La voz de Cristina de Pizán es muy importante en cuanto llega hasta nosotros como una de las primeras referencias de esa forma de pensamiento igualitario que con los siglos sería llamada feminismo. Culta, valiente, llena de talento y solidaria, inició un intenso debate -la “querelle des dames”- con algunos de los sabios más reconocidos de su tiempo, en torno a la condición femenina: Cristina empuñó la pluma para defender la idea de que las mujeres podían ser inteligentes, virtuosas y valientes, y no necesariamente estúpidas y viciosas, como tantos tratadistas misóginos sostenían. Destacamos su obra en prosa en la que defiende a las mujeres frente a las calumnias de Meung en el Roman de la Rose. En ésta se incluyen Epístola del amor, que fue escrita para oponerse a las actitudes cortesanas con respecto al amor, y Las ciudad de las damas, una relación de las hazañas heroicas de las mujeres. También es digna de mención su autobiografía La visión de Christine, réplica a sus detractores.
Seguidamente, ofrecemos un fragmento de La ciudad de las damas, en el que la autora aboga por la educación femenina y critica las severas leyes de los hombres que impiden a la mujer el estudio de las ciencias y otras disciplinas:
Si fuera costumbre mandar a las niñas a las escuelas e hiciéranles luego aprender las ciencias, cual se hace con los niños, ellas aprenderían a la perfección y entenderían las sutilezas de todas las artes y ciencias por igual a ellos…pues…aunque en tanto que mujeres tienen un cuerpo más delicado que los hombres, más débil y menos apto para hacer algunas cosas, tanto ,más agudo y libre tienen el entendimiento cuando lo aplican.
Ha llegado el momento de que las severas leyes de los hombres dejen de impedirles a las mujeres el estudio de las ciencias y otras disciplinas.
Me parece que aquellas de nosotras que puedan valerse de esta libertad, codiciada durante tanto tiempo, deben estudiar para demostrarles a los hombres lo equivocados que estaban al privarnos de este honor y beneficio.
Y si alguna mujer aprende tanto como para escribir sus pensamientos, que lo haga y que no desprecie el honor sino más bien que lo exhiba, en vez de exhibir ropas finas, collares o anillos. Estas joyas son nuestras porque las usamos, pero el honor de la educación es completamente nuestro. [17].
Este texto de Cristina de Pizán sí que es una verdadera joya, sobre todo si lo situamos en su contexto histórico y advertimos el papel que se el daba a la mujer. Este escrito supone una manifestación explícita del derecho de la mujer no sólo a estudiar, sino a plasmar sus conocimientos, esto es, enseñar, labor no permitida para el género femenino. Con esta autora nos hallamos ante una de las primeras mujeres feministas de la historia. Por otra parte, el éxito que obtuvieron sus escritos hizo que llegara a ser la primera mujer que vivió profesionalmente de la literatura.
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