Caballeros 1

martes, 20 de noviembre de 2018

El miedo y Preciosa y el aire.





Javier Becerra
18/05/2018 17:55 h

Una cosa es lo general. Otra, lo particular. Hablábamos de problemas a los que se enfrentan las mujeres y que los hombres no sufren en carne propia. Cuando ella nos decía que nosotros jamás podríamos entender «lo horrible que es caminar por la calle con un estado de alerta permanente por el miedo a que te pase algo» es una cosa. Piensas en algo abstracto. Oscuridad, callejones, noche, malas pintas... qué sé yo. Cuando explicó, con calles, pelos y señales, lo que le ocurrió hace un mes el pensamiento se reenfoca.

La chica tiene 18 años. ¿Su falta? Caminar sola a las nueve de la noche por la zona de Cuatro Caminos en dirección a la Gaiteira. Iba de vuelta a casa, escuchando música con auriculares. Se cruzó un hombre. «Lo miré y él me miró a mí. Tenía unos 22 o 23 años y un aspecto normal. Yo seguí caminando y él empezó a ir tras de mí», relataba. Le surgió la duda de si la seguía «de verdad» o era «una paranoia» suya, debido precisamente a ese estado de alerta general. Por ello, cruzó por un paso de cebra con ritmo rápido. Él aceleró, «echándose a un lado, pero sin dejar de seguirme». A ella se le aceleró el corazón. De miedo.

«Me paré en medio de la acera y saqué el móvil, fingiendo que iba a mandar un mensaje, a ver si pasaba de largo». Él la adelantó. Se paró en un portal. La miró. Le dijo: «!Ay, qué cansado estoy!». La chica se bloqueó. Totalmente: «Me quedé paralizada cuando me habló de manera relajada. Era más alto y fuerte que yo». De pronto, recordó algo que había escuchado como medida de precaución: «Llamé a mi madre por teléfono. Dicen que si hablas por el teléfono no te hacen nada». Pero no le cogió. Y a ella, en su bloqueo mental, no se le ocurrió simular una conversación.

Ante esta situación entró en una de las cafeterías de la Gaiteira. «Estaba llena de gente. Me metí, me hice un sitio en la barra y le dije a una de las camareras que tenía un problema, que un hombre me estaba siguiendo», relata. Él no se amedrentó. La siguió. Se metió en el servicio. A los pocos segundos salió. «Se dirigió a la barra y, como lo miraban, le dijo a las chicas: ‘¿Hay algún problema? ¿Pasa algo?’ A mí me dio porque no me viera la cara y me giré». Entonces, las mujeres le preguntaron al hombre si quería algo. Que si tenía él algún problema. Que qué ocurría. No contestó. Abandonó el local. Se esfumó. El dueño del establecimiento, al conocer la situación, salió tras él. No lo pudo ver.

¿No pasó nada? ¿Es nada la angustia, los sudores fríos y la sensación de que esas cosas ocurren solo si eres mujer? Ayer se lo contaba a sus compañeros de clase por primera vez. Y a un periodista. Todos nos quedamos impresionados. Aunque como dice ella, los hombres solo podamos imaginar lo que es ese miedo. Ellas, sin embargo, saben lo que es sentirlo.

  







Preciosa y el aire(García Lorca)

Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.
El silencio sin estrellas,
huyendo del sonsonete,
cae donde el mar bate y canta
su noche llena de peces.
En los picos de la sierra
los carabineros duermen
guardando las blancas torres
donde viven los ingleses.
Y los gitanos del agua
levantan por distraerse,
glorietas de caracolas
y ramas de pino verde.

          *
Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
el viento que nunca duerme.
San Cristobalón desnudo,
lleno de lenguas celestes,
mira la niña tocando
una dulce gaita ausente.
Niña, deja que levante
tu vestido para verte.
Abre en mis dedos antiguos
la rosa azul de tu vientre.
Preciosa tira el pandero
y corre sin detenerse.
El viento-hombrón la persigue
con una espada caliente.

Frunce su rumor el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de umbría
y el liso gong de la nieve.
.


*¡Preciosa, corre, Preciosa,
que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡Míralo por dónde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con sus lenguas relucientes
Preciosa, llena de miedo,
entra en la casa que tiene,
más arriba de los pinos,
el cónsul de los ingleses.
Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.
El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.
Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde.




Al verla se ha levantado
el viento que nunca duerme.
San Cristobalón desnudo,
lleno de lenguas celestes,
mira la niña tocando
una dulce gaita ausente.
Niña, deja que levante
tu vestido para verte.
Abre en mis dedos antiguos
la rosa azul de tu vientre.
          *
Preciosa tira el pandero
y corre sin detenerse.
El viento-hombrón la persigue
con una espada caliente.
Frunce su rumor el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de umbría
y el liso gong de la nieve.
¡Preciosa, corre, Preciosa,
que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡Míralo por dónde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con sus lenguas relucientes.
          *
Preciosa, llena de miedo,
entra en la casa que tiene,
más arriba de los pinos,
el cónsul de los ingleses.
Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.
El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.
Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde.p

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