otro implica un alejamiento del tiempo lineal e histórico: “(…) subida sobe ti, como te quiero/ tocando ya tan sólo a tu pasado/ con las puntas rosadas de tus pies”/ en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo/ de ti a ti misma”. Aquí se ve como la esencia descubierta por el sujeto amoroso se encuentra en un nivel superior, y para que la amada pueda conocerse, necesita realizar una suerte de anulación de la individualidad, sobreponerse a sí misma. Es decir, lo que el yo poético realiza es una abstracción del amor, pero a la vez la amada también tiene que pasar por dicho proceso para poder reconocer su esencia individual.
En los dos últimos versos asistimos a una paradoja importante, importante porque nos revela la naturaleza de la esencia alcanzada por la mirada de amor del sujeto de la enunciación: “Y que a mi amor entonces, le conteste/ la nueva criatura que tú eras”. Aquí observamos como se funden el “entonces” con el “ahora”. Esa nueva criatura que le va a contestar al sujeto de la enunciación es la amada esencial, pero su esencia no ha sido por el hablante básico descubierta, sino redescubierta. Es decir, lo que se intenta decir con estos versos finales es que la esencia ha sido parte del hombre, pero que ahora se ha perdido, y es ahí cuando el amor cumple una función existencial: el re-descubrimiento de esa esencia.
En cuanto a los interlocutores del poema, este es enunciando por un locutor personaje, quien se dirige a un alocutario representado. En ese sentido, se trata de una reflexión en la que el sujeto de la enunciación intenta explicar la naturaleza de sus emociones al sujeto amado. Su amor resulta ser ciertamente conflictivo en tanto que no existe una compenetración absoluta con el otro. Es por ello que solicita comprensión ante su concepción del amor: la búsqueda de la esencia.
El proyecto estético-ideológico de “Perdóname por ir así buscándote…” se orienta hacia la búsqueda de la esencia en el sujeto amado. Esa búsqueda implica un autoconocimiento del ser amado, puesto que es por la mirada de amor que el hablante básico le revela al otro su esencia. La revelación de la esencia se presenta como un reconocimiento en el sujeto amado de su esencia original, primera. Para llegar a dicho nivel de autoconocimiento, el otro experimenta una suerte de anulación de su individualidad, tiene que ir más allá de sí mismo para alcanzar su yo esencial.
Una lectura intertextual del poema materia de nuestra exégesis lo vincula a otros que se configuran sobre la base del esquema de la búsqueda de la amada esencial. Así en Salinas podemos encontrar los siguientes versos: “Por detrás de ti te busco/. No en tu espejo, no en tu letra, ni en tu alma. Detrás, más allá”. A veces la búsqueda es inútil, el poeta es conciente de que la posibilidad de llegar al otro resulta un fracaso, y se resigna al abismo abierto entre él y el sujeto amado: “Dime, ¿por qué ese afán/ de hacerte la posible, / si sabes que tú eres/ la que no serás nunca?
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