Caballeros 1

jueves, 4 de agosto de 2011

El placer de leer. Feria del libro.



La importancia de discutirlo todo de Oscar Wilde:

Es la continuación  de "La importancia de no hacer nada", a mí me ha parecido , aun, mejor. "La importancia de discutirlo todo" son 93 páginas de puro Wilde, publicado en la colección breviarios de Rey Lear. La tesis que defiende el autor en esta obra dialogada es que criticar es mucho más difícil que crear y que «no hacer nada es la cosa más difícil del mundo»,reservada a un grupo de privilegiados intelectualmente. Oscar Wilde vuelve a provocar con sus ácidas reflexiones: Inglaterra «ha inventadoy establecido la opinión pública, que es un intento de organizar la ignorancia de la sociedad y de elevarla a la categoría de fuerza física». Vivimos «una época en la que las gentes son tan laboriosas que se han vuelto rematadamente estúpidas». Defiende por encima de todo la inmoralidad del arte y asegura que «sólo las teorías peligrosas tienen algo de valo rintelectual. Una idea que nosea peligrosa no merece llamarse idea».

 El libro es una brillante exposición de los principios estéticos de uno de los más importantes escritores del siglo XIX. La importancia de discutirlo todo desarrolla una completa teoría sobre la crítica como arte y la contemplación como fuente de sabiduría y conocimiento.

La Dialéctica es, para Platón, la ciencia suprema reveladora del mundo de las Ideas. A través de ella, trata de llegar a la verdad por medio del diálogo. En sus escritos, a partir de un ejercicio de preguntas y respuestas con su maestro Sócrates como protagonista principal, se van desarrollando una serie de teorías a base de refutar las cuestiones que propone un interlocutor, normalmente de inferior nivel intelectual.

Cambiemos a Sócrates por Gilbert; a cualquiera de los interlocutores: discípulos, esclavos, amantes por qué no, por el dócil Ernest; y la búsqueda de la Verdad por la reflexión acerca de la naturaleza del crítico y la crítica
En este magnífico tratado sobre el arte, se defiende la crítica como algo creativo e independiente, "un arte en sí mismo que guarda idéntica relación con respecto a la obra de creación que ésta con respecto al mundo visible de formas y colores." El crítico es una suerte de intérprete que ahonda en los misterios de la obra. Para el autor, cuando "Rubinstein ejecuta la Sonata Apassionata de Beethoven no nos ofrece sólo a Beethoven, sino que se ofrece también a sí mismo, y con ello nos ofrece a Beethoven de un modo absoluto: a Beethoven reinterpretado por una rica naturaleza artística, un Beethoven que nos resulta vívido y espléndido gracias a una personalidad intensa y nueva", y remata "hay tantos Hamlets como melancolías".

El crítico es, fundamentalmente, un observador. Wilde defiende la contemplación como fuente de sabiduría y conocimiento. El arte no está en grandes aventuras ni en viajes fabulosos, sino en la admiración diaria de lo cotidiano, la felicidad, espera ser advertida detrás de cada esquina de nuestra vida. Degrada la acción y supedita sin ningún rubor el "hacer" al "ser". Reprueba la degradación del pensamiento por las continuas aplicaciones prácticas y la subcultura que origina el exceso de trabajo. Llega a proclamar la "inutilidad del arte", liberándolo así de cualquier tipo de fundamentación ulterior que no fuese el arte mismo.

Para el autor, entre los atributos de la crítica no debieran encontrarse laimparcialidad, "pues el crítico ha de dejarse llevar por la pasión"; ni la racionalidad, "pues no hay cordura alguna en la veneración de la belleza"; como tampoco se debe buscar sinceridad, ya que "demasiada sinceridad es peligrosa". Estas propiedades son,para el autor, de carácter moral, y Wilde defiende la inmoralidad del la crítica y del arte para así separarlo de toda construcción social, artificiosa o impostada. "El arte está fuera del alcance de la moral, puesto que su mirada está puesta en cosas bellas e inmortales. A la moral corresponden las esferas inferiores y menos intelectuales". La sensibilidad es el principal requisito del crítico, una sensibilidad exquisitamente susceptible a la belleza.

Como si de la construcción de un sistema filosófico se tratara, a partir de esa piedra angular que es la crítica, Wilde propone una construcción política al modo del mismo Platón en la que la élite social no serían ya los filósofos sino los intelectuales. "No podemos volver a los filósofos, y los místicos nos descarrían. ¿Quién, como insinúa en alguna parte Pater, cambiaría un solo pétalo de rosa por ese intangible e informe tan valorado Platón?" La crítica es contemplación de la vida y posicionarse ante ella, tomar partido, a partir de la cultura y de la lectura de los clásicos. "Para comprender el siglo XIX debemos comprender todos los siglos que lo han precedido y han contribuido a convertirlo en lo que es. Para saber algo acerca de uno mismo, debemos saberlo todo acerca de los demás".

Con evidentes lagunas argumentativas, pero mediante un innegable dominio de la palabra, las apenas cien páginas de la obra respiran Wilde por los cuatro costados: la cadencia de los diálogos, la intertextualidad de los pasajes, un exquisito vocabulario y un gusto por las preguntas retóricas que elevan algunos puntos el listón de una lectura que se haría aún más complicada sin las imprescindibles notas a pie de página que otorgan valor añadido a la edición de Rey Lear.

La razón de ser de una obra de arte está en el contexto en el que se realiza, el autor y su legado son deudores de sus circunstancias. Pocas veces hemos tenido una exposición de los principios estéticos de un escritor de una forma tan brillante. A través de las cuestiones de Ernest, el personaje de Gilbert va desarrollando una completa teoría de la crítica apoyándose en las cuestiones de su interlocutor. A diferencia de Platón o Sócrates, el pretendido diálogo no es más que una excusa para la exposición de una idea, las preguntas de Ernest resultan en ocasiones pueriles y la superioridad intelectual de Gilbert resta verosimilitud a la pretendida conversación.

Con todo, es un texto imprescindible para conocer la sensibilidad poética de uno de los artistas más importantes del siglo XIX. "El verdadero artista no es el que se dice: expresaré mi idea en un complicado metro de catorce versos, sino que, al comprender la belleza del esquema del soneto, concibe ciertas modalidades musicales y ciertos métodos de rima, y es la propia forma quien sugiere lo que ha de llenarla y hacerla intelectual y emocionalmente completa.


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