Un cronopio va a abrir la puerta de calle, y al meter
la mano en el bolsillo para sacar la llave lo que saca es una caja de fósforos,
entonces este cronopio se aflige mucho y empieza a pensar que si en vez de la
llave encuentra los fósforos, sería horrible que el mundo se hubiera desplazado
de golpe, y a lo mejor si los fósforos están donde la llave, puede suceder que
encuentre la billetera llena de fósforos, y la azucarera llena de dinero, y el
piano lleno de azúcar, y la guía del teléfono llena de música, y el ropero lleno
de abonados, y la cama llena de trajes, y los floreros llenos de sábanas, y los
tranvías llenos de rosas, y los campos llenos de tranvías. Así es que este
cronopio se aflige horriblemente y corre a mirarse al espejo, pero como el
espejo esta algo ladeado lo que ve es el paragüero del zaguán, y sus
presunciones se confirman y estalla en sollozos, cae de rodillas y junta sus
manecitas no sabe para qué. Los famas vecinos acuden a consolarlo, y también las
esperanzas, pero pasan horas antes de que el cronopio salga de su desesperación
y acepte una taza de té, que mira y examina mucho antes de beber, no vaya a
pasar que en vez de una taza de té sea un hormiguero o un libro de Samuel
Smiles.
Historias de cronopios y de
famas. Julio Cortázar. 1962
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