Caballeros 1

lunes, 26 de enero de 2015

Mística y amor sufi.

De Ibn Allah de Alejandría es el método de oración mental o de quietud -dexamiento o alumbramiento- que muchos siglos más tarde, y ya en la España inquisitorial, arrojaría sobre los reformadores carmelitas la sospecha del iluminismo. Los emblemas considerados exclusivamente teresianos o sanjuanistas fueron preludiados por los sufíes hispanoafricanos: los estados alternos de la anchura y la estrechura del alma, la metáfora del relámpago súbito para el rapto y el espejo del alma. El símbolo de los siete castillos con-céntricos que Santa Teresa haría famoso en el siglo XVI encuentra su contrapartida en el texto anónimo de los Nawadir. Las fechas de los textos místicos musulmanes preteresianos y presanjuanistas se pueden retrotraer al siglo XI.
San Juan de la Cruz es el principal heredero espiritual de muchas actitudes de los sufíes hispanoafricanos, como :
1. El dejamiento extremo en las manos de Dios.
2. La renuncia a todo apetito.
3. La idea de que todo es Dios y por Dios.
4. La noción de perfectibilidad del dejado.
5. La santa indiferencia del espiritualismo perfecto.
6. El símil del polvo (hombre) en la luz (Dios).
En la transmisión de la cultura mística musulmana a los espirituales de la España renacentista los judíos y los conversos de judíos fueron, en alguna medida, los mediadores de una parte significativa del legado cultural islámico. Es la poesía entendida entonces como ese decir sin decir, silencio elocuente, decir contenido, música callada, logos silenciado.
Hoy en día en  España viven unos 1.200 sufíes naqshbandíes, una rama espiritual de la religión musulmana. Hay un colectivo en la Alpujarra granadina y otro cerca de Cáceres           
 
"Amin es un leonés de 45 años, casado, que llegó a profesar las órdenes menores en el seminario. “Pero murió mi padre, tuve una crisis espiritual muy fuerte y me hice comunista. No quería saber nada de Dios”. Amin se queda pensativo unos instantes; luego concluye: “Cuando me convertí al islam, sentí que por fin regresaba a casa”. “Mi maestro me enseñó el arte del fracaso. Es decir, aprender a fluir con la vida y a pensar con el corazón”, explica Amin. “El que obra así no llegará nunca a nada en la sociedad actual. Pero se habrá ganado a sí mismo, porque para él tendrán el mismo valor el oro y el barro. Eso es ser sufí”.                 
 
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