Espero que mi propio sexo me disculpe si trato a las mujeres como criaturas racionales en vez de halagar sus encantos fascinantes y considerarlas como si estuvieran en un estado de eterna infancia, incapaces de valerse por sí mismas. Deseo de veras mostrar en qué consiste la verdadera dignidad y la felicidad humana. Deseo persuadir a las mujeres para que intenten adquirir fortaleza, tanto de mente como de cuerpo, y convencerlas de que las frases suaves, la sensibilidad de corazón, la delicadeza de sentimientos y el gusto refinado son casi sinónimos de epítetos de la debilidad, y que aquellos seres que son sólo objetos de piedad, y de esa clase de amor que ha sido denominada como su hermana, pronto se convertirán en objetos de desprecio.”
La revolución en Francia animó a Mary Wollstonecraft a concebir que los «derechos» debían extenderse a las mujeres, aunque las medidas efectivas adoptadas por sus líderes masculinos la decepcionaron. En la Constitución de 1791, las mujeres quedaban excluidas de la ciudadanía. Más aún, en un informe para la Asamblea Nacional francesa, el diplomático francés Talleyrand había propuesto un sistema nacional gratuito de educación, con la condición añadida de que las niñas debían ser educadas para la domesticidad. En el verano de 1791, Wollstonecraft tomó la pluma y, de nuevo escribiendo a toda velocidad, en seis semanas redactó Vindicación de los derechos de la mujer con crítica sobre asuntos políticos y morales. Comenzó dirigiéndose a monsieur Talleyrand Périgord, antiguo obispo de Autun, urgiéndole –a él y de hecho a todos los revolucionarios masculinos que habían negado derechos a las mujeres– a reconsiderar su posición. «Abogo por mi sexo, no por mí misma»
La obra de la británica Mary Wollstonecraft Vindicación de los derechos de las mujeres, publicada en 1792, es una de las primeras grandes obras feministas. La escribió en una época de efervescencia política y social: la Ilustración había puesto los derechos de los hombres en el centro de su discusión política, que culminó en Francia con la Revolución, el mismo año en que Wollstonecraft escribía su Vindicación. Pocos hablaban, sin embargo, de la situación de la mujer en la sociedad. De hecho, Jean Jacques Rousseau, ardiente defensor de la libertad política, afirmaba en su Emilio que las mujeres debían educarse solo para ser buenas esposas y complacer al hombre.
Mary Wollstonecraft
Se me puede acusar de arrogante, pero, pese a ello, debo declarar que estoy firmemente convencida de que todos los escritores que han abordado el tema de la educación y la conducta femeninas, desde Rousseau hasta el doctor Gregory, han contribuido a hacer de las mujeres los caracteres más débiles y artificiales que existen y, como consecuencia, los miembros más inútiles de la sociedad. Podría haber expresado esta convicción en un tono más comedido, pero me temo que habría parecido un fingido lloriqueo, no la ferviente expresión de mis sentimientos, extraídos del resultado evidente de la experiencia y la reflexión.”
Mary Wollstonecraft nació en 1759 en una familia cuya fortuna declinaba. Con poco más de 20 años de edad fundó una escuela progresista en Londres, y luego trabajó en Irlanda, donde fue institutriz de los hijos de lady Kingsborough, cuya enorme vanidad y desdén contribuyeron al desarrollo de las teorías de Wollstonecraft sobre las mujeres.
En 1787 regresó a Londres y escribió para la publicación radical Analytical Review. En 1792 viajó a Francia a celebrar la Revolución y se enamoró del escritor estadounidense Gilbert Imlay. Juntos tuvieron una hija, pese a que nunca se casaron y la relación acabó rompiéndose. Después de un viaje a Suecia y un fallido intento de suicidio, regresó a Londres y se casó con William Godwin. Murió en 1797 mientras daba a luz a la única hija de ambos, Mary, autora de la novela Frankenstein con su apellido de casada, Shelley.
Veo a los hijos y a las hijas de los hombres persiguiendo sombras y gastando ansiosamente sus poderes para alimentar las pasiones que no tienen adecuado objeto –si el mismo exceso de estos impulsos ciegos, mimados por esta mentirosa pero constantemente confiada guía, la imaginación, no hiciera, preparándoles para otro estado, a los miopes mortales más sabios sin su propia concurrencia, o, lo que viene a ser lo mismo, cuando estaban persiguiendo algún imaginario bien presente.
Tras ver los objetos bajo esta luz, no sería muy caprichoso imaginar que este mundo era un escenario en el que se representa cada día una pantomima para el entretenimiento de seres superiores. Cómo se distraerían al ver al hombre ambicioso consumirse a sí mismo persiguiendo a un fantasma y “buscando la engañosa reputación en la boca del cañón que le iba a reducir a la nada”: pues cuando la conciencia se pierde, no importa si montamos en un torbellino de aire o descendemos en la lluvia.”
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