Caballeros 1

jueves, 4 de febrero de 2016

6ª PARTE.


Desde las llamas fantasmagóricas los demonios surgieron rugiendo y devorándolo todo como una plaga. Las civilizaciones cercanas a la gran grieta se vieron forzadas a huir hacia el sur a medida que la innumerable masa de bestias salía sin parar de etéreo espejo a otro mundo, respecto a las que quedaron atrapadas al norte de la grieta… jamás volvió a escucharse nada de ellas. Nadie sabe con exactitud cuanto duro esta guerra pero muchos hijos de los hombres jamás conocieron la paz; nacían bajo la amenaza y sombras de las bestias y la mayoría moría luchando contra ellas.

Al principio de la guerra las cenizas de Diorna seguían frescas en Altgea, justo a flor de piel, y gracias a eso la magia era poderosa y con ella se enfrentaban las razas a los demonios. Pero con los siglos estos restos se fueron extinguiendo, hundiéndose más y más en el interior de Altgea, y cada vez usar la magia era más difícil y no existían las espadas o la forja. Solo podían combatir contra las bestias con la magia… y esta se estaba muriendo.  Los demonios se extendieron hacia el sur conquistando y devorándolo todo a su paso y ningún de las razas podía detenerlos, ni siquiera la ayuda de los dioses era suficiente. Hasta que llego un die en que Beliaq, observando la guerra desde el Eternia y deleitándose en ella, se dio cuenta de que esta estaba llegando a un punto crítico; si los demonios seguían avanzando a este paso pronto conquistarían el mundo entero y entonces la guerra terminaría.
Beliaq, deseoso de mas batallas y actos sangrientos, quería prolongar la guerra lo máximo posible así que reunió sus fuerzas y de los gritos y la sangre de la batalla creo q Hertrus, el dios de la forja. Hertrus, a pesar de tener un padre un tanto cruel, nació con un corazón compasivo y tierno y cuando Beliaq le dijo que enseñara a forjar armas y armaduras a las razas de Altgea este accedió de buen grado. Sin embargo el orgullo de Beliaq hizo que quisiera probar la fuerza de su propia creación. Antes de dejarle descender a Altgea desafío a Hertrus a un combate tan brutal que desfiguraron el cuerpo y el rostro del nuevo dios. Sintiéndose traicionado y avergonzado por su aspecto el dios de la forja noto como el odio crecía en su interior y decidió castigar a su padre de la única manera que podía.
Hertrus se negó así a enseñar la forja a los mortales y abandono a las razas de Altgea a su suerte.

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