Caballeros 1

martes, 9 de octubre de 2012

Relectura actualizada del mito Bécquer.

El paradigma del Gustavo Adolfo Bécquer como poeta incomprendido, soñador idealista y escritor pobre y desgraciado está siendo revisado por los biógrafos del poeta y sustituido por otra imagen que los especialistas creen más ajustada a la realidad. El autor desmonta el mito del poeta famélico y atormentado que todos estudiamos en la infancia.
Las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer han sido durante generaciones el prontuario romántico por excelencia y sus «oscuras golondrinas» han llegado a anidar en los más altos balcones de la celebridad literaria. Incluso el rostro del poeta ha decorado los billetes de curso legal, que es una gloria reservada a bien pocos. Bécquer es seguramente nuestro poeta más reeditado y constituye —o constituía— el arquetipo del romántico perfecto al que no faltaban los aditamentos de una muerte prematura, el greñudo aspecto de bohemio y un destino desdichado en vida y amores.
El rostro del poeta ha decorado los antiguos billetes de curso legal, una gloria reservada a bien pocos
Pero los tiempos lo mudan todo, incluso el inmutable prestigio de los mitos. Porque he aquí que el paradigma de Gustavo Adolfo Bécquer como poeta incomprendido, soñador idealista y escritor pobre y desgraciado está siendo revisado por los biógrafos del poeta y sustituido por otra imagen que los especialistas creen más ajustada a la realidad: la de un periodista de éxito, burgués acomodado, director de algunos de los periódicos más prestigiosos y militante comprometido con la causa reaccionaria, amigo personal del primer ministro conservador González Bravo, a cuya sombra ejerció el cargo de censor, dotado con una remuneración espléndida.
La construcción del mito
Según biógrafos como Rica Browm, Robert Pageard y Joan Estruch, la construcción del mito tuvo su origen en el deliberado propósito de los amigos del poeta, que editaron sus obras póstumas seleccionando sólo aquellas de temática literaria, omitiendo cientos de textos que evidenciaban su compromiso político. Especial responsabilidad tuvo en este modelado ad-hoc su íntimo amigo, el periodista Rodríguez Correa, que ya en el prólogo a las obras de Bécquer perfila el arquetipo, soslayando los aspectos menos favorecedores y potenciando en cambio los rasgos que más convenían a la edificación de la leyenda.
De este artero modo, el escritor aburguesado, contrario a la Revolución del 68, censor paniaguado de González Bravo (el creador de la Guardia Civil y responsable de la matanza de catorce estudiantes durante una sentada de protesta en la Puerta del Sol), adoptó la imagen de un pobre genio incomprendido, soñador ajeno a las ruindades del mundo. Incluso su muerte, cuya causa indirecta fue la sífilis, se transformó por artificio de sus editores en tuberculosis, enfermedad de supuesto halo romántico.
Los retratos
No menos eficacia ha tenido para la fabricación de la imagen bohemia de Bécquer el magnífico retrato del poeta realizado por su hermano Valeriano, en el que, bajo una cabellera de rizos desordenados, asoma la cabeza de un Gustavo-Adolfo en gallarda pose de artista juvenil. Nunca como en este caso fue más cierto que una imagen vale más que mil palabras.
En realidad, siempre nos chocó el contraste de este retrato con el de las fotografías que conocíamos del poeta, en las que se nos mostraba como un circunspecto burgués al que no faltaba ni el característico sombrero de copa. Ahora, desde la nueva perspectiva biográfica del sevillano, empezamos a comprender la coherencia de estos posados patricios y convencionales.
Al final, surge una incómoda verdad: la de que estábamos muy equivocados respecto a la condición social e ideología de nuestro dilecto poeta.
Asimismo, la nueva interpretación ideológica de Bécquer explica el cariz de ciertas leyendas becquerianas que siempre nos produjeron una desazonante extrañeza por la truculencia y extremosidad religiosa de sus argumentos, tan opuestos a la visión candorosa que teníamos del creador de las Rimas. Al final, surge una incómoda verdad: la de que estábamos muy equivocados respecto a la condición social e ideología de nuestro dilecto poeta.
Para añadir más confusión a su imagen, hace unos años se atribuyó a los hermanos Bécquer la autoría de cierto álbum titulado «Los Borbones en pelotas», en el que se satirizaba a la monarquía y al gobierno conservador de González Bravo. Hasta que se determinó la falsa atribución de dicha obra, ésta contribuyó un poco más a acentuar su carácter erróneamente progresista.
Las falsas atribuciones
Los tiempos han deparado también el descubrimiento de que una parte de la producción tenida por becqueriana era de falsa atribución. En este caso, la culpa señala al escritor Fernando Iglesias Figueroa, que en 1923 publicó un libro titulado «Páginas desconocidas de Gustavo Adolfo Bécquer» en el que se permitió incluir algunas de su propia autoría. Por sorprendente que parezca, durante casi medio siglo el mundo de habla castellana ha tenido por becquerianas algunas rimas, artículos y leyendas que habían sido escritas por el fraudulento imitador. Incluso algunas de estas falsificaciones han sido consideradas entre lo mejor de la producción de Bécquer, y aún circulan en ciertas antologías y libros de textos.
Por lo que toca a las obras de temática toledana, algunas de ellas se cuentan también entre las de falsa atribución, como es el caso de la leyenda titulada «La voz del silencio». Sea como fuere, nada ni nadie quitará a Bécquer el mérito de haber sabido interpretar literariamente la historia y la escenografía urbana de Toledo, explotando como nadie sus potencialidades románticas y legendarias.
Bécquer y Toledo
En Toledo fue donde Gustavo Adolfo Bécquer reescribió de memoria el manuscrito de las Rimas, perdido en los avatares revolucionarios de 1868. Pero, sobre todo, la ciudad guarda del poeta un vestigio que recuerda de manera viva su presencia en suelo toledano: el laurel sembrado por sus manos, que crece en el jardín de la que fue su casa durante más de un año. En su aparente sencillez, este vegetal que asoma tras un muro en la calle de San Ildefonso, es acaso el más inadvertido de los iconos culturales de Toledo.
Su casa en la ciudad
La casa de la calle de San Ildefonso fue residencia de los hermanos Gustavo-Adolfo y Valeriano con sus respectivos hijos durante algo más de un año, entre octubre de 1868 y el otoño de 1869, cuando, a causa de su militancia política, la Revolución de 1968 les obligó al ostracismo fuera de la corte.
Pero la calle que Toledo dedica al poeta de las Rimas y Leyendas no es la de San Ildefonso, como sería lógico, sino otra que en tiempos llevó el nombre «de la Lechuga». Ello fue porque el número 3 de la actual calle de «Los hermanos Bécquer» pasa por ser la vivienda donde se alojaron Gustavo y Valeriano Bécquer durante una o varias de sus estancias en Toledo. Y aunque este hecho no ha podido comprobarse, ello no ha impedido que tal creencia prosperase, añadiéndose la leyenda de que uno de los balcones de la casa fue, ni más ni menos, el que inspiró el poema de las «oscuras golondrinas».
El sitio adorado de su inspiración
La devoción que Bécquer sentía por Toledo la resume su amigo Rodríguez Correa, diciendo: «Para él, Toledo era sitio adorado de su inspiración». Una inspiración que fructificó en cuatro leyendas ambientadas en la ciudad y en, al parecer, un puñado de sus Rimas, amén de algunos relatos y artículos de costumbres.
Sus cuatro leyendas toledanas han hecho que los nombres de Bécquer y Toledo permanezcan unidos en una relación de mutua correspondencia en la que si el poeta recibió de la «Roma de España» la inspiración necesaria para su imaginación creadora, Toledo obtuvo a cambio el regalo de unas páginas que dejaron definida su imagen con nimbo de gloria perdurable.
Pero la evolución de los tiempos, que no respeta ni a las ciudades ni a los poetas, ha hecho que la imagen de Toledo, mal que bien, vaya derivando hacia la modernidad, mientras que la del sevillano se haya tornado reaccionaria y burguesa. Pese a todo, la obra de Bécquer continúa fresca y vigente como siempre, capaz de seguir emocionando a los lectores presentes y futuros.

                      MARIANO CALVO, EN ABC.ES DEL 23/09/2010

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