Caballeros 1

lunes, 13 de junio de 2022

Ojos verdes.


 

RIMA XII
Porque son, niña, tus ojos
Verdes como el mar, te quejas;
Verdes los tienen las náyades,
Verdes los tuvo Minerva,
Y verdes son las pupilas
De las huríes del Profeta.
El verde es gala y ornato
Del bosque en la primavera;
Entre sus siete colores
Brillante el Iris lo ostenta,
Las esmeraldas son verdes;
Verde el color del que espera,
Y las ondas del océano
Y el laurel de los poetas.
Es tu mejilla temprana
Rosa de escarcha cubierta,
En que el carmín de los pétalos
Se ve al través de las perlas.
Y sin embargo,
Sé que te quejas
Porque tus ojos
Crees que la afean,
Pues no lo creas.
Que parecen sus pupilas
Húmedas, verdes e inquietas,
Tempranas hojas de almendro
Que al soplo del aire tiemblan.
Es tu boca de rubíes
Purpúrea granada abierta
Que en el estío convida
A apagar la sed con ella,
Y sin embargo,
Sé que te quejas
Porque tus ojos
Crees que la afean,
Pues no lo creas.
Que parecen, si enojada
Tus pupilas centellean,
Las olas del mar que rompen
En las cantábricas peñas.
Es tu frente que corona,
Crespo el oro en ancha trenza,
Nevada cumbre en que el día
Su postrera luz refleja.
Y sin embargo,
Sé que te quejas
Porque tus ojos
Crees que la afean:
Pues no lo creas.
Que entre las rubias pestañas,
Junto a las sienes semejan
Broches de esmeralda y oro
Que un blanco armiño sujetan.
Porque son, niña, tus ojos
Verdes como el mar te quejas;
Quizás, si negros o azules
Se tornasen, lo sintieras.


Escribe Jacinto Benavente: 

Tienes ojos marineros,
marinero es su color,
esmeraldas y zafiros,
celos y esperanzas son,
entre verdes y entre azules,
color de mar y de amor.

Mar adentro de tus ojos
ha entrado mi corazón,
mar adentro en tu mirada
quisiera perderme yo,
marinero de mi vida,
marinero de mi amor.




Todavía no hace un siglo, Rafael de León, Federico García Lorca y Miguel de Molina están sentados en la mesa de un café en Barcelona, es noche cerrada. El artista malagueño acaba de terminar su actuación en la Ciudad Condal y el autor granadino ha estrenado esa misma noche Doña Rosita La Soltera con la gran Margarita Xirgú como actriz principal, es invierno y los tres hablan animadamente en una mesa. Rafael de León empieza a hablar de una historia "de marineros, de ojos verdes, como el limón". "tú me has copiado a mí el Romance Sonámbulo o todo lo verde lo has metido aquí", dice el granadino. "Federico, tú no has inventado el verde". Los dos poetas construyen juntos el armazón de una de las coplas más famosas de la historia con la presencia de Miguel de Molina que le pide a Rafael de León poder estrenarla. "No hay problema". La historia de los ojos verdes más famosos de la cultura española empezó en un café barcelonés y la cuenta el propio Miguel de Molina en uno de los últimos documentos que dejó grabados. 


ROMANCE SONÁMBULO

A Gloria Giner
y a Fernando de los Ríos

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.

              *

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

              *

Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los montes de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
dejadme subir, dejadme,
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

              *

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.

              *

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está mi niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

              *

Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche su puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos,
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.



 de 1924

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