Caballeros 1

martes, 22 de marzo de 2011

No respeta el honor de las mujeres.


TISBEA: Mancebo excelente,
gallardo, noble y galán.
Volved en vos, caballero.
JUAN: ¿Dónde estoy?
TISBEA: Ya podéis ver,
en brazos de una mujer.
JUAN: Vivo en vos, si en el mar muero.
Ya perdí todo el recelo
que me pudiera anegar,
pues del infierno del mar
salgo a vuestro claro cielo.
Un espantoso huracán
dio con mi nave al través,
para arrojarme a esos pies,
que abrigo y puerto me dan,
y en vuestro divino oriente
renazco, y no hay que espantar,
pues veis que hay de amar a mar
una letra solamente.
TISBEA: ¡Muy grande aliento tenéis
para venir soñoliento,
y más de tanto tormento!
Mucho contento ofrecéis;
pero si es tormento el mar,
y son sus ondas crüeles,
la fuerza de los cordeles,
pienso que os hacen hablar.
Sin duda que habéis bebido
del mar la oración pasada,
pues por ser de agua salada
con tan grande sal ha sido.
Mucho habláis cuando no habláis,
y cuando muerto venís,
mucho al parecer sentís,
¡plega a Dios que no mintáis!
Parecéis caballo griego,
que el mar a mis pies desagua,
pues venís formado de agua,
y estáis preñado de fuego.
Y si mojado abrasáis,
estando enjuto, ¿qué haréis?
Mucho fuego prometéis,
¡plega a Dios que no mintáis!
JUAN: A Dios, zagala, pluguiera
que en el agua me anegara,
para que cuerdo acabara,
y loco en vos no muriera;
que el mar pudiera anegarme
entre sus olas de plata,
que sus límites desata,
mas no pudiera abrasarme.
Gran parte del sol mostráis,
pues que el sol os da licencia,
pues sólo con la apariencia,
siendo de nieve abrasáis.
TISBEA: Por más helado que estáis,
tanto fuego en vos tenéis,
que en este mío os ardéis,
¡plega a Dios que no mintáis!

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