Caballeros 1

domingo, 1 de mayo de 2011

Plenilunio, para examen

Plenilunio, de Antonio Muñoz Molina: análisis de elementos narrativos

Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) es un destacadísimo autor dentro del panorama narrativo actual. A su primera novela publicada, Beatus ille (1986), siguieron títulos tan conocidos como El invierno en Lisboa, Beltenebros, El jinete polaco,Plenilunio, En ausencia de Blanca, Sefarad,…Premios como el Nacional de Literatura, el Premio de la Crítica o el Planeta subrayan la calidad de su quehacer literario. A esta labor hay que añadir sus numerosos artículos de prensa y su producción ensayística. El gusto por contar historias y la revitalización de géneros tradicionales como la novela policíaca sitúan a Muñoz Molina dentro de la narrativa moderna, junto con otros no menos exitosos autores como Eduardo Mendoza, Javier Marías, Rosa Montero, Almudena Grandes…
La primera edición de la novela Plenilunio, de A. Muñoz Molina, sale a la luz en 1997. Ese mismo año, en una artículo publicado en ABC, el autor alude a dos hechos que resultaron, según su propio testimonio, determinantes para la gestación del relato: por un lado apunta la contemplación en un periódico americano de la foto de un individuo acusado de un crimen horrible, cuyo rostro, paradójicamente, parecía transmitir una gran bondad; por otro, después de haber publicado el año anterior un relato de base autobiográfica,expresa su voluntad de “escribir una novela de verdad, quiero decir, sin contaminaciones de autobiografía, (…), con muchas peripecias y puntos de vista, con historias cruzadas “.

1. ARGUMENTO

Para concretar el argumento de la novela que nos ocupa, ha de hacerse alusión a la concurrencia de varios hilos narrativos. En primer lugar, el relato presenta una serie de acontecimientos que tienen relación con lo que podríamos considerar una novela policiaca. Una niña aparece asesinada en un parque de la ciudad. Se despierta la consiguiente alarma; la atención de los medios audiovisuales se hace presente en las calles de la villa y una investigación policial se pone en marcha; interviene el forense, que aporta una serie de datos sobre la actuación del asesino. Una testigo dice haber visto a un joven que acompañaba a una niña en las horas previas a la comisión del crimen. Un inspector de policía, que no recibe nombre ni apellidos en la novela, se hace cargo de la investigación y se dedica a ella de modo casi obsesivo. Observa los comportamientos de las gentes y, sobre todo, su mirada, que puede ( como le indica un antiguo profesor y sacerdote) denunciar sus maldades. A la vez, en capítulos alternativos, se van presentando los pensamientos, deseos y frustraciones del asesino, del cual tampoco se revela el nombre en todo el relato. Un segundo intento de asesinato de una niña, en este caso frustrado, facilitará la detención del delincuente, un joven pescadero. Este hilo argumental se cierra con la visita a la cárcel que al asesino hace el inspector.
A medida que va avanzando la obra vamos también una serie de hechos ligados al pasado y a la labor policial del inspector: este personaje ha vivido en el País Vasco y ha sufrido la persecución de los criminales terroristas de ETA. Las amenazas anónimas, las muertes de compañeros, las continuas sospechas han creado en él una forma de vivir y de actuar de la que ahora, viviendo ya en otro lugar, no puede desprenderse. Esa realidad repercute no sólo en los hábitos diarios del inspector, sino también en su vida familiar: la mente de su esposa no ha podido soportar la tensión y ha tenido que ser encerrada en un sanatorio psiquiátrico del que saldrá al final de la novela. El hecho de haber salido en los medios de comunicación como encargado de la investigación de los crímenes infantiles facilita que ETA lo ponga nuevamente en su objetivo: leemos como se hace un seguimiento de sus rutinas, para acabar atentando contra su vida en las últimas páginas del relato.
El tercer hilo del tapiz argumental es el amoroso. Dos personajes desengañados, con largas y tristes historias a sus espaldas, encuentran de nuevo, cuando ya no lo esperaban, el amor. El desengaño y la decepción con su primer marido, en el caso de Susana Grey, y la situación del inspector, con su mujer internada en el psiquiátrico, hacen que la soledad y el fracaso sentimental sean sus cartas de presentación: la relación sentimental entre ambos parece dar un nuevo sentido a sus vidas, si bien el autor deja al final la incógnita sobre la continuidad de la relación, amenazada por el alta médica de la esposa, por el cambio de destino de Susana y por el desenlace del atentado del que es víctima el inspector. Obviamente, muy en la línea de la narrativa actual, Muñoz Molina busca un lector activo, que no sólo sea capaz de seguir el entramado de líneas argumentales, sino que también sea capaz de crear un final propio.

2- TEMAS PRESENTES EN LA NOVELA

Al principio de la obra puede parecer que nos encontramos ante una novela policíaca en la que el tema es la investigación para descubrir a un delincuente sexual cuyas víctimas son niñas, pero muy pronto nos damos cuenta de que ese no es el tema principal. Muñoz Molina trasciende el objetivo de entretener a través de una trama policíaca y añade una intención crítica, didáctica, que nos invita a reflexionar sobre las consecuencias de la insolidaridad y de la soledad en la vida moderna, en la España actual : “ Plenilunio (…) tiene un arranque de novela policíaca, pero deriva hacia una reflexión ética de lo que acontece en las ciudades cuando desaparecen los vínculos de solidaridad y expresa, según palabras del escritor, su “reacción de asco hacia la obscenidad de la violencia y la hegemonía de la figura del malvado” ”.

La violencia y el mal son temas importantes en Plenilunio y se presentan de varios modos:

a) El abuso, tortura y asesinato infantil. El autor pretende llamar la atención del lector sobre la repugnancia del delito infantil presentándonos de manera detallada el horrible crimen de Fátima y el feroz maltrato y fallido asesinato de Paula. Hay que añadir a esos sucesos el recuerdo del Padre Orduña sobre otro fraile que perdió la razón , raptó y mató a un niño de las escuelas gratuitas.

b) Otra fuente de violencia que aparece en la novela es la del terrorismo de la banda ETA: la violencia se ejerce con pistolas y bombas, pero también con amenazas, con llamadas continuas e intempestivas… Las víctimas no son sólo policías (compañeros del inspector o él mismo), sino también aquellos que participan de su vida: la esposa amedrentada, aislada, obsesionada, que pierde el juicio, Susana Grey, que puede perder a la persona que le había devuelto la ilusión…

En un momento dado, se relaciona a los que abusan de los niños con los terroristas; ambos padecen cierta megalomanía, un deseo de publicidad dirige sus actos: “A estos (alude a los que abusan de los niños) les pasa como a los terroristas. En el fondo les colma la vanidad ver sus hazañas en la prensa. He conocido a algunos que guardaban recortes pegados en álbumes, como los artistas” dice el inspector.

Enraizado en el tema de la violencia y la maldad, aparece el individualismo, el desinterés por el prójimo en la vida actual urbana: sólo una anciana repara en el delincuente cuando lleva consigo a Fátima y nadie lo hace cuando lleva a Paula, a pesar de cruzarse con mucha gente. El asesino que entra en el bar, aunque lleve evidentes rastros de sangre o muestre una mirada huidiza y nerviosa, no merece del camarero más que la atención indispensable para servirle: sin alterarse, sigue atento, como hipnotizado, el desarrollo de un partido en la televisión. Este tipo de actitudes insolidarias favorecen que conductas amorales pasen desapercibidas, con la consiguiente amenaza social. El autor no parece mostrarse neutral ante estos hechos y por ello una buena parte de la novela está centrada en las víctimas: la muerte de Fátima y el profundo dolor de su familia y la valiente recuperación de Paula sacuden la conciencia del lector.

Otro tema importante es el amor, presente bajo dos ópticas antitéticas: la de las relaciones fracasadas y la del éxito y la felicidad amorosa.
Por un lado, aparece el amor conyugal del Inspector hacia su esposa, un falso amor hecho de costumbre y de lástima y en el que no parece tener cabida la pasión. Se siente obligado hacia ella, no sólo por el vínculo matrimonial, sino porque se siente responsable de la enfermedad mental propiciada por las continuas amenazas terroristas y por el miedo. El sentimiento de culpabilidad le impide abandonarla. El amor conyugal fracasa también en el matrimonio de Susana Grey: su marido, un individuo tremendamente egoísta, la abandona a ella y a su hijo al irse con la novia de un amigo. Dos historias marcadas por la rutina y el sentimiento de culpabilidad en el primer caso y por el engaño y el egoísmo en el segundo nos muestran el lado oscuro de las relaciones amorosas.
El amor como fuente de satisfacción, de felicidad y de éxito vital se muestra en la relación entre el comisario y Susana Gray, en cuyo inicio ella toma la iniciativa: frente a la pasividad de la esposa recluida ahora en el psiquiátrico, Susana es una mujer dedicida, con iniciativa ( enfrenta la vida con decisión tras ser abandonada por su esposo, es ella quien cita al inspector en un hotel …), con inquietudes culturales, que a sus treinta siete años se enamora nuevamente. La relación funciona perfectamente hasta que el inspector reanuda la vida conyugal con su esposa, al salir ésta del psiquiátrico: ella decide trasladarse a Madrid, en donde vive su padre, obtiene una plaza en un colegio de Leganés y piensa dar un cambio a su vida. Él la visita el día en que ella y su hijo van a iniciar el viaje, le pide que no se vaya y le reitera su amor. Ella le dice que se irá ese mismo día. Cuando sale a la calle, un etarra le dispara; la novela se cierra con la expresión “No estoy muerto” que el inspector pronuncia en brazos de Susana antes de desvanecerse: Muñoz Molina reclama nuevamente la participación del lector, que ha de imaginar el futuro de la relación. Cabe la posibilidad que tras las palabras del policía subyazca la intención de abandonar su pasividad (no estoy muerto)y rehacer su vida con la profesora…
Otro tema que adquiere importancia a lo largo de la novela es la presencia en la sociedad actual de los medios de comunicación audiovisual y sus posibles repercusiones: el horrible crimen llega, a través de la televisión, a los hogares, incluso al del asesino, en donde los padres conocen a través de los noticiarios lo que ha pasado. He ahí su función divulgadora, informativa. Pero el autor quiere subrayar también el peligro que hay, a veces, en la difusión de imágenes: el asesino se obsesiona aún más al ver la imagen del inspector, decide burlarlo nuevamente, pasando incluso por delante de la comisaría con su segunda víctima. ETA lo coloca nuevamente en su punto de mira: la fugaz aparición en un telediario de la imagen del investigador posiblemente marque el inicio del plan de asesinato por parte de la banda terrorista. El lado negativo de lo audiovisual aparece reforzado por el papel que las películas con violencia sexual juegan en la enfermedad mental del asesino: debe tenerse también en cuenta que la televisión que instala en su cuarto lo aísla de sus padres, con lo que se subraya el papel aislante, individualizador de este tipo de medios ( recuérdese también la actitud del camarero que apenas presta atención al asesino).


3. CONSTRUCCIÓN DE PERSONAJES

Dentro del conjunto de personajes que transitan por el universo narrativo de Plenilunio, se coloca en el espacio central, como protagonista, la figura del INSPECTOR, con el que establecen relaciones de distinto tipo el resto de los personajes. Conviene, antes de iniciar el análisis detallado, subrayar dos constantes en la construcción de personajes a lo largo de la novela:

- la intención de Muñoz Molina de rehuir la creación de héroes: tanto el inspector como todos los que se mueven a su alrededor son tópicamente modernos, enraizados en la vida española de hoy, en su geografía, en sus rutinas, en sus problemas… Y, por ello, son tremendamente creíbles y cercanos para el lector.

- el uso de diferentes procedimientos para ofrecer datos al lector que le permitan ir reconstruyendo en su mente la figura de cada personaje. En general se vale de los diálogos de unos personajes con otros, de la forma de actuar de cada uno de ellos en distintas situaciones y de la voz de un narrador omnisciente que entra con frecuencia en su mundo interior.

a) EL INSPECTOR. Este hombre, cuyo nombre no nos es revelado, se presenta como un individuo de cabello gris (ha superado los 50 años), con una indumentaria que lo delata como forastero; Susana Grey “(…) se había fijado en su forma de vestir, también ajena a la ciudad, porque llevaba una ropa y un calzado propio de otras tierras más acostumbradas al confort del invierno, a la asiduidad de la lluvia, un anorak fuerte, forrado, de tela impermeable, como de trato habitual con la intemperie, con el viento marítimo, unos zapatos recios y austeros de caminar por bosques (pág. 85). En la obra se va reconstruyendo su pasado a través del diálogo con el Padre Orduña (antiguo profesor suyo), a quien visita al regresar, gracias al nuevo destino obtenido en el concurso de traslados, a esa ciudad que podría ser Mágina: su encuentro propicia un diálogo en el que se recuerda lo que ha sido su vida anterior. Se contiene en esa amplia analepsis su formación con los jesuitas, su labor en el País Vasco, llena de amenazas, de compañeros asesinados y germen de la enfermedad mental de su mujer, el distanciamiento conyugal… El narrador completa esta retrospección con pasajes como el de la notificación del traslado (pág. 10).
Su papel central en la acción es evidente. Se halla en el centro de los tres hilos narrativos: al autor le atribuye la complicada tarea, que absorbe todo su tiempo, de descubrir a un maníaco sexual cuyas víctimas son niñas; igualmente lo coloca como objetivo de ETA, de tal manera que los terroristas, a lo largo de la obra, lo localizan, lo siguen y atentan contra él ; finalmente, es también un elemento nuclear en la temática amorosa de la obra, como marido fracasado y como nueva pareja de Susana Grey, con quien redescubre la felicidad. De su actuación en estos tres ámbitos se van desprendiendo rasgos de su personalidad, de su forma de ser: es tenaz en su profesión, a la que dedica mucho tiempo, sabemos que retrasó mucho su traslado del País Vasco por lealtad a los compañeros víctimas de ETA, llega a establecer el vínculo entre la fase lunar y la actuación del criminal y se muestra paciente hasta que consigue atraparlo. Su estancia en el Norte ha creado en él una actitud cotidiana de continua vigilancia a su alrededor, observa y desconfía de la gente que va a su lado, siempre hipotéticos asesinos (de hecho, antes de oír el grito de Susana, percibe una sombra que se le aproxima por su lado derecho), es observador, busca las miradas de la gente, que pueden delatar algo interesante. En el ámbito sentimental, el inspector se nos presenta como un individuo indeciso, sin iniciativa: mantiene un matrimonio sin futuro, su mujer es una víctima del acoso de ETA y él, que se siente culpable, es incapaz de dejarla. En la relación que inicia con Susana Grey es ella quien toma la iniciativa (lo cita en La Isla de Cuba) y quien la lleva en la relación; cuando él recibe la carta de notificación del alta de su esposa, no se atreve a decírselo a Susana, que se entera al leer la carta que él ha olvidado. Ella decide marchar a Madrid, él la visita justa antes del atentado para pedirle que se quede y para constatarle su amor. El inspector se muestra como personaje redondo, en evolución en el presente narrativo: en primer lugar recordemos que esa vida pasada de miedo le había llevado a beber y fumar en exceso, ahora no fuma y casi nunca prueba el alcohol; en segundo lugar, desde la mitad de la novela descubrimos en él la posibilidad de una persona nueva, al ver que es capaz de amar, al sentir cariño por Fátima, a la que ve como hija o nieta, y sobre todo al final, cuando es capaz “motu proprio” de visitar a Susana y cuando queda la posibilidad de que abandone a su mujer.

Como hemos señalado, el inspector está casado con una mujer aquejada de problemas psiquiátricos: es una víctima de las amenazas terroristas y del estilo de vida que se ha visto obligada a llevar en el País Vasco. Su familia culpa al marido de su enfermedad. El conocimiento que de ella tenemos nos llega a través de las analepsis hechas por su marido y por la narración de sus visitas al sanatorio. Se presenta como una persona totalmente pasiva, se ha dejado llevar por las circunstancias desde el principio: cuando su marido llegaba años atrás a deshora, ella lo esperaba despierta y no le decía nada. Nada parece haber cambiado cuando está en el sanatorio (“Quería que volviera, y no sólo del sanatorio, sino del túnel de desolación y mutismo en el que llevaba tanto tiempo sumida, pero no podía decir que añorara su presencia junto a él, que sintiera su falta en la casa al volver del trabajo. A nadie le podía decir que muchas veces había pensado en dejarla, no porque deseara a otra mujer, a otras, sino simplemente porque no la quería, porque hubiera preferido estar solo…). Es un personaje plano que no parece haber sido creado para brillar por sí mismo, sino que ayuda a caracterizar al inspector y justifica su transición personal. Parece tener dos claras funciones en la novela: dibujar una parte del pasado del protagonista, llena de soledad, y aportar uno de los lados del “triángulo amoroso” del relato, justificando, en cierto modo, el adulterio del marido.
Susana Grey es la otra pieza del triángulo amoroso. Es la profesora de Fátima, la primera niña asesinada: el inspector se entrevista con ella inicialmente en la comisaría para obtener alguna información relevante en su investigación. Ahí se ofrecen los primeros datos sobre la mujer: “Llevaba una trenka grande (…) y fumaba un cigarrillo. (…) fue entonces cuando el inspector se fijó en el carmín de los labios, que de algún modo contrastaba con el aire práctico y laboral de su ropa, de su misma presencia, pues iba vestida para el trabajo y el invierno y llevaba en la cara toda la fatiga de un día entero con los niños. Tenía el pelo negro, peinado con cierto descuido en una melena muy corta, y las cejas nitidas y oscuras.(…) El inspector observó que no llevaba anillos ni se pintaba las uñas. Le extrañó la falta de alianza…”. Más tarde el lector conocerá su afición a la música clásica y ligera (lleva cintas de cassette en su coche y escucha piezas que adapta a cada situación) y a la literatura ( en su mesilla de noche siempre hay libros y reproduce citas de poemas en alguna ocasión). Tras este encuentro inicial, acuden juntos a casa de Fátima; bajan juntos en el ascensor y cuando salen a la calle, ella le sugiere que pueden cenar juntos: se van fuera de la ciudad. En ese primer encuentro, que coge desprevenido al inspector, ella hace, a modo de catarsis, una retrospección temporal de su fracasada vida sentimental: su marido, de un progresismo poco práctico, por utópico, egoísta y siempre descontento, la abandona al poco de nacer su hijo, hace ya quince años ( ella tiene ahora 37). A través de esa autoconfesión, Susana justifica ante el lector su soledad, al tiempo que se presenta como una mujer decidida, que no se arredra ante las dificultades. Ese carácter se reafirmará a lo largo de la obra, tanto a través de sus actos como del diálogo (véanse los capítulos finales). A este encuentro le sigue una cita nocturna en un hotel, que marca el inicio de la relación sexual entre ambos personajes. Se enamora profundamente del inspector y cuida su lado femenino para gustarle (se pinta los labios para gustarle y cuida su cuerpo con cremas). Cuando descubre la notificación del alta del inspector, se enoja con éste por no habérselo dicho directamente: la relación se para y ella decide, mostrando nuevamente su carácter activo, marchar con su hijo a Madrid, para dar un giro a una vida que los hombres no le han facilitado. El inspector acude a verla el día de la partida para suplicarle que se quede: ella se niega, está harta de ser siempre la víctima. La obra se cierra con el inspector en sus brazos, tras el atentado y el lector ha de buscar el final que le parezca más apropiado. El personaje se presenta levemente redondo: su carácter activo está presente desde el principio, pero su decisión final de marchar es novedosa en su forma de enfrentar la vida; cuando su marido la dejó, no se planteó esa solución, tal vez por falta de madurez personal.

En Plenilunio, el inspector tiene dos claros antagonistas: el delincuente sexual que anda suelto por la ciudad y que aparece ya en las primeras páginas de la novela y el sicario de ETA que llega a la ciudad y estudia, a lo largo de la obra, sus movimientos para atentar contra él en las últimas páginas. Hablemos del primero: en los capítulos iniciales se sabe que una niña de nueve años (Fátima) ha sido asesinada después de sufrir unha brutal agresión sexual; como es habitual en las novelas de corte policiaco, al principio se dosifica la información sobre el sospechoso; el inspector lo busca, sin base objetiva, por su mirada (Quien ha hecho una cosa así,tiene que llevarlo escrito en la cara). Los primeros datos físicos nos los proporciona una mujer que acude a comisaría para testimoniar que lo vio con Fátima el día del crimen: “Iba con un hombre joven, moreno, sí señor, parecía su padre o su tío…” Añade el dato de que llevaba una mano herida y se chupaba la sangre. En el capítulo 9, Ferreras, el forense, aporta, a través del diálogo con el inspector, datos exhaustivos sobre el delincuente, derivados del resultado de la autopsia: “Le desgarró la vagina, eso sí. Con los dedos, seguramente.”(…)Intentaría penetrarla y no pudo. Les pasa algunas veces. Entonces la obligaría a que le hiciera una felación. Usó la navaja. La niña tiene una incisión muy clara en el cuello”. A través de ese estudio y de los primeros pasos de la investigación se sabe que el delincuente tiene veintitantos años, el pelo negro y rizado, fuerte, sangre del grupo 0, dedos fuertes ( tienen sus huellas dactilares), tamaño del pie, tabaco que fuma (Fortuna) y vestigios de alcohol en la saliva … En el capítulo 12 y en otros posteriories el autor sorprende al lector de novela policíaca, aportando gran cantidad de datos sobre el delincuente: a través de un narrador omnisciente entramos en la mente del asesino, que va y viene del presente al pasado mostrándonos la imagen de un enfermo psíquico lleno de odio hacia los demás: aporta el dato fundamental del reducido tamaño de su órgano sexual (más tarde también presente en el capítulo de la prostituta a la que pega), habla de su indumentaria (cazadora marrón y reloj corriente de números) y menciona el olor del que no puede desprenderse y que lo obsesiona: su oficio de pescadero deja huella en sus uñas e impregna su ropa. El narrador dedica amplio espacio a sus defectos morales y a sus llamativas costumbres: desprecia a sus padres, que le parecen desagradables, sin cultura, sin refinamiento y siempre pendientes de él como si fuera un niño. Los culpabiliza de ese oficio que tanto le desagrada y del tipo de vida que lleva (tuvo que empezar a trabajar al enfermar su padre). Le gustan las películas pornográficas, que ve a escondidas en su casa. Nos hallamos ante un personaje acomplejado por su físico; su incapacidad para tener una relación sexual normal hace que culpabilice de ello a las mujeres y se relacione violentamente con ellas. Apenas duerme, no desahoga con nadie sus preocupaciones y esa represión interior degenera en enfermedad: la violencia y el asesinato son las vías de salida de esa rabia interior que mantiene ocupada su mente. Su adicción al tabaco y la necesidad de consumir alcohol en determinados momentos subrayan su estado de ansiedad y nerviosismo. Ese narrador omnisciente que antes se ha nombrado nos presenta, cuando se produce el secuestro de la segunda niña (Fátima, con la que pretende repetir el mismo delito, aunque sin saberlo la abandona con vida), el enfermizo placer, la vanidad que le proporciona al delincuente el realizar sus actos sin que lo descubran, actuando con auténtico riesgo: asalta a la niña en el ascensor, se oye gente, pasa por la plaza de la comisaría (“…que los dos crucen hacia la parte central de la plaza, entre los jardines, cerca de la fuente, donde solían ponerse los fotógrafos y los cámaras de la televisión, si quisiera podría pasar junto a la puerta misma de la comisaría (…), podría entrar en la cabina de teléfono sin soltar a la niña y marcar el número del inspector jefe y decirle, cabrón, mira que listo eres, a ver dónde están todas esas pistas que tenías…) De hecho está pendiente de los periódicos, en los que no sale esa noticia que él tanto busca: no sabe qué ha podido pasar para no obtener esa publicidad que tanto lo satisface y esa preocupación lo llevará al lugar del delito, donde por fin es detenido. Sus actos, no sólo sus pensamientos lo retratan una y otra vez como un individuo enfermo, obsesivo, lleno de ira y nerviosismo. Su conversión en la cárcel a un catolicismo extremo, vienen a confirmarlo como un personaje enfermo psicológicamente, sin un ideario y una moral propios. Se muestra como un personaje plano: su conversión final no es más que otro episodio de su locura. El inspector acaba derrotando a su antagonista, en tanto que logra su condena, pero esa victoria le deja un sabor amargo en tanto que sabe que en unos años volverá a estar en la calle: el autor parece incluir aquí una crítica al sistema judicial (véase el final del capítulo 31).
De sus dos víctimas subrayaremos la INDEFENSIÓN infantil ante los actos del criminal adulto: el hecho de que elija a dos menores, con las que se ensaña, subraya aún más su perfil neurótico y violento.
El otro antagonista, un asesino de la banda terrorista ETA, es también anónimo: sólo sabemos que llega a la ciudad, se aloja en un hotel primero , en un piso alquilado después y finge trabajar como representante de una fábrica de pinturas; su verdadero trabajo consiste en hacer un detalladísimo seguimiento del inspector, que registra día a día en su ordenador. En el capítulo 14 podemos ver toda esta actividad. En las últimas páginas de la novela, momentos antes del atentado, sabemos que es un hombre joven y entrenado para matar.
Cuando el inspector “derrota” al antagonista que persigue desde el inicio de la novela, el segundo antagonista, al que casi ha dejado en el olvido , aparece en escena: parece que también a éste le gana la batalla, salvando la vida. Si realmente logra sobrevivir al atentado y decide irse con Susana, el inspector se presenta como un triunfador. El lector debe elegir.

Quedan por ver dos personajes que actúan en gran medida como fortalecedores de los vínculos entre el presente narrativo y el pasado del inspector y de Susana Grey: nos referimos a Ferreras y al padre Orduña. Ferreras es el forense que explora el cadáver de Fátima y también el cuerpo violentado de Paula, las dos víctimas del delincuente. Aparte de colaborar en la investigación, aporta, a través de sus diálogos datos sobre el pasado de Susana Grey: el marido de ésta se marchó con su novia. Aporta una imagen muy positiva de la profesora, por la que siempre se ha sentido atraído. El padre Orduña es un anciano sacerdote de la congregación de los jesuitas que ha sido profesor del comisario en su niñez: cuando el inspector viene trasladado a esta ciudad, lo visita y a través de una especie de “diálogo confesional” se rememoran datos de la vida pasada del policía desde su niñez; también se rememora el estilo educativo de la época franquista: sabemos que el padre del comisario sufrió condena posiblemente por motivos políticos y que su madre no tenía medios para mantenerlo, por eso lo acogen los jesuitas; el cura rememora el trato violento con los alumnos… El narrador nos presenta a un personaje muy entrado en edad que ha enfrentado duros obstáculos en su vida, como el de ser perseguido por su perfil de “cura obrero”, solidario con el débil, preocupado por la justicia social y extremadamente austero en su vida cotidiana. El inspector parece sentirse en deuda con él por haberlo dirigido en su niñez y por preocuparse por él.

4. TÉCNICA NARRATIVA

Incluiremos en la técnica narrativa el análisis del punto de vista y la organización tanto del tiempo como del espacio en el que se mueven los personajes.

4.1. Punto de vista narrativo

En Plenilunio aparece sobre todo la narración en 3ª persona, aunque en determinados momentos de la novela se pasa a la confesión personal en 1ª persona, insertada dentro de un diálogo, recurso que otorga proximidad del discurso al lector. Observemos el inicio de la novela.”De día y de noche iba por la ciudad buscando una mirada. Vivía nada más que para esa tarea, aunque intentara hacer otras cosas o fingiera que las hacía, sólo miraba, espiaba los ojos de la gente, las caras de los desconocidos…”. En el capítulo 6 accedemos a parte de la conversación entre el inspector y el padre Orduña:” A ella le costaba mucho más. Llamaban a casa cuando estaba sola y la amenazaban de muerte, o se quedaban en el teléfono sin decir nada, y cuando colgaban enseguida volvían a llamar. No podía dejarlo descolgado por si llamaba yo, por si le avisaban de que me había ocurrido algo.” El capítulo 18 es una buena muestra de estas intervenciones en primera persona: en su primera cena con el inspector, Susana Grey le hace extensas confidencias sobre la difícil convivencia con su marido, del que se ha separado hace años ( en este caso, las comillas enmarcan el estilo directo del personaje):”Yo tenía dieciocho años cuando lo conocí, no sabía apenas nada, estudié Magisterio por comodidad o pereza, porque era una carrera corta y no parecía difícil…”.

Salvo en el caso de estas intervenciones directas de los personajes, el narrador es extradiegético, es decir, se sitúa fuera de la narración, no juega papel alguno en el desarrollo de los acontecimientos. Este narrador es, además, omnisciente, ya que su relato no se limita a aquello que un observador externo puede ver, sino que también informa, a través de su discurso, del mundo interior de los personajes: pensamientos, recuerdos, obsesiones aparecen habitualmente reflejadas en la novela:”De noche en la cama, a lo largo de tantas noches de insomnio, tendido en la oscuridad, añorando sin verdadera convicción el alcohol y los cigarrillos, veía sucederse en su imaginación las caras diversas de la niña, la que tenía cuando él la vio por primera vez y la que tuvo en la sala de autopsia cuando el forense apartó la sábana para explicarle las lesiones…” (cap. 1, “ nsamientos del inspector) / (capítulo 17, cuando una conductora está a punto de atropellar al asesino: “(…)una tía tenía que ser, piensa, dice en voz baja mientras alcanza la otra acera, se vuelve para maldecirla y el coche ya ha pasado, pero él ve desde atrás a la mujer todavía furiosa que mueve las manos y a dos niños de seis o siete años (…), cómo no, niños pijos, hijos de papá, de médico, seguro,m de director de Caja de Ahorros, el coche es un Volvo, seguro que el cabrón que lo compró no tiene que levantarse a las cuatro y trabajar más horas que el reloj para pagar las letras: qué sentiría la tía, tan soberbia, con sus pulseras y sus uñas rojas, si el niño o la niña bajaran a la calle y tardaran en volver, si no volvieran nunca.” / (capítulo 28, cuando el delincuente va a ser atrapado: “Un día y otro día y nada en el periódico, que tiraba manchado de pringue y de escamas después de mirarlo de la primera a la última página, nada en la radio ni en los telediarios, querían engañarlo, estaba seguro, que se confiara, que diera un paso en falso (…), tenía más que nunca la sensación de haber soñado lo que recordaba, y alguna noche, sin poder contenerse, fue por los callejones abandonados (…), pero se detenía siempre antes de llegar, tal vez no la habían encontrado aún, al fin y al cabo a la primera la encontró por casualidad un barrendero, nadie iba ahora al parque, con el viento y el frío del invierno (…). En ocasiones, dentro de este análisis de las conciencias individuales reproduce pequeñas secuencias literales de pensamiento, sin marca ortográfica o tipográfica que las diferencie del discurso en 3ª persona, en estilo directo: “ “Circule”, dice el guardia, con brusquedad y fastidio, sin mirarlo apenas, sin considerar siquiera su pregunta, su cortesía, su interés, “que aquí no estamos para dar ruedas de prensa”. Tú no, pero yo sí, piensa, sonriéndole al guardia, yo sí que podría darla, y os íbais a enterar…(…) para más humillación y rabia nota que va a enrojecer, se controla, respira fuerte y no enrojece…(cap. 17). Son golpes de voz que entran en la conciencia del lector, que parece oír a los personajes. En otras ocasiones esas citas literales aparecen entrecomilladas:”Ahora se ha acercado más para rematarme, pero ese disparo ya no lo escucharé”, pensó con una clarividencia parecida a de esos brotes fugaces de racionalidad que surgen a veces en medio de un sueño” (cap. 33, durante el atentado contra el inspector).



4.2. EL TIEMPO

El análisis del tiempo como componente narrativo en Plenilunio ha de dar cuenta, fundamentalmente, de dos aspectos: el tiempo externo, referido a la época histórica en la que suceden los hechos relatados, y el tiempo interno, referido a la duración y a la organización de la acción, para determinar si ésta se presenta de modo lineal o se producen rupturas con el devenir cronológico habitual.
Respecto al tiempo externo, hemos de constatar que en Plenilunio no existe una referencia taxativa al año concreto en el que se sitúan los hechos . Sí hay, sin embargo, una serie de datos, que se mencionan en la novela, que nos permiten situar la acción en un determinado momento histórico. La novela fue publicada en 1997, por lo que suponemos que lo narrado sucede antes de esa fecha. El año más alejado que puede admitirse es 1975, año de la muerte de Franco: en algún momento de la narración se habla de las comisarías de la época franquista como algo perteneciente al pasado. Podemos, sin embargo, precisar más la época, basándonos en dos datos concretos:

- En el capítulo 11, cuando Susana Grey y el inspector dialogan sobre el asesino de Fátima, la maestra hace referencia al conflicto entre bosnios y servios, que se desarrolló entre 1991 y 1995, más o menos: “(…)no me digan que están enfermos – dijo la maestra con un acceso de dignidad y de rabia. Es como decir que esos militares serbios de Bosnia no pueden vencer el impulso de matar y violar mujeres.”

- En el capítulo 17, al asesino cita la película El silencio de los corderos, estrenada en 1990: “Puede llamar y colgar cuando alguien se ponga, puede decirlo y colgar enseguida, o mantener una conversación con el inspector, como el asesino de El silencio de los corderos que ha visto muchas veces, pero que le parece demasiado adornada y fantástica.”

Todo parece indicar, pues, que la acción de la novela se desarrolla en una fecha indeterminada entre 1991 y 1997.

Para analizar el tiempo interno de la narración, debe ser precisada la duración de los hechos y el orden en qué se presentan. La llegada del inspector a la ciudad es relativamente reciente: “Era todavía en gran parte un desconocido en la ciudad, porque se había trasladado a ella sólo unos meses antes, a principios de verano” (cap. 1). Cuando empieza la novela el inspector busca ya “de día y de noche (…) la mirada de alguien que había visto algo demasiado monstruoso para ser suavizado por el olvido…”, luego se ha producido ya el crimen y él busca al sospechoso. En el capítulo 4, se nos dice “La lluvia, tan necesitada, vino al mismo tiempo que los anocheceres tempranos de octubre y que la noticia del crimen…”. En el capítulo siguiente la dueña de la papelería rememora la última vez que vio a Fátima y recuerda que acababan de cambiar la hora y por eso tuvo que encender las luces, lo cual nos reafirma en el mes de octubre. La investigación prosigue en el mes de noviembre. En el capítulo 20 el narrador nos dice que el asesino lleva “dos meses enteros sin subir por por esas calles con las manos bien ocultas en los bolsillos de la cazadora…”, más adelante dice “ El no piensa o no quiere pensar adónde está acercándose, adónde no ha vuelto desde hace justo ocho semanas…”. Al cabo de esas ocho semanas repite los hechos: secuestra a Paula y después de agredirla sexualmente la deja por muerta en el mismo lugar que a Fátima. Pero la niña logra sobrevivir, detienen al delincuente y lo identifica en una ronda de reconocimiento que se hace cuando “faltaban dos semanas para las vacaciones de Navidad”. El primer delito se comete a principios de octubre y el delincuente es detenido en la primera quincena de diciembre.
Los sucesos posteriores ocurren en un período de tiempo más amplio: el capítulo 30 acaba con la rueda de reconocimiento (diciembre) y el 31 se inicia en el mes de mayo, cuando la mujer del inspector va a ser dada de alta y el 32 sucede en el mes de junio:”(…) ella se quedó fumando un rato en la terraza, echada en la hamaca, los pies descalzos cruzados sobre el metal de la baranda, disfrutando del aire quieto y tibio de la noche de junio.”

Este orden cronológico se ve alterado con bastante frecuencia por ANALEPSIS. Sirvan como ejemplo los recuerdos de cuando el inspector era alumno de su colegio; la rememoración de su estancia en el País Vasco; la evocación que Susana Grey hace de su época de casada , la evocació por parte del asesino de las burlas que tuvo que sufrir en la mili, etc.

Ya para terminar con el análisis temporal, debe hacerse referencia a la importancia que la noche tiene en la obra: parece ser el momento idóneo para el delito y para el encuentro amoroso clandestino. Ambos aparecen además ligados a la luna llena, que por un lado parece influir en la mente enferma del asesino y, por otro, impulsa a Susana y al inspector a cambiar su situación, a dejarse llevar por sus pasiones para encontrar la felicidad.

4.3. ESPACIO

En las primeras páginas de Plenilunio aparece el parque de la Cava. Más tarde se hace referencia a otros lugares como la plaza “donde estaba la estatua del general”, la calle Mesones y la calle Nueva, la iglesia de la Trinidad y el hospital de Santiago. En toda la novela se distingue entre una parte antigua ( “decide dar una vuelta esa noche por la parte antigua de la ciudad donde hay edificios muy notables, iglesias y palacios del renacimiento”) y una parte moderna, de arquitectura más que discutible. En la pág 203 aparece también una referencia clara a la contraposición entre las dos partes de la ciudad: el asesino prefiere la parte nueva a la vieja, en donde parece estar su barrio. Andrés Soria Olmedo, crítico de Muñoz Molina señala que esta ciudad es Mágina, ciudad que ya el autor utilizó en Beatus ille, El jinete polaco y en otras posteriores como El viento de la luna.
El nombre de Mágina no es un nombre con correspondencia real. Es la designación literaria que Muñoz Molina adopta para su ciudad natal: Úbeda.

Adquieren gran importancia los espacios exteriores en la obra: tanto el inspector como el delincuente recorren las calles a menudo, el primero movido por el afán de búsqueda, el segundo para gozar de la sensación de estar en posesión de un secreto que hasta bien adelantada la novela nadie es capaza de descubrir. Se hace referencia también a varios espacios interiores, algunos realmente opresivos, como el ascensor, el sanatorio o la cárcel. Aparecen también referencias a los dormitorios: el del asesino, especie de bunker donde nadie puede descubrir sus debilidades, el de Susana Grey, lugar de encuentro con el inspector, tras la primera noche en La Isla de Cuba, el del inspector cuando estaba en el País Vasco, al que iba por mera obligación… Finalmente comentaremos como al final Susana Grey vacía su casa para irse, lo cual supone también simbólicamente vaciar su vida de gran parte de su pasado…
En la novela los cambios de ciudad simbolizan cambios rotundos en la orientación vital de los personajes: el inspector se va del País Vasco, viene a una ciudad del sur y encuentra el amor; Susana Grey ha decidido irse a Madrid porque no espera ya poder estar con el hombre al que ama…

5. LENGUAJE Y ESTILO

Muy brevemente subrayaremos la maestría de Muñoz Molina no sólo en la construcción narrativa sino en el uso literario del lenguaje. Pueden tomarse como ejemplo el inicio del capítulo 20 que se centra en el asesino. Utiliza la metonimia ( no describe el todo, sino la parte, como elemento definitorio: las manos, en este caso): la anáfora y el paralelismo sirven no sólo para que el lector centre su atención en el instrumento del crimen, sino también para subrayar, a través de esa repetición exagerada, que estamos ante una mente neurótica y obsesiva.
En el capítulo 14 aparece también la anáfora del término “alguien”, para subrayar el anonimato de quien cobardemente recopila datos para organizar el atentado contra el inspector.
Se emplea también con frecuencia el polisíndeton, en muchos casos para subrayar la ansiedad, el nerviosismo: podemos verlo, por ejemplo, en el capítulo 24, pág.332.
Se hace un uso destacable de los adjetivos, muy abundantes: “la luz del portal, blanca y fría”, “las calles anchas y bien asfaltadas”, “(manos) nerviosas, deformadas, envejecidas…”, “padre fastidioso y asiduo”
Otro recurso muy empleado es el símil: “…si a los demás, con solo mirarlos a los ojos de una vez ya se sabía tediosamente lo que buscaban y lo que eran, en éste todo quedaba oculto, como en el fondo de un pozo o de un túnel cuyo final no se ve”.
Finalmente debe destacarse la sintaxis compleja, la longitud extremadamente larga de las oraciones, especialmente interesante en aquellos capítulos en los que el narrador entra en el mundo interior del asesino: el lector accede a los pensamientos agolpados, impetuosos, que fluyen obsesivamente en una mente enferma.

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