Caballeros 1

jueves, 13 de enero de 2011

Boscán a Garcilaso

Garcilaso, que al bien siempre aspiraste
y siempre con tal fuerza le seguiste,
que a pocos pasos que tras él corriste,
en todo enteramente le alcanzaste,

dime: ¿por qué tras ti no me llevaste
cuando de esta mortal tierra partiste?,
¿por qué, al subir a lo alto que subiste,
acá en esta bajeza me dejaste?

Bien pienso yo que, si poder tuvieras
de mudar algo lo que está ordenado,
en tal caso de mí no te olvidaras:

que o quisieras honrarme con tu lado
o a lo menos de mí te despidieras;
o, si esto no, después por mí tornaras.

3 comentarios:

  1. Dulce soñar y dulce congojarme,
    cuando estaba soñando que soñaba;
    dulce gozar con lo que me engañaba,
    si un poco más durara el engañarme;

    dulce no estar en mí, que figurarme
    podía cuanto bien yo deseaba;
    dulce placer, aunque me importunaba
    que alguna vez llegaba a despertarme:

    ¡oh sueño, cuánto más leve y sabroso
    me fueras si vinieras tan pesado
    que asentaras en mí con más reposo!

    Durmiendo, en fin, fui bienaventurado,
    y es justo en la mentira ser dichoso
    quien siempre en la verdad fue desdichado.

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  2. Quien dice que la ausencia causa olvido
    merece ser de todos olvidado.
    El verdadero y firme enamorado
    está, cuando está ausente, más perdido.

    Aviva la memoria su sentido;
    la soledad levanta su cuidado;
    hallarse de su bien tan apartado
    hace su desear más encendido.

    No sanan las heridas en él dadas,
    aunque cese el mirar que las causó,
    si quedan en el alma confirmadas,

    que si uno está con muchas cuchilladas,
    porque huya de quien lo acuchilló
    no por eso serán mejor curadas.

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  3. Como el triste que a muerte está juzgado,
    y de esto es sabidor de cierta ciencia,
    y la traga y la toma en paciencia,
    poniéndose al morir determinado.

    Tras esto dícenle que es perdonado,
    y estando así se halla en su presencia
    el fuerte secutor de la sentencia
    con ánimo y cuchillo aparejado:

    así yo, condenado a mi tormento,
    de tenelle tragado no me duelo,
    pero, después, si el falso pensamiento

    me da seguridad de algún consuelo,
    volviendo el mal, mi triste sentimiento
    queda envuelto en su sangre por el suelo.

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