Caballeros 1

jueves, 22 de abril de 2021

Erasmo Darwin. Lunártico.

 

¡Serenaos! Os ruego que me escuchéis antes de dar rienda suelta a vuestro odio. ¿Acaso no he sufrido bastante que buscáis aumentar mi miseria? Amo la vida, aunque sólo sea una sucesión de angustias, y la defenderé. (../..) Creedme, Frankenstein: yo era bueno; mi espíritu estaba lleno de amor y humanidad, pero estoy solo, horriblemente solo. Vos, mi creador, me odiáis. ¿Qué puedo esperar de aquellos que no me deben nada? Me odian y me rechazan. Las desiertas cimas y desolados parajes son mi refugio. He vagado por ellas muchos días. Las heladas cavernas, a las cuales únicamente yo no temo, son mi morada, la única que el hombre no me niega. Bendigo estos desolados parajes, pues son para conmigo más amables que los de tu especie. Si la humanidad conociera mi existencia haría lo que tú, armarse contra mí. ¿Acaso no es lógico que odie a quienes me aborrecen? No daré tregua a mis enemigos. Soy desgraciado, y ellos compartirán mis sufrimientos. (…) Deja que se conmueva tu compasión y no me desprecies. Escucha mi relato: y cuando lo hayas oído, maldíceme y apiádate de mí, según lo que creas que merezco. (…) Escuchad mi historia: es larga y extraña. (…) De ti depende el que abandone para siempre la compañía de los hombres y lleve una existencia inofensiva o me convierta en el azote de tus semejantes y el autor de tu pronta ruina”  De Frankestein.



https://www.bbc.com/mundo/noticias-42887595

Hubo una vez un club de caballeros en Birminghan que se reunían cuando el almanaque anunciaba plenilunio. De esta manera, cada uno de sus miembros podía hacer el viaje de vuelta a través de los caminos iluminados por la luz de la luna.

Por tal circunstancia se hacían llamar la Sociedad Lunar y entre sus fundadores destacaba Erasmus Darwin (1731-1802), abuelo de Charles Darwin y hombre de lo más curioso por ser hijo de su tiempo, es decir, de la Ilustración y del sentido social de la ciencia llevado a cabo por la Revolución Industrial.



 “Muchas y largas fueron las conversaciones entre Lord Byron y Shelley, a las cuales yo asistía, pero casi como una oyente silenciosa. Durante una de esas conversaciones se habló de distintas doctrinas filosóficas y, entre otras, de la naturaleza del principio de la vida, y se discutió si habría alguna posibilidad de que alguna vez fuera descubierto y difundido. Ellos hablaron de los experimentos del doctor Darwin (no hablo de lo que el doctor hizo realmente, ni de lo que se dice que hizo, sino, más bien, de lo que en aquel entonces se decía que había hecho); al parecer había conservado un hilo de masa en un bote de cristal, hasta que, por algún extraordinario proceso, aquello comenzó a agitarse con un movimiento autónomo. Después de todo, ¿no era así como se generaba la vida? Quizá un cadáver podría reanimarse; el galvanismo había dado pruebas de cosas semejantes: quizá se podrían manufacturar las partes componentes de una criatura, y después podrían reunirse y dotarlas de calor vital”.



No hay comentarios:

Publicar un comentario